CLAUDIA VARELA HERRERA

Seriamente justo

Es evidente que en el mundo la repartición está muy mal hecha y por supuesto en las organizaciones no puede haber nada diferente.

Claudia Varela, Claudia Varela
14 de julio de 2019

Justicia. Palabra profunda, grande y absolutamente perdida en la inmensidad de una sociedad que tiene todo menos de eso. Su definición nos lleva a un principio moral que inclina a obrar y juzgar respetando la verdad y dando a cada uno lo que le corresponde.


Es evidente que en el mundo la repartición está muy mal hecha y por supuesto en las organizaciones no puede haber nada diferente. El ser humano se sumerge en una montaña de creencias y conceptos desde niño. Hace unos años en una junta directiva escuché a alguien (muy bien rankeado en mi corazón de gente que debe ser admirada) decir que los líderes debían viajar y entender otros mundos para llegar a ver lo que nos falla en Colombia.

Tenemos una sociedad injusta y violenta. Por todo queremos pelear, amenazarnos, responder de mala forma. Tengo varios ejemplos de injusticia que no dependen de lo que haga o no hagan los malos políticos sino más bien de lo que no hacemos como personas.
El cuidado de las cosas públicas es muy bajo, yo diría que cero. El espacio público no le importa a nadie en las grandes ciudades como Bogota, porque cuando las cosas son de todos terminan siendo de nadie. Los ciudadanos no respetan las calles, los muros, las bancas en los parques, a veces ni recogen los asuntos de sus perros. Y a nadie le importa ya que eso es culpa siempre de otro. Nunca es culpa propia.

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Vamos a ejemplos corporativos. Tal vez alguno conozca casos donde personajes de muy poco aporte real a la organización terminan expatriados, con salarios millonarios, con cargos muy elegantes. Y del otro lado personajes muy buenos, con análisis profundos, con pensamiento estratégico que terminan siendo sacados de las organizaciones. Esto es un buen ejemplo de la no justicia de los lideres organizacionales.


La tibieza de un líder puede ser también un factor muy importante de la injusticia del diario vivir. Hoy que las organizaciones son tan planas que las decisiones se toman entre más sujetos es necesario ser objetivo y definir. Conozco líderes de muy alto nivel que permiten que sus equipos tomen decisiones injustas con los demás y así lavan su conciencia.


La tibieza moral. Esa tibieza en la que vivimos todo el tiempo, culpando a los demás, dejando que los demás decidan, no apretar el gatillo no nos hace menos asesinos.


Es muy difícil ser justo en ambientes donde la agresividad y el bullyng moral son el pan del día. Nos encanta estereotipar, asi que alguien que no esté de acuerdo con todo y genere diferencia es conflictivo, una mujer que tenga mucho carácter es histérica, una persona tímida es poco comercial y alguien joven es poco comprometido.


Creo que no somos conscientes del rol que nos exige una posición de liderazgo. El líder no solo decide cosas de negocio, aporta en la medida que sea posible a la vida de los demás. Trata de generar espacios de justicia en donde todos puedan aportar, aunque sea el/ella quien al final deba tomar la mejor decisión.

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Eduquemos en justicia. Tratemos de vencer el subdesarrollo mental de pensar que somos más porque tenemos más. O que tenemos más principios morales que los demás. Si algo somos como personas es una total mezcla de lo bueno y lo malo. Así que lideremos en la educación hacia el ejemplo y la justicia, no a crecer la brecha de la diferencia.


La justicia es un valor determinado como bien común por la sociedad. Nació de la necesidad de mantener la armonía entre sus integrantes. Busca a través de pautas y criterios un marco adecuado de las relaciones entre personas e instituciones.


¿Que tal si lideramos por la igualdad? Sin prejuicios sociales, sin etiquetar a los demás, cuidando el bien colectivo. Dejemos de criticar a los demás y seamos un poco más responsables de nuestras propias decisiones o no decisiones.


La justicia de un líder, desde lo filosófico, una virtud, una disposición que inclina de un modo firme y permanente los actos de una persona. Como indicaba Santo Tomás de Aquino, no es justo quien conoce lo que es recto sino quien obra rectamente.

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