JULIO ANDRÉS ROZO GRISALES

¿Cena navideña con pavo? ¡mucho gringo!, mejor consuma tamal o Pirarucú

Esta semana el trabajo me llevó a Caquetá y cruzando palabras con una señora sobre nuestros planes navideños, me dice que va a comprar pavo con salsa agridulce. “¿Será que vivió mucho tiempo en Estados Unidos y se agringó?”, me pregunté…

Julio Andrés Rozo Grisales, Julio Andrés Rozo Grisales
19 de diciembre de 2018

Los colombianos tenemos costumbres muy raras para nuestro contexto si uno se pone a pensar en cada uno de ellos de manera detenida. Aún veo vitrinas de almacenes con esas bolitas blancas de icopor que emulan la nieve; también lo veo en un centro comercial en la calle 82 de mi ciudad, que pese a su nombre que evoca la cordillera de los andes, se decora con renos nórdicos que de ninguna manera proceden de Chingaza...

Y sí, seguimos comiendo pavo como “tradición” navideña al lado de un árbol navideño que es un pino y que películas extranjeras como mi pobre angelito nos hicieron creer, hoy por hoy, que eso es algo más colombiano que el mismo cuchuco de espinazo.

Esta confusión de identidad nos lleva a donde estamos: a no saber quiénes somos realmente y a dónde vamos. Nos lleva a adoptar lo de afuera y a no mantener lo nuestro o crear desde lo que fuimos y todavía podemos seguir siendo.

En fin, dejo hasta aquí esta reflexión porque no me quiero desviar de la orientación que le he dado a mi columna de cada jueves. Quiero hablar sobre medio ambiente y el poder del consumidor: de usted que está leyendo esta columna y de la primera persona que se encuentre apenas termine de leerla.

Sea lo que sea que corresponda con sus gustos, invite a su cena de navidad o año nuevo a un plato típico colombiano hecho con ingredientes típicos colombianos. ¿Qué tal un sancocho o un ajiaco pa los rolos? ¿Qué tal un tamal tolimense o un sabroso pirarucú como le dije a aquella señora caqueteña? ¿Qué tal un cabeza e‘ gato con algo más si lo cogió la noche buena en Montería?

Ya veo venir los comentarios en redes sociales a esta columna: “pero la importación de alimentos está matando el campo colombiano y nuestras tradiciones… bla bla bla”. Más bien, antes de lanzar ese tiro típico de muchos colombianos que le endosan la responsabilidad de todo al papá gobierno, pregúntese: “¿Qué puede hacer usted por conservar algunas tradiciones, sabores, cuentos, mitos, leyendas, bailes, rondas y demás que nos hacen vivir una colombianidad a la colombiana?”.

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Me duele la conversación que recientemente tuve con mi sobrina, para quien su consumo de información se sustenta principalmente en Netflix e Instagram al seguir a Miley Cyrus y Ariana Grande… Me fui al extremo y le hablé del Burro Mocho (el gran Noel Petro) y los grandiosos catorce cañonazos bailables.

Pude ver en sus ojos un evidente “¡nada que ver!”. En fin, me volví a desviar del argumento o me estoy envejeciendo muy rápido y volviendo chocho, pero sé que muchos que leen este párrafo asienten con aquello que relato.

De regreso: qué tal si invita a su comida navideña y a la del 31 de diciembre algo bien típico, local y con una historia colombiana. Qué tal si al hacerlo, piensa en el tributo que le estará haciendo a las tradiciones que se van desvaneciendo. Pero también, a los campesinos que durante todo el año mantienen una gran proporción de nuestras neveras y cocinas llenas.

Sí, me llegaron casi los cuarenta y me estoy volviendo chocho. Y por eso, seguiré con esta retahíla para animar el consumo de nuestros productos locales en el 2019. De momento, les deseo unas ¡felices fiestas en paz con los suyos y con el medio ambiente!

¡Hasta el próximo jueves!

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