JULIO ANDRÉS ROZO

Educación ambiental: necesitamos más incentivos para cuidar el medioambiente

Hace 15 años pensaba que las personas no cuidaban el medioambiente porque simplemente desconocían la dimensión del reto al que estamos expuestos.

Julio Andrés Rozo Grisales, Julio Andrés Rozo Grisales
17 de octubre de 2019

Mi hipótesis giraba en torno a un vacío: “La falta de información que limita la generación de conciencia”. A partir de esta premisa, he trabajado y he visto cómo mis colegas del sector medioambiental han trabajado por lograr un mayor involucramiento de las personas en la filosofía del cuidado, la conservación y los estilos de vida sostenibles. 

15 años después (2019), debo replantear mi hipótesis porque encuentro que pese al aumento de información para sensibilizar a las personas sobre los retos ambientales y las oportunidades para abordarlos, no se ha generado mucha más conciencia de la que había anteriormente y mucho menos acciones para ser actores decididos para afrontar tales retos.

En los últimos dos años se ha viralizado una serie de problemas ambientales como: la isla de plástico en el Océano Pacífico, la imagen del derrame de petróleo en la Lizama/Santander, el deshielo de alguna parte de un glaciar, o recientemente, cuando por durante dos semanas se visibilizó la quema de la Amazonia. Cuando sucede esto, veo que la gente revienta las redes sociales y tematiza de manera indignada estos hechos. Yo a diferencia de ellos, me alegro de manera macabra que esto suceda porque a veces siento que mostrar estos hechos nos obligarán a sentir el “tocar fondo” y reaccionar. No obstante, me equivoco. No sucede nada.

Entonces concluyo: el hecho de que haya más educación e información para generar más conciencia ambiental, no significa necesariamente que las personas adopten hábitos de consumo y de producción más sostenibles.

A partir de ello empecé a analizar a microescala cómo es que se logra que una persona se involucre activamente en el cuidado del medioambiente. Y si, terminé reinventando la rueda, pero una salvedad: que es una rueda que aún no hemos logrado poner a girar. A continuación lo explico.

Cada quien necesita un incentivo adecuado para transformar sus hábitos de consumo y de producción:

  • Incentivos que profundicen sus miedos: aunque parezca conspirador, hay personas que se mueven cuando les hace sentir que las cosas pueden empeorar. Por ejemplo, puede ser el caso de una madre que decide cambiar su chip por miedo a que su hijo/a viva en un mundo-futuro oscuro.
  • Incentivos que potencien sus deseos y pasiones: son personas que se mueven, si y solo si algo está íntimamente relacionado con sus sueños particulares y específicos. Decir que todos soñamos con un medioambiente limpio y conservado, no resulta ser algo específico. Son personas que en la mayoría, les importa cinco el medioambiental y no se preocupan por ocuparse en estos temas. En este caso, lo mejor es ver qué es lo que realmente los mueve para buscar vínculos ambientales con ello.
  • Incentivos que refuercen sus valores: son personas que ya tienen una convicción orientada al cuidado. Por lo general, somos los ambientalistas.

Un ejemplo para inculcar el pensamiento y sentimiento ambiental entre los niño

Decirle a un/a niño/a que siembre un árbol o que plante y cuide una huerta en su colegio es una tarea que puede quedarse coja si esta no cuenta con un incentivo para que el/la niño/a quieran cuidar el árbol o mantener viva  y funcionando la huerta. Dicho esto, entonces cabe preguntarse: ¿qué tipo de incentivos necesita el/la niño/a para sembrarlos, cuidarlos y mantenerlos funcionando? Y la respuesta es sencilla: descubrir las verdaderas motivaciones del infante y hacer de ellas un canal para encauzar los hábitos medioambientales. 

Me explico, supongamos que a los/as niños/as les gusta el fútbol. Entonces, ¿por qué no hacen un torneo  de pruebas con otros cursos en donde el ganador sea quien gane el campeonato de fútbol y quien recolecte la mayor cantidad de lechugas sembradas en su huerta? Este tipo de actividades generan la sensación de reto, motivan y permiten ir construyendo hábitos de consumo sostenible sin ser mamertos. 

Espero que estas recomendaciones puedan ser analizadas e incorporadas en estrategias de educación ambiental. Si hay algo que pueden hacer las instituciones educativas es poner la semilla del interés por el cambio climático. Sin esto, su lucha estará encomendada a la tradicional política y tecnología.