JULIANA SÁNCHEZ TRUJILLO

¿Por qué no se me ocurrió a mí?

No es que no tengamos buenas ideas, es que tenemos miedo a explorarlas.

Juliana Sánchez Trujillo, Juliana Sánchez Trujillo
12 de diciembre de 2018

El mundo de la innovación conlleva una pequeña obsesión por la novedad, al punto que muchos se limitan o bloquean por no considerar que sus ideas tengan ese factor único. El problema, es que entre más sesguemos las ideas esperando que llegue el chispazo de algo completamente nuevo que nadie ha visto, más nos quedaremos como espectadores preguntándonos por qué esa idea no se nos había ocurrido antes.

La causa de este problema puede darse de dos formas distintas. Por un lado, puede deberse a la falta de autoconfianza o al mismo miedo a cometer errores. Esto puede deberse a que en la mayoría de los entornos organizacionales es común que se castigue el error o que la necesidad de mostrarse impida la toma de riesgos.

Además, es natural que tendamos a dar las cosas por sentado, ignorando grandes oportunidades de innovación por considerarlas como algo obvio y evidente. Pero si de verdad fuera así, ¿por qué nadie ha tomado cartas en el asunto?

De hecho, esto es algo que me recuerda a mí misma constantemente, pues a veces, considero que las cosas son tan evidentes o de tanto sentido común que deberían ser visibles para todas las personas. Pero no se puede olvidar que el contexto del que se viene y la experiencia que se tiene, nos cargan a todos con diferentes lentes para ver la vida, por lo cual lo que pareciera ser una minucia para uno, puede generar un gran valor para otro.

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Otra razón por la que en ocasiones dejamos las ideas de lado, es porque vivimos en una cultura con una alta aversión al riesgo; es decir, cuando se presenta una mínima posibilidad de incertidumbre en los resultados, optamos por dejar de lado las iniciativas que queremos emprender y elegimos preservar el status quo.

De hecho, una investigación realizada por la Universidad de Wharton demostró que la mayoría de las personas en organizaciones establecidas tiende a mantener una posición cautelosa frente a las nuevas ideas cuando estas conllevan algún grado de ambigüedad.

Lo anterior hace que se valore la creatividad de dientes para afuera, pero que se opte siempre por la practicidad a la hora de tomar decisiones. Lo anterior se convierte entonces en una gran limitante, pues cuando se requiere pensarse a largo plazo y moverse en direcciones desconocidas para conducir las organizaciones a nuevos campos de juego, el miedo se apodera de las personas y terminamos optando por más de lo mismo, o tomando riesgos que no dejan de ser más que soluciones de mejora continua, pero que no posibilitan verdaderas transformaciones en las empresas.

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Todo esto hace que muchas veces no seamos profetas en nuestra tierra o que no se tomen las decisiones correctas a tiempo, tal y como sucedió en Kodak, Blockbuster, Nokia, entre otros. Allí seguramente había personas muy buenas y con excelente criterio, pero fue su miedo a la incertidumbre lo que terminó jugando en su contra. Por eso, no olvide que la acción vence el miedo y que en ocasiones es mejor experimentar que dejarnos contaminar por la parálisis por análisis