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ANÁLISIS

¿Por qué apoyar la ciencia en la discusión del “fracking”?

Nuestra sociedad está en tal grado de polarización y de emergencia cultural que a cuanto tema se manifiesta en la agenda nacional le vemos dos bandos, es blanco o es negro, no promovemos ni el pluralismo ni la ciencia, visiones tan necesarias en estos tiempos de globalización.

Eusebio Orozco*
21 de noviembre de 2020

Me inclino a mostrar argumentos adicionales a una discusión tergiversada desde su planteamiento: estamos discutiendo algo que no se llama así y que no se ha realizado en este país; la palabra fracking es una degradación lingüística a un conjunto de prácticas y tecnologías que podrían mejor llamarse fracturamiento hidráulico multietapa con perforación horizontal -FHPH en español.

Diversos grupos nacionales (algunos patrocinados por intereses internacionales) acotan la técnica a presuposición de sus riesgos e impactos, principalmente en el agua subterránea, sin diferenciar entre riesgos (que son una probabilidad) e impactos (que son consecuencias que originan un riesgo, si llegará a presentarse).

Esta práctica tiene riesgos como toda actividad humana, pero más de dos docenas de universidades, organismos, ONG entre los que se destacan las academias de ciencias e ingeniería alemana, de medicina de EE. UU. y la Investigación científica independiente del norte de Australia han concluido sobre sus posibles impactos que “los hechos científicos o técnicos no justifican una prohibición general del fracturamiento en hidrocarburos”.

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La conclusión generalizada es que con correctas regulaciones enfocadas en consideraciones de subsuelo, superficie, supervisión y sistemas de gestión se puede aplicar la técnica con mínimos o nulos impactos negativos sobre el medio ambiente, aguas subterráneas y superficiales, actividad sísmica y potencial daño a la salud del ser humano.

Esta nueva innovación tecnológica ha traído consigo una revolución tanto económica, social, geopolítica y ambiental. Es falso que esta técnica de extracción petrolera y gasífera permita factores de recobro altos, la industria todavía está recuperando solo un estimado del 5 al 8 por ciento de los hidrocarburos presentes en shales ricos en líquidos (el potencial es inmenso).

Esto podría ser interpretado como si este tipo de desarrollos necesitaran muchos más pozos, nada más alejado de la realidad; se necesitaron décadas y más del millón de pozos en convencionales para llegar a menos de los niveles de producción que obtuvo USA en menos de 10 años con los miles de pozos de no convencionales, esto implica impactos mucho menores al paisaje.

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La discusión sobre el desarrollo de FHPH en los no convencionales dejo de ser solo sobre riesgos e impactos ambientales, se ha extendido al ámbito social, económico y de comercio, cada sociedad ha planteado de acuerdo con sus condiciones principalmente económicas la necesidad o no de desarrollar hidrocarburos.

Los dos países más grandes del mundo no han sido ajenos, EE. UU. emitió una orden ejecutiva la semana pasada que exige a entes gubernamentales que realicen un análisis del impacto del fracking en la economía y el comercio y las consecuencias si se prohibiera la técnica de extracción de petróleo y gas natural.

China, uno de los países con mayores potenciales, subsidia a las empresas de fracking desde junio del año pasado, EE. UU. ha sido el único que ha podido desarrollarlos de forma masiva, esto principalmente debido a la naturaleza privada de los derechos de propiedad sobre los minerales, la capacidad de apalancamiento financiero local y el emprendimiento histórico.

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En 2013 la United States Chamber of Commerce destacó los efectos principales que ha tenido esto en empleos, PIB, precios e importaciones. En diciembre de 2019, Estados Unidos se había convertido en un exportador neto de energía, las emisiones de dióxido de carbono disminuyeron en 19% en los últimos años convirtiéndolo en el país con más reducciones de este tipo en el globo.

La relación costo/beneficio no es la misma para Europa y EE. UU. como para nosotros, las primeras son las más grandes y diversificadas economías del mundo, mientras la nuestra es una economía emergente que debe hacer un análisis de sus costos de oportunidad para creación de riqueza nacional, disminución de la pobreza y protección medioambiental.

Tanto emprender el desarrollo de estos recursos como no hacerlo tienen sus costos, si la actividad se realiza con las más altas y correctas regulaciones y en el entendido de la búsqueda del bienestar común, per se no es dañina, el enfoque debe ser fortalecer la regulación, garantizar prácticas responsables, salvaguardar el medio ambiente, respetar la comunidad, maximizar los beneficios y oportunidades disponibles garantizando la planificación para el futuro.

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Saber si esto es posible en el país solo se determina luego de una correcta evaluación de los Proyectos Piloto de Investigación Integral (PPII), toda determinación previa, es a lo sumo una opinión o como dijo Hannah Arendt: “un sustituto a la acción con la esperanza de que la esfera de los asuntos humanos escapara de la irresponsabilidad moral y fortuita inherente a una pluralidad de agentes”, dejemos que hable la ciencia y menos ideologías.

*Ingeniero de petróleos y químico