JULIO ANDRÉS ROZOGRISALES

Restaurar ecosistemas: El reto económico, social y ambiental de Colombia

Desde hace 15 años que estoy involucrado en el sector medioambiental he tenido la oportunidad de escuchar y ver la evolución de los objetivos, enfoques y alcances de las políticas ambientales.

Julio Andrés Rozo Grisales, Julio Andrés Rozo Grisales
3 de octubre de 2019

 Las tendencias internacionales terminan definiendo las orientaciones nacionales. Me explico, cuando suceden las grandes cumbres ambientales como Río 1992, Kyoto 1997, Río+10, Río+20 y las COPs, Colombia termina definiendo su paquete de políticas públicas al son de lo que se concluye de ellas. Bueno, no está mal hacerlo pues tiene todo el sentido del mundo hacerlo, más cuando hablamos de que el clima no conoce políticas ni fronteras.

No obstante, creo que podemos ser un poco más díscolos y rebeldes e ir un poco más allá de lo que nos pide la tendencia de la política internacional. Igual, que no se interprete como una crítica, ni siquiera se trata de una crítica constructiva hacia el andamiaje de la política ambiental del país; se trata más bien de una invitación a dar el “salto de rana” (leap-frogging -término de ambientalista-) y no tener que pasar por B o C cuando se está en A, si lo que se quiere es llegar a D. 

La evolución que he notado y me disculparán mis colegas del sector si es que me descacho (los invito a complementarla más bien), ha abordado enfoques tales como los siguientes: producción más limpia, conservación y preservación ecosistémica y aprovechamiento sostenible y responsable del capital natural. Estos tres macro-enfoques, de los cuales parten innumerables aristas de política pública, me parecen las tres patas de la silla a la cual le falta una cuarta y la cual, es la fuente de inspiración de esta columna para llegar a D: reconstruir, restaurar, reparar ecosistemas, etc., póngale el nombre que sea (tema de otro debate que no daré aquí de momento).

Hoy en día, que hablamos sobre deforestación, tema que por fin está en la agenda pública con un mayor protagonismo, caigo en cuenta al analizar los debates que el enfoque sigue teniendo una orientación conservacionista. ¿Qué quiero decir? Que lo que buscamos es evitar que la deforestación aumente en lugares en donde yacen los bosques. Y si, de nuevo apelando al sentido común, esta es y debería ser la ruta de trabajo, al menos en el corto y mediano plazo. 

Pero aquí viene el pero que puede estar dejando pasar una oportunidad de oro para demostrarnos como país como un país ambiental de pura sepa: ¿Y qué tal si le trabajamos también a reconstruir los ecosistemas que desde los años del ex-presidente Guillermo León Valencia han sido deforestados, contaminados, sobresaturados o aporreados? (citando una de mis anteriores columnas: “Guillermo León Valencia (1962-1966) creó el Instituto Colombiana de Reforma Agraria (INCORA) para, en palabras crudas, “abrir monte” y experimentar la pérdida de innumerables hectáreas de selvas en la región andina, atlántica y amazónica. La ley de promoción de la colonización sobre “terrenos baldíos”, fue un motor de destrucción que hoy todavía prevalece en Colombia. Millones de hectáreas de bosques se han deforestado debido a la inmediatez de la soluciones paliativas para dar contentillos populares, bajo el pretexto del desarrollo”. 

Cada vez que tomo carretera o veo desde los aires hacia abajo los paisajes (no me condenen mamertamente por ser un ambientalista que viaja en avión), veo paisajes transformados que muy otrora fueron bosques pero que nuestra generación, e incluso la de nuestros padres, se acostumbraron a ver como normales. Las dinámicas de urbanización y ordenamiento territorial que se han desarrollado desde hace décadas, han normalizaron a nuestros ojos estos paisajes como potreros o zonas de cultivo, zonas que a propósito, cuentan con bajas tasas de productividad. Colombia necesita de manera urgente un mejor ordenamiento productivo. Según el IDEAM, entre el año 2010 y 2015, se deforestaron cerca de 693 mil hectáreas de bosque (adicionales a las que se han deforestado entre 2015-2019, casi 180 mil anuales en promedio). Entonces la pregunta es: ¿qué estamos haciendo para restaurarlos? Y la pregunta no es solamente para las autoridades públicas, es también para usted que puede tener un predio bajo su propiedad.

De cara a las siguientes elecciones de octubre, quisiera invitar a los candidatos a que analicen la delimitación de la frontera agrícola de Colombia expuesta por la Unidad de Planificación Rural Agropecuaria (UPRA) en 2018 y que se tomen en serio cómo van a desarrollar sus planes de ordenamiento territorial con un enfoque restaurador. Me gustaría creer que más allá de la conservación de la riqueza natural de lo que hoy en día aún existe, tenemos líderes y visionarios que contribuirán con sus decisiones a re-construir, o al menos permitirle a la misma naturaleza re-hacerse una vez más.

Doy fin a esta columna con esta proposición de ciudadano-ambientalista interesado.