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La idea de colgar trapos rojos para indicar la necesidad de ayuda alimentaria comenzó en Soacha y ahora está por casi todo el país. | Foto: steban Vega La-Rotta

DESIGUALDAD

Coronavirus: más pobres y menos clase media

Con el freno súbito de la economía, el país podría perder más de la mitad de lo ganado en la última década en su política social.

30 de abril de 2020

Diversos estudios internacionales aseguran que por cuenta de la crisis unos 500 millones de personas en el mundo caerían en la pobreza. Colombia no será la excepción.

Es más, el país aparece en publicaciones como Foreing Policy y The New York Times, que advierten que 135 millones de personas en el planeta van a aguantar hambre ante la falta de ingresos, y eso va a derivar en conflictos sociales. Ya se han visto estampidas de personas que en Kenia intentan participar en un sorteo de harina y aceite de cocina, con decenas de heridos. O en India miles de trabajadores hacen fila dos veces al día para obtener pan y verduras fritas. En Colombia, los hogares pobres decidieron colgar trapos rojos en sus ventanas como señal de que tienen hambre.

Esta particular forma de pedir ayuda llamó la atención de la prensa internacional, pero también debe encender las alarmas en el país. En efecto, cada vez más ciudades y pueblos presentan esas manchas rojas que evidencian los graves problemas de desigualdad y presagian un trágico incremento de la pobreza extrema en Colombia. Ese flagelo, que el país logró reducir con mucha dificultad en los últimos años, probablemente subirán de nuevo.

Fedesarrollo, basado en que la cuarentena terminaba el 27 abril, calculaba que, por las pérdidas de empleos entre las micro y pequeñas empresas y el sector informal, la pobreza podría subir 6 puntos porcentuales. Eso implica un enorme retroceso, dado que en la última década hubo una reducción de 10 puntos. “Es decir, el país retrocedería un poco más de la mitad de lo que avanzó en diez años”, sostiene Jairo Núñez, investigador de Fedesarrollo que trabaja en el tema con el Banco Mundial y Planeación Nacional.

Fuente: Dane

Estas primeras simulaciones indican que la pobreza pasaría de 27%, dato de 2018, pues el de 2019 aún no ha salido, a 33%. Y podría crecer más, pues la cuarentena se amplió hasta el 11 de mayo, fecha para la cual numerosas empresas podrían haber dejado de funcionar.

Más vulnerables

Wilson López López, sicólogo social y profesor de la Universidad Javeriana, publicó un documento sobre las señales que envían los trapos rojos en el país. Asegura que, en medio de la incertidumbre, una de las pocas certezas es que la covid-19 afecta a todos sin discriminación. Pero en sociedades tan desiguales como la colombiana, los más vulnerables reciben un impacto mucho mayor.

Así mismo, el acceso a las tecnologías de información y comunicaciones hoy es vital. Pero cerca de 24 millones de colombianos no cuentan con acceso a internet.

Señala que este fenómeno de las banderas rojas comenzó en Soacha pero ya está en Medellín, Santa Marta, Neiva, Cali, Ibagué, Pereira, Armenia, Tuluá, Barranquilla y municipios del Cesar. Además, ya no se limita a los barrios menos favorecidos, sino que cada vez se mueve más a los de clase media.

Justamente ahí está otro de los grandes riesgos, que muchas personas que accedieron a la clase media ahora regresen a la pobreza. López López dice que allí es más duro sacar los trapos rojos, pues esas familias con mucho esfuerzo llegaron al estrato 4 y ahora, por vergûenza, no se atreven a pedir ayuda, además, porque sus vecinos no se la dan.

Esos casos reciben el nombre de pobreza oculta, que afecta a personas que incluso tienen vivienda propia y viven en barrios de clase media y alta. Gente que súbitamente se quedó sin ingresos y no contaban con ahorros, lo que los ha llevado a que ahora tampoco tengan qué comer.

López López propone sumar a los trapos rojos banderas amarillas, para identificar a las familias en riesgo de quedarse sin recursos. “Incluso debemos pensar en señales de otros colores o estrategias alternativas para indicar otros riesgos, como la violencia de género”, precisa. Para este catedrático, la desigualdad en el país es un fenómeno innegable pero también un fenómeno de percepción.

En países mucho más equitativos que Colombia, como España o Chile, la gente siente que hay mucha desigualdad. Por su puesto, acá es una realidad y no una percepción, pero el sentimiento también ayuda. Por eso, habría que tener presente que es insostenible seguir en las mismas condiciones de desigualdad.

“Con la pandemia no solo podemos perder, también podemos aprender y este debe ser el reto como sociedad”, concluye este experto.

Efecto retardado

Las mayores consecuencias del confinamiento se verán en empleo y pobreza. En la crisis de 1999, cuando la desocupación llegó a 20,5% y el PIB se contrajo 4,5%, el país tomó casi 4 años para recuperarse (en 2003). Según Jairo Núñez, de Fedesarrollo, esto se explica por la histérisis, un concepto proveniente de la física que se presenta al poner una corriente electromagnética que se sigue sintiendo luego de retirada. Igualmente, los efectos de un choque económico continúan después de terminado. “En la crisis pasada la economía solo reaccionó tras la reforma laboral de 2002 y esta vez duraría más. Cuando el choque termine, el alto desempleo se quedará por lo menos 18 meses pegado, y eso presenta el reto más grande al Gobierno”, advierte Núñez.