EDUARDO LORA

La Tierra inhabitable

Los científicos han pecado por exceso de cautela sobre la velocidad y los efectos del cambio climático.

Eduardo Lora, Eduardo Lora
22 de agosto de 2019

El cambio climático está avanzando mucho más rápido de lo previsto. Así lo confirman tres noticias de las últimas semanas. En Siberia está ardiendo un bosque del tamaño del departamento de Santander, liberando no solo el dióxido de carbono de la materia vegetal, sino también el metano que estaba atrapado en el subsuelo congelado desde hace millones de años, y que genera mucho mayor calentamiento global. En Groenlandia está derritiéndose 60% de las zonas de glaciares; el agua derretida en un solo día reciente habría bastado para llenar 4,4 millones de piscinas olímpicas. En Brasil, debido a la acelerada tala de bosques propiciada por Bolsonaro, la selva amazónica está muy cerca del punto de no retorno a partir del cual, por pérdida de extensión, no podrá mantener el ciclo de evaporación y lluvias del que depende su sobrevivencia; desde ese momento, la selva tenderá a decaer en forma imparable en el futuro.

Lo alarmante de estos tres eventos es que, hasta hace poco, no se esperaba que ocurrieran antes de 2030. Ya es casi un hecho que el aumento de la temperatura global en ese año superará los 1,5 grados centígrados que se consideraban el límite seguro para la humanidad. Con dos grados de aumento (en vez de 1,5) habrá 150 millones de muertes adicionales solo por contaminación del aire y las muertes por inundaciones aumentarán 50%. Esto está a solo una década de distancia: ¿qué edad tendrá usted?

Al ritmo que vamos, hacia 2050 cada verano 1.600 millones de personas estarán expuestas a temperaturas letales y 255.000 morirán por exposición al calor. En ese mismo momento, 150 millones de personas estarán en riesgo de deficiencia de proteínas y minerales porque los granos y vegetales tendrán menos poder alimenticio debido a las altas temperaturas. La productividad agrícola caerá además porque habrá más pestes y menos agua. Peor aún, 5.000 millones de personas no tendrán acceso regular a agua potable. Cientos de millones de personas serán desplazados ambientales. ¿Cuántos años tendrán sus hijos? Este panorama desolador está a la vuelta de la esquina.

Colombia no está en la lista de los países más afectados por estos fenómenos, como es el caso de la India y muchas zonas de África. Pero inundaciones cada vez más frecuentes afectarán a Cartagena, Barranquilla y Santa Marta y muchos lugares sufrirán temperaturas extremas la mayor parte del año. Las lluvias torrenciales y las largas sequías serán cada vez más frecuentes e intensas. La productividad agrícola se desplomará en algunos cultivos, como el arroz, el café y el maíz. La ganadería extensiva producirá aún menos que ahora.

Todo esto demandará mayor gasto público y mayor protección social. En especial, la salud pública enfrentará retos que ahora son incalculables: se sabe que aumentarán la malaria y otras enfermedades transmitidas por mosquitos, pero será imposible prever las grandes epidemias que causarán bacterias o microbios que hoy conviven con nosotros, pero de los que jamás hemos oído hablar.

Si algún error han cometido los científicos ha sido el exceso de cautela en sus predicciones sobre la velocidad y los efectos del cambio climático. Por el temor de ser desacreditados por alarmistas, han pecado en realidad por demasiado optimistas. El público de todas partes del mundo sigue creyendo en que hay tiempo para resolver el problema y en que habrá milagros tecnológicos que nos librarán de todos estos males. La Tierra Inhabitable, un reciente libro de David Wallace-Wells, muestra con la más extensa base científica posible que la humanidad padecerá muy pronto estos y muchos más problemas, y que es pura fantasía esperar soluciones efectivas en el plazo que tenemos.

Yo me pregunto quién en Colombia puede tener visión de largo plazo para pensar en estos problemas y poder de persuasión para que quienes detentan el poder político y económico hagan un pacto de cooperación para enfrentar lo que nos viene con los ojos abiertos y con las mejores defensas posibles.