RAÚL ÁVILA FORERO

Un diagnóstico mórbido de la competitividad

Colombia logró mejorar en el ranking de competitividad de talento humano, destacando por un mayor desarrollo y preparación de este. Pero sin analizar también el estado de la demanda en el mercado laboral, parece crearse un sesgo en estudios de competitividad.

Raúl Ávila Forero, Raúl Ávila Forero
19 de febrero de 2019

Los grandes avances en materia tecnológica están redefiniendo la forma en la que se mueve el mundo. Sin embargo, toda esta ola de transformaciones también arrastra al talento humano a redefinirse dentro de un mercado laboral que demanda conocimientos específicos en herramientas tecnológicas para el desempeño de sus labores.

Solo por mencionar algunos ejemplos, vemos como las ofertas de empleo, para muchos cargos, demandan mucho más de conocimientos en software que van desde ofimática intermedia-avanzada hasta requerir especificidades como manejo de SAP, Helisa para el manejo contable, SQL para manejo de bases de datos, STATA o R para análisis estadístico, e incluso principios en lenguajes de programación como Python, Java o Visual Basic. Y aunque muchas veces lo ponen como “deseable”, llegan a ser criterios decisivos en los procesos de selección.

La formación en herramientas tecnológicas, hoy día, se configura como un componente altamente competitivo en materia laboral. El inconveniente es que no se ofrece lo suficiente a nuestro talento humano y se vienen a dar cuenta de su importancia una vez terminan su carrera a nivel técnico, tecnológico o profesional, cuando se enfrentan a la realidad del mundo laboral.

Por ello, dada la difícil empleabilidad para muchos colombianos, con y sin educación terciaria, el emprendimiento resulta ser una salida ante la falta constante de oportunidades por no satisfacer los conocimientos específicos y altamente calificados que piden en muchas ofertas de empleo hoy día.

Por el lado de los profesionales, la falta de empleabilidad ha migrado hacia una tendencia en que se preocupan mucho más en adquirir conocimientos más técnicos en la medida en que acuden a especializaciones u otro tipo de posgrados. A diferencia de generaciones pasadas, las nuevas generaciones van en busca de programas alternativos y no dependen de su pregrado porque, la verdad, esto ya no basta.

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Gran parte de la competitividad laboral de una nación viene de la formación y desarrollo del talento humano, midiéndose no solo en la capacidad de inserción que tiene una persona dentro del mercado laboral actual, sino también por la capacidad que tiene de desarrollar nuevos modelos de negocio. Y en esto, Colombia ha venido mostrando, recientemente, resultados positivos pero que no cumplen aún un nivel de satisfacción considerable en la oferta laboral.

En 2019, nuestro país logró escalar dos puestos en el ranking global de competitividad por talento, propuesto por el grupo Adecco. Logró ocupar el puesto 67, destacándose por habilidades relacionadas al desarrollo del talento humano, su crecimiento y el desarrollo de las habilidades técnicas y vocacionales.

Con esto, bajo un análisis regional, obtuvo el puesto 7 después de Chile, Costa Rica, Uruguay, Trinidad y Tobago, Panamá y Argentina. Los líderes de la región tuvieron un mejor balance entre los criterios de estudio y destacaron algunos como el crecimiento, la atracción y la retención. Sin embargo, el criterio en el que menos destacamos como región fue en el desarrollo de habilidades relacionadas al conocimiento global.

En realidad, esto nos pone en una muy buena posición regional porque lo que se indica es que nuestro talento humano es cada vez más desarrollado y capacitado. Respecto a generaciones pasadas, tenemos un mejor acceso a la educación, incluso desde los primeros niveles de escolarización.

Sin embargo, resaltando los notables avances que hemos tenido durante esta última década, los esfuerzos no son suficientes. Parte del estudio de Adecco también reconoce que América Latina está siendo testigo de una erosión progresiva de su talento y resalta la importancia del emprendimiento en el desarrollo de nuestras economías y en el estímulo a la innovación.

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Se trata de la importancia de atraer y retener también el talento emprendedor por su rol en la generación de firmas de menor tamaño que generan nuevos cargos multidisciplinarios que ocupar, con lo cual ganan una mayor participación como empleadores a nivel nacional. Sabiendo, claro, que para llegar lejos en el negocio la digitalización y la globalización son componentes esenciales para el progreso, crecimiento y supervivencia empresarial.

A lo largo del estudio, los países más competitivos presentaban una correlación alta entre el ingreso per cápita y el desarrollo de su talento humano, aspecto que requiere una buena inversión en salud y educación (desde la primaria hasta la terciaria). Son países que saben combinar políticas sociales para mejorar la dinámica de su economía, volviéndola mucho más innovadora, con la capacidad de desenvolverse en ámbitos internacionales. Por eso su talento humano es tan competitivo.

Por lo pronto, Colombia mantiene retos importantes, que no ha trabajado, en su stock de migrantes (atraídos por potencial académico y/o laboral), políticas activas y efectivas que estimulen el mercado laboral (que no conlleven a una menor movilidad social), profesionales preparados, número de investigadores y salarios competitivos. Aspectos que nos dejan lejos de una competitividad lozana y verdaderamente sustentada.

Sin embargo, rebosa el cinismo al considerar una buena puntuación en cuanto a facilidad de contratación sin evaluar su calidad. ¿Recuerda el auge de los modelos por prestación de servicios? Ahora súmele la controversial propuesta de la contratación por horas que solo aumentará las brechas de desigualdad y disminuirá los niveles de atracción y retención de nuestro talento, aquel al que le demandamos prepararse más para acoplarse a un mercado que no le ofrece lo suficiente.  

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