JOSÉ MIGUEL SANTAMARÍA

La virtualidad aumenta la desigualdad

Dentro de todo los problemas y cambios que hemos tenido que hacer durante estos días de pandemia está el de la virtualización de nuestra cotidianidad, la adaptación en algunos casos ha sido fácil y en otros no tanto.

José Miguel Santamaría, José Miguel Santamaría
28 de agosto de 2020

Aunque a nivel educativo ya existían varios avances en la virtualidad sobre todo en la educación universitaria y de posgrados, en el ámbito escolar ha sido bastante complejo. 

Era común antes del coronavirus ver que las grandes universidades del mundo ofrecían sus posgrados y maestrías virtuales en los que los estudiantes tenían que viajar una o dos veces al año a presentar los exámenes o a tener algunas clases presenciales. De hecho, para un país como el colombiano era un modelo que podía replicarse ya que se evitarían muchos elefantes blancos e inversiones en ladrillos en sitios alejados que podían ser mejor utilizadas en calidad educativa.  

Como en este sector de la educación el contacto interpersonal y de convivencia es poco, la asimilación y la costumbre han funcionado bien. 

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Para lo que el mundo no estaba preparado era implementar esto en la educación de los más jóvenes, la virtualidad para la primaria y la secundaria ha sido un reto inmenso para las instituciones educativas ya que prácticamente ninguna venía trabajando en el tema y esto entró de sopetón.  

Adicionalmente considero que existe una gran diferencia entre las diferentes edades de este grupo. Mientras los mayores pueden hacer sus cursos o clases responsablemente, existen edades en las que un adulto mayor todavía es indispensable para lograr los objetivos, en este caso le ha quedado muy complejo a los padres de familia, así estén en sus hogares, el necesario acompañamiento a sus hijos por cuenta de las labores propias de su trabajo. 

He visto el caso de padres hasta altas horas de la noche poniéndose al día en su trabajo por cuenta de la educación virtual de sus hijos menores. 

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Pero lo que más preocupa dentro de este grupo de estudiantes no es lo anteriormente anotado sino las diferencias entre las herramientas de trabajo entre un estudiante de una familia ‘pudiente‘ y otro de una que no lo es. Esto tiene muchos aspectos que van desde la calidad del pénsum escolar, pasa por el computador desde el que recibe la clase y llega a la conectividad, aquí es donde las diferencias son abismales. Tuve la oportunidad de ver cómo estudian virtualmente niños en municipios alejados de las grandes urbes, hacerlo con el celular de un familiar y pagando la conectividad por minutos en prepago. 

Acá es donde vemos que debemos hacer un esfuerzo muy grande para lograr que las clases menos favorecidas puedan tener acceso a internet, poderse conectar bien sea gratis o a precios que ellos puedan pagar, pero además que sea una conectividad de calidad. Si queremos disminuir la brecha ente el campo y la ciudad, entre ricos o ‘pudientes‘ y pobres, la conectividad hace una gran diferencia, esta ayudará a que los jóvenes continúen en el campo y no se vayan a las ciudades a engrosar los cinturones de pobreza. 

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Como independientemente a que se acabe la cuarentena y que volvamos a la normalidad la virtualidad llegó para quedarse, es indispensable que los gobiernos del orden nacional y regional hagan todos los esfuerzos necesarios para conectar al país virtualmente, es una necesidad que nos cogió ventaja.