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¿Quitar cinco ceros al bolívar terminará la crisis de Venezuela?

El gobierno venezolano lanzó un plan para enfrentar la depresión y la hiperinflación. ¿Logrará estabilizar la economía?

30 de agosto de 2018

Hace pocos días el gobierno del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, lanzó un plan para combatir la hiperinflación y tratar de poner fin a la prolongada depresión, en la cual cayó desde 2014.

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Debido a ella, hasta ahora el PIB real por habitante ha disminuido cerca de 40%. El Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que este año caiga diez puntos más y que en los próximos cinco años descienda otros diez. Por eso, sin medidas eficaces para enfrentarla, la crisis podría extenderse hasta completar por lo menos una década.

El desabastecimiento de bienes –incluidas las medicinas– y servicios que ha causado la depresión, la depreciación de la moneda en el mercado negro por la escasez de divisas y la financiación del elevado déficit fiscal (30,2% del PIB en 2018) con la emisión monetaria del banco central, a falta de otras fuentes, han llevado la inflación al 108.000% y el FMI calcula que al finalizar el año se eleve hasta 1.000.000%.

Las precarias condiciones de subsistencia para la mayoría de la población, la deficiente provisión de los bienes y los servicios públicos, la falta de oportunidades y la desesperanza han provocado un éxodo de venezolanos hacia los países vecinos y el resto del mundo, donde hay 4 millones de ellos, de los cuales cerca de 1 millón están en Colombia.

La estrategia del gobierno para enfrentar ahora la depresión y la hiperinflación comprende una nueva denominación de la moneda, que suprime cinco ceros a la unidad del bolívar fuerte, para remplazarlo por el bolívar soberano.

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También ancla el valor del dólar al del petro, que es la criptomoneda del gobierno. Para lograrlo se estableció la equivalencia del valor del peso a 3.600 bolívares soberanos y al precio del barril del petróleo venezolano, cuyo promedio es de cerca de US$60 en los mercados internacionales. Con ello se pretende que el crudo respalde tanto al petro como al bolívar soberano, para darles credibilidad entre los ciudadanos, de modo que no se deprecien con facilidad.

Además se eliminarán varios subsidios a la gasolina, con lo cual su precio se elevará.

Al mismo tiempo se sube la tasa del IVA de 12 a 16% y se incrementa el salario mínimo en 5.900%.

Por último, se devalúa la moneda en 2.300%, al equiparar la tasa oficial a la del mercado y se libera un poco el control de cambios, al aumentar la frecuencia de las subastas de divisas del banco central y al permitir la operación de un mercado más libre en las 300 casas de cambio introducidas con ese propósito.

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A pesar de que la eliminación de los subsidios a la gasolina y el incremento del IVA ayudarán a estabilizar el déficit fiscal, este conjunto de medidas aumentará la inflación, porque no resolverá los cuellos de botella de la producción doméstica, incluida la de petróleo, que colapsó por la deficiente administración de Pdvsa. Tampoco solucionará la escasez de divisas para importar. Por el contrario, generará presiones de costos que se transmitirán a los precios.

Si para evitarlo se endurecen los controles del gobierno, se desestimulará aún más la producción del sector privado, que colapsó por las expropiaciones y la fijación administrativa de los precios.

Por tanto, no parece que el nuevo plan vaya a tener éxito en reactivar la economía ni en detener la hiperinflación. Para lograrlo se requiere un cambio institucional que facilite la producción y el intercambio de bienes y servicios, al tiempo que permita una asignación eficiente de los recursos, para que se pueda elevar la productividad y con ella la remuneración de los factores.

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Con el diseño de las políticas económicas adecuadas, que enfrenten los problemas estructurales de la economía venezolana, el cambio institucional también contribuiría a recobrar la confianza de los inversionistas y los consumidores.

En esas condiciones, el país podría obtener crédito de los organismos multilaterales e incluso ampliar su acceso a los mercados financieros, para conseguir la liquidez en moneda extranjera que necesita para servir su deuda externa y realizar las importaciones que ayuden a solucionar el desabastecimiento. Sin embargo, esa revolución institucional no parece posible sin un cambio de gobierno, que restituya la democracia y facilite el libre desenvolvimiento de la iniciativa privada. Mientras tanto, se prolongarán la depresión, la hiperinflación y la miseria en el país, con lo cual aumentarán la angustia y el éxodo de los venezolanos hacia el resto del mundo.

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