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Actividades como el transporte y los restaurantes sintieron el golpe de un día para otro. A muchas de esas personas, los ingresos les cayeron casi a cero. | Foto: fotografía_ iStock

CORONAVIRUS

¿Es hora de regalarle plata a la clase media?

Al menos 14 millones de personas vieron afectado su ingreso por la suspensión de muchas actividades económicas, como los independientes, los emprendedores y los informales. En materia de dinero, estas personas viven en alerta roja.

3 de abril de 2020

La actual crisis ha mostrado, entre otras cosas, un segmento de la población más vulnerable de lo pensado, y no precisamente situado entre las capas más pobres.

Se trata de 14 millones de personas que habían logrado establecer una fuente de ingreso como profesionales independientes, emprendedores o informales que se consideraban exitosos. Pero en las circunstancias, viven una vulnerabilidad total. Viven al día y tienen muy pocos ahorros. Considerarlos es vital al definir las herramientas de política pública si la cuarentena se alarga.

Muchos de estos ciudadanos pueden caer incluso en situación de pobreza en muy corto tiempo, si no tienen para cubrir necesidades básicas como alimentación, vivienda o servicios públicos. Hay casos muy variados. Alejandro Orozco es un pequeño empresario del transporte. Hasta unas semanas antes del confinamiento preventivo, transportaba a ejecutivos de grandes multinacionales por todo Bogotá y en otras rutas a lo largo del país. En total, en su compañía trabajaban 20 carros. “Hasta 8 días antes del primer caso todo funcionaba perfectamente. Pero de un momento a otro, automáticamente, la gente empezó a limitar sus salidas y luego, con el cierre del aeropuerto, todo se paró”, explica Orozco. En pocas palabras, hoy este empresario no tiene actividad económica que le genere ingresos.

Jeison Romero se abrió campo durante 10 años en Argentina junto a su esposa y sus hijos. El año pasado volvió a Colombia para impulsar la cadena de restaurantes gestionada por su esposa Tatiana González y su hermano Dave Romero desde hace 9 años. La cadena tiene dos puntos en Bogotá y uno en Medellín que tuvo que cerrar en febrero, justo antes de la pandemia, pues no les dio los resultados esperados.

Independientes afectados por la cuarentena

De izquierda a derecha: Alejandro Orozco, Jeison Romero y Alejandro Rico, empresarios y trabajadores independientes afectados por la cuarentena.

Con los dos restaurantes de Bogotá, la actividad se vino al piso con la misma velocidad: de un momento a otro las ventas cayeron porque la gente dejó de ir a sus locales ubicados uno en el centro y otro en Villa Mayor.

Ahora trata de mantener algo de operación con servicios a domicilio mediante aplicaciones disponibles como Rappi. Sin embargo, reconoce que eso no le da ni para llegar a 20% de la actividad que tenía antes de la crisis. Mientras tanto busca ver cómo mantiene los pagos a sus 11 empleados, cuyos ingresos dependen de su pequeña empresa.

Por su parte, Alejandro Rico, un microempresario del transporte, tiene un taxi cuyo producido representaba la mayor parte de su ingreso. El vehículo está en manos de un conductor que no ha podido volver a salir a trabajar. Y aunque lo hiciera se vería expuesto a riesgos de salud y no tendría cómo hacer el producido de antes del confinamiento.

En caso del transporte solo siguen operando servicios como el de alimentos. En servicios médicos, principalmente los asociados a la contención y tratamiento de la pandemia.

Carlos Romero, un técnico en electrónica, hasta finales del año pasado ganaba dinero como interventor de un contrato de la Unidad de Servicios Penitenciarios y Carcelarios (Uspec), y en la reparación de computadores. Las dos principales fuentes de recursos de este profesional están paralizadas actualmente.

Yeimi Orjuela, con siete meses de embarazo, trabajaba en labores de estética a domicilio (manicure o depilaciones, entre otros). Ella cuenta que hoy no produce nada. Se sostiene gracias a que su compañero trabaja en el Instituto Nacional Penitenciario (Inpec) en la cárcel de Picaleña en Ibagué, donde se presentó uno de los trágicos amotinamientos hace un par de semanas.

Estos casos muestran unos pocos ejemplos de la enorme vulnerabilidad a la que está expuesta una parte importante de la clase media colombiana. Muchos de ellos no cuentan con un ahorro adicional para enfrentar una parada súbita de los ingresos y, por eso, inmediatamente comienzan a afectar su patrimonio. O se endeudan más o empiezan a vender sus activos para subsistir.

Las autoridades deberán proponer salidas para estas personas que pueden caer fácilmente en la pobreza.

Su panorama es más complejo, pues por su nivel de ingreso no tienen acceso a los programas sociales del Gobierno. Por ejemplo, casi todos se mostraron preocupados por la cotización a salud y pensiones, pues hacen estos pagos mensualmente como independientes y, si los suspenden, podrían quedar inclusive sin protección médica en estos momentos.

Según Orozco tiene una caja que, en el mejor de los casos, le llega hasta el 12 de abril. A partir del 13 le tocaría acudir a los bancos y, si la cuarentena se extiende, tendría que pedir la ayuda de su familia. Orozco vive en una zona de estrato cuatro y reconoce que no estaba preparado para un choque de estas magnitudes.

Carlos Romero, experto en computadores, señala que en este momento no tiene obligaciones como arriendos o servicios públicos y eso alivia la carga. Pero reconoce que no ha podido enviarles dinero a sus tres hijas, pues sus entradas prácticamente cayeron a cero y no cuenta con ahorros suficientes.

Por su parte, Rico, el propietario de un taxi, dice que la situación es más crítica si se tiene en cuenta que su esposa también es independiente y está inactiva hoy. Ahora mismo le preocupan cosas básicas como el pago de créditos y servicios públicos, así como la pensión de su hijo que estudia bachillerato. Para él la situación es tan crítica que solo tiene para sobrevivir hasta comienzos de abril. A partir de entonces le tocará buscar ayuda de familiares y conocidos.

¿Salidas?

El Gobierno debe considerar estrategias para ayudar a esta clase de personas. Una de ellas es conocida como “dinero helicóptero”. La planteó el premio Nobel de economía, Milton Friedman, que usa el símil de una aeronave de esas que lanza billetes. La pregunta clave es qué harían las personas con ese dinero. En los casos mencionados en este artículo, la respuesta es clara: cubrir necesidades básicas como alimentos y vivienda.

El economista Marc Hofstetter aseguró que no le parece “descabellado” acudir a esta clase de estrategia. “En estas circunstancias todas las opciones de lucha deben estar sobre la mesa. Si el Gobierno lo considera necesario debe dar el paso”, explicó.

El director de Anif, Mauricio Santamaría, aseguró que el dinero helicóptero puede consistir en todas las ayudas directas para la población de menores ingresos. “Pues la verdad, ya se están utilizando. Todas las transferencias directas son justamente eso. La pregunta es si toca ampliarlas. Y yo creo que, si la situación se alarga, va a ser inevitable. Tocará hacer transferencias directas a empresas de diferentes tamaños, a más personas, etcétera. El problema, por supuesto, será cómo financiar una mayor cobertura para el dinero helicóptero”, comentó el economista.

En los últimos años, Colombia logró consolidar una clase media. Sin embargo, en las actuales circunstancias quedó en evidencia que ese grupo es vulnerable a un choque extraordinario como el del coronavirus. Hay que encontrar respuestas rápidas para ellos.