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Daniel Tobón (en la foto de grupo el segundo de derecha a izquierda) trabaja actualmente en una ambulancia con un equipo que debe trasladar, en razón a las circunstancias, principalmente, pacientes afectados por coronavirus. | Foto: Cortesía

CRÓNICA

Un colombiano en el frente de batalla contra el coronavirus en España

“Yo estoy en el frente de batalla”, dice Daniel Tobón. Y no es una metáfora: vive en Madrid y trabaja para una compañía privada de atención de urgencias. Maneja una ambulancia que va por toda la zona capitalina atendiendo los llamados de la comunidad.

6 de abril de 2020

“Acabo de trasladar a un paciente desde una residencia de ancianos al hospital Universitario Quirón. Tuvimos que recogerlo por la patología que muestra: 90 años, disnea, fiebre, sin respuesta al paracetamol”, explica mientras responde esta llamada que le hacemos desde Colombia. Es jueves 2 de abril y va en una ambulancia hacia la residencia Militar de Guadarrama, donde deberá realizar otro traslado. Allá recogerá a otra mujer mayor (cerca de 95) con síntomas parecidos y la llevará a un hospital, donde, confía Tobón, podrá recuperarse.

El pronóstico para estos dos ancianos es reservado. El coronavirus la ha emprendido contra los mayores. Solo en España, dice el diario El País, ha habido 2.500 decesos de personas en “residencias de mayores”. Eso sin contar los ancianos que han muerto en sus casas o en hospitales, como lo sabe muy bien Daniel por una historia que narraremos más adelante.

Es necesario insistir en que eso de que Tobón está en el frente de batalla no es una metáfora: personas con síntomas de coronavirus representan 60% ó 70% de los casos que atiende en su día a día. En España al momento de escribir esta nota ya iban cerca de 12.000 fallecidos y alrededor de 120.000 contagiados. Y Tobón va en una ambulancia por todo Madrid recogiendo, principalmente, pacientes afectados por covid-19, virus que tiene una enorme capacidad de propagación y contagio. Mejor dicho, Tobón le está poniendo el pecho al virus.

En España, la enfermedad llegó golpeando duro. Él lo sabe y no solo por estar en el frente de batalla. La muerte ya tocó a las puertas de su casa en la forma de este fatal virus.

De Colombia para España

Tobón dice que la suya es una vida de padres adoptivos. Nació en Venezuela, pero siendo apenas un bebé, su papá lo trajo a Colombia y por cuenta del divorcio de sus padres, fue criado por su abuela y sus tíos en Bogotá, Colombia. Y desde hace casi dos décadas está en Madrid. Por eso dice que es hispano-colombo-venezolano.

Terminó su bachillerato a comienzos del milenio y entonces empezó a buscarse la vida trabajando como mesero en restaurantes y bares cercanos al barrio Acevedo Tejada, vecino de la Universidad Nacional de Colombia. Por su estatura, 1,90 metros, también funcionaba para ser parte de los equipos de logística y seguridad en eventos en la Zona Rosa de la Capital, donde se concentra buena parte de la rumba capitalina.

“Desde el primer momento me di cuenta que eso no me servía”, recuerda al decir que a duras penas podía hacerse a un salario mínimo en Colombia, que hoy rodea los US$250 por cuenta de la devaluación del peso originada por el caos económico mundial.

Tobón insiste en que si hubiera seguido en esos oficios en Colombia no hubiera podido aspirar a sacar adelante una carrera digna y mucho menos una familia. 

Sabía que tenía que hacer algo distinto. Le surgió la idea de buscar la suerte en otro país; hasta hizo un primer intento por pasar como ilegal hacia Estados Unidos por la frontera con México. Pero el proyecto no salió bien pues, aunque viajó a territorio azteca, las personas a las que les pagó para que lo ayudaran a pasar por “El hueco” lo estafaron.

Pero no abandonó su sueño. “Aun así seguía con la idea: me quiero ir para otro lado”, recuerda. Era 2002 y fue un primo que vivía en España el que le mantuvo la esperanza de hacerse camino en otro país.

Logró viajar a Madrid adonde llegó a finales de febrero de 2003. Le tocaba hacerse a 3 ó 4 trabajos a la vez, porque la meta era ahorrar la mayor cantidad de dinero por si finalmente en algún operativo lo descubrían y terminaban deportándolo.

“De 5 a 11 de la mañana trabajaba repartiendo pan, luego de 1 a 7 era mensajero y los fines de semana trabajaba en las noches en bares y discotecas”, recuerda.

Desde el principio se acostumbró a las jornadas largas, por eso hoy no le cuesta trabajar seis días seguidos en turnos de 12 horas y descansar 4 días.

Cuando migró a España ya tenía una relación estable con Nancy Pinzón, su esposa desde entonces. Ella permaneció en Colombia, aunque había quedado en embarazo del que nació Natalia su única hija.

Así que, durante los primeros años Nancy viajaba a España a visitar a Daniel y luego volvía al país. Eso se facilitaba, porque Nancy trabajaba en territorio colombiano, pero para una firma española. Lograron que en uno de esos viajes naciera Natalia que por esta vía adquirió la nacionalidad española.

Entre 2003 y 2006 los viajes de la familia eran permanentes. Pero al final de ese período, Nancy logró que en su trabajo la trasladaran a Madrid. Entonces Daniel ya tenía la compañía permanente de su esposa y su hija: lograron hacerse a un apartamento y él legalizó su situación en España. Ya en ese momento todos obtuvieron la nacionalidad española.

Daniel siguió prosperando e hizo cursos para convertirse en paramédico y técnico en emergencias. De esa manera inclusive pensó en estudiar una carrera profesional e ingresó a la Universidad Complutense de Madrid, pero por el ritmo de trabajo en algún momento los horarios no cuadraban así que abandonó ese intento hace un par de años.

Tiempo después ya en esta década, los padres de Nancy (Hernando y Magdalena) llegaron también a Madrid y se convirtieron en un apoyo fundamental para toda la familia.

En sus ratos libres, a Daniel le gusta ir al gimnasio y también, cada vez que puede, ir al estadio o ver por televisión los partidos del Atlético de Madrid su equipo del alma.

Partido de fútbol Atlético de Madrid

Daniel y su suegro Hernando eran asiduos visitantes del estadio para ver los partidos del Atlético de Madrid. A la derecha, Hernando con su esposa Magdalena que fueron un apoyo enorme para la familia.

Una Champions inolvidable

El pasado 11 de marzo tuvo lugar un evento que va a quedar como uno de los hitos históricos en el corazón de todos los hinchas del Atlético de Madrid. En una gesta sin antecedentes, el equipo madridista derrotó en su propio estadio al Liverpool durante un partido en el que los dirigidos por Diego Simeone mostraron todo de lo que son capaces. En los 90 minutos reglamentarios, el partido terminó 1-0 a favor del Liverpool, lo que obligó a jugar dos tiempos extras de infarto en los que el Atlético remontó y llevó el marcador final a 3-2 a su favor. Así logró ponerse en la siguiente fase del más importante campeonato interligas de Europa.

Desde antes de su llegada a España, Daniel se había vuelto hincha del “Aletic” como se le dice cariñosamente al equipo madridista. En esa gesta lo acompañaba su suegro, Hernando Pinzón. De hecho, Daniel tiene varias fotos acompañado de Pinzón en el estadio. Pinzón se radicó en España después de 2010 y junto con su esposa Magdalena o Magolita como le dicen de cariño se convirtieron en un apoyo invaluable para el matrimonio de Daniel y Nancy y su hija Natalia.

Esa noche del 11 de marzo, el partido entre el Atlético y el Liverpool era en territorio inglés, así que Hernando vio el partido por televisión y a Daniel, que tuvo turno en la ambulancia, le tocó seguirlo por radio y tablet, en los tiempos de descanso que tuvo.

Tobón recuerda que sintió mucha alegría por el triunfo de su equipo del alma. Al llegar a su casa el jueves por la mañana, al finalizar el turno en la ambulancia, comentó un par de cosas con su suegro sobre el tema y a través de sus redes sociales se mostró alegre no solo para celebrar, sino para fastidiar a varios miembros de su familia y amigos que son seguidores del Real Madrid y siempre sufren ante cualquier éxito de su rival de patio.

Pero ese partido no solo será inolvidable para esta familia por el triunfo del Atlético, sino porque ese mismo día se abrieron las puertas al infierno de covid-19 en la casa de Daniel.

Tobón recuerda que empezó a padecer síntomas el jueves después del triunfo. Todo se inició con una tos seca, mucha debilidad en el cuerpo hasta llegar a una fiebre que alcanzó a ser de 38 grados. Logró dormir para reponerse del turno y los síntomas. Al levantarse, después del mediodía, por cuenta de que en la noche trabaja, buscó una buena comida y hasta se tomó un Red Bull porque no quería ir débil a cumplir con su turno. Pero ya entonces se había olvidado por completo de las razones que tuvo para celebrar.

El proceso de debilitamiento fue muy rápido y por eso decidió más bien irse para el hospital. Ya entonces todo el planeta estaba hablando de un virus muy contagioso que estaba tomándole ventaja a todos: autoridades, profesionales de salud y pacientes.

Sin lugar a dudas en el caso de España también hubo demoras por parte de las autoridades a la hora de tomar decisiones para aplanar la curva en el número de contagios. Ya en “Urgencias” del Hospital Ramón y Cajal, a Daniel le fue diagnosticado covid-19 y como no mostraba otras complicaciones luego de 12 horas de estar en observación ya en el viernes 13 de marzo, fue enviado a la casa, pero con todas las precauciones de cuarentena que él cumplió.

Antes de que Daniel volviera a casa, su esposa, Nancy, había empezado a sentir un mayor debilitamiento y fiebre. También para ella todo fue muy rápido, porque terminó yéndose al mismo hospital en la tarde: la dejaron hospitalizada.

Igual ocurrió con Hernando, el padre de Nancy y suegro de Daniel, que empezó con los síntomas y también tuvo que ir al hospital ese mismo viernes donde lo dejaron internado en el mismo piso de su hija. Prácticamente eran vecinos de convalecencia.

Resulta muy difícil determinar cómo se dio el contagio en la familia. Todos llevaron su cotidianidad sin contratiempos hasta los primeros días de marzo, cuando el virus ya estaba regado por todo Madrid, por toda España, por todo el planeta. Daniel venía trabajando con normalidad, Nancy y su hija mantuvieron actividad y el propio Hernando estuvo saliendo a la calle porque era un hombre de muchos amigos.

Durante la hospitalización, Nancy recuerda que tuvo dos días críticos. “Pensaba que había llegado el momento. Pero no fue así”, dijo. Finalmente, el siguiente jueves, 19 de marzo, le dieron de alta. Como Nancy y su papá estaban internados en el mismo piso, ella pidió el favor a las enfermeras que le permitieran pasar a la habitación de Hernando.

“Ella estuvo con mi suegro, le tomó una foto para llevársela a su mamá, Magdalena, para que estuviera más tranquila. Se despidió, pero pensando en verlo a los pocos días cuando le dieran de alta”, recuerda Tobón quien dice que en ese momento ni se imaginaban un desenlace trágico.

Nancy por su parte recuerda que decidió quedarse con él un rato para verlo y despedirse. “Le dije que lo amaba, que le daba las gracias por el padre maravilloso que había sido”, comentó.

Hernando tenía un teléfono móvil con el que se mantuvo conectado con la familia mientras estuvo hospitalizado y le alcanzaron las fuerzas. Pero después de ese jueves en la noche no volvió a contestar. Su cuadro de síntomas empeoró y el viernes empezó a debilitarse de manera mortal. El virus apenas le dio una semana de vida.

“El sábado nos llamaron a darnos la noticia desde el hospital”, recuerda Daniel. Hernando había muerto. Eso los tomó por sorpresa. Si bien, desde el viernes, cuando ya no contestó las llamadas, supieron que algo andaba mal, nadie en la casa esperaba este final.

Lo peor es que el covid-19 hace todo más doloroso para las familias. “Entonces llamamos a la funeraria para cuadrar todo el proceso. Fueron a nuestra casa firmamos el contrato, se pagó, ellos lo recogieron en el hospital y como a los tres días, cuando se logró un turno para la cremación, nos llamaron para decir que ya tenían las cenizas de él”, recuerda Tobón.

Eso significa básicamente que nunca pudieron darle la despedida al padre, al abuelo, al suegro y compañero de afición por el Atlético. El vacío obviamente es enorme y la falta de un ritual de despedida hace más doloroso el duelo.

Daniel apenas abandonó su aislamiento en el hogar a comienzos de abril y empezó a laborar nuevamente, ya con el coronavirus superado. A pesar de que la mayoría de la población debe mantenerse en casa, Tobón, por su oficio, debe continuar en el frente de batalla. No importa que el covid-19 haya golpeado duro y hondo en su casa. Es uno de esos héroes para los que la función debe continuar, porque hay gente que salvar allá en las calles.

Él sale a trabajar con unos protocolos de protección muy estrictos. El coronavirus está mostrando su faceta más agresiva no solo en España, sino en Italia, Estados Unidos y muchos de los países desarrollados.

Para Daniel, su esposa Nancy y toda su familia esta será una temporada que nunca podrán olvidar. Les ha tocado ver de cerca a la que es hoy una amenaza global y han tenido que sufrir su impiedad. Daniel sigue exponiéndose en un territorio ya hoy dominado por la enfermedad.

Al preguntársele si en su casa el coronavirus ya está superado desde una perspectiva de los síntomas y el contagio. No responde ni ‘sí’ ni ‘no’. Dice, en cambio: “el covid-19 está en todos lados”. Esa es la realidad hoy.

Nancy por su parte considera que “la gente tiene que poner en valor la vida. El mundo tiene que ser un lugar mejor después de esto”.