PABLO LONDOÑO

La crisis de la edad mediana

La frase “crisis de la edad mediana” la acuñó el psicólogo canadiense Elliot Jaques en 1965, dejando sembrada esa al parecer fatídica predicción de que el ser humano, pasados los 45 años de edad, se enfrenta de manera casi que irremediable a sus limitaciones, sus restringidas posibilidades y su mortalidad.

Pablo Londoño, Pablo Londoño
27 de junio de 2019

Lo irónico del caso, que ha dado pie a una innumerable cantidad de artículos y teorías, es que el mismo Jaques, que con su doble doctorado en medicina y psicología había logrado una notable carrera hasta cumplir los 40, logró vivir dos veces y hasta su muerte a la edad de 86 logró cambiar totalmente de enfoque y de profesión, dedicándole la segunda parte de su vida profesional a escribir 12 libros y armar su empresa de consultoría.   

Fue sin duda su segundo ciclo profesional el más exitoso. Sus ideas más originales fueron construidas al final de la década del 90 cuando ya casi cumplía los 80 años de edad y todavía seguía con una producción intelectual envidiable que lo hicieron famoso.

Lo irónico del caso de Jaques, es que, si bien suena a gran excepción, su ciclo de vida no es muy diferente al de todos los que llegamos a esa edad, que dados los cambios profundos que ha tenido el ciclo vital en la era moderna, debería ser el racional imperante.

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La edad de retiro, ese número mágico que marca los 65 años fue realmente una creación alemana que data de 1916. Veintisiete años antes el canciller Otto von Bismark había establecido la edad de 70 años como el momento de empezar a recibir la pensión. En su momento la discusión fue acalorada de cómo podría el Estado asumir semejante costo. Bismark con tranquilidad afirmo: “No se preocupen, casi nadie llega a los 70”. No le faltaba razón. En esa época la expectativa de vida en Alemania era tan solo de 49 años.

Esa realidad sin embargo ha cambiado de manera drástica en las últimas décadas. Hoy, cuando la ciencia ha logrado que el hombre alcance una esperanza de vida cercana a los 80 años de edad, podríamos afirmar con absoluta certeza que cuando se alcanza la edad mediana, el hombre tiene tantos años de vida productiva por delante como años productivos tuvo hacia atrás.

Desafortunadamente por temas ya no vitales sino culturales, mentalmente estamos condicionados a llegar a esta edad con una disposición mental de retiro y de limitación, y no con la disposición que el ciclo vital nos plantearía con las oportunidades que brinda la experiencia.

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La edad mediana es interesante porque es el momento de revisar una gran cantidad de suposiciones. A esa edad la mayor parte de la gente ha pasado por crisis, conocen bien sus fortalezas, son capaces de poner los problemas en perspectiva. Han vivido mínimo dos décadas de actividad profesional que les ha enseñado mucho sobre negocios pero sobre todo sobre ellos mismos. Ya conocemos bien lo que nos gusta y lo que no y en general somos conscientes de nuestras limitaciones y nuestros talentos.

Es, si lo miramos bajo esa perspectiva, el recetario perfecto para reconstruir la vida profesional y darnos un segundo aire con una óptica más optimista. Esto además hoy, lo valida el mercado. Existe un falso paradigma de que el mundo empresarial no recluta pasada cierta edad y esto es absolutamente falso. Lo puedo afirmar como reclutador con conocimiento de causa.

Si bien no desconozco que puede en ciertos casos costar algo más de esfuerzo, son miles los ejemplos que validan el hecho de que no solo hay apetito por talento con experiencia, sino que en muchas ocasiones, sobre todo para niveles altos, esas canas tiene mucho valor frente al ímpetu pero la inexperiencia de gente más joven.

Tenemos idealizadas de otro lado las infinitas posibilidades que brinda la juventud. Se nos olvidó que también de jóvenes sufrimos de la presión de no saber para que somos buenos, de la presión del entorno, de demostrarnos competentes siempre dentro de un entorno comparativo que cada vez es más complejo. A nuestra edad, ya pasamos la etapa de tener que probarnos como Superman y somos aterrizados a la hora de poder ofrecer nuestra real capacidad de aporte con mayor humildad.

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El mercado laboral está sufriendo una transformación dramática. A las presiones obvias de la era digital se le suman los cambios drásticos en el apetito y los valores de millennials y centennials que traen el chip del emprendimiento y han generado un hueco enorme que se traduce en rotación, absentismo y escasez de talento. Lo anterior, unido a las posibilidades que brinda la ciencia de la salud a las generaciones X y de los Baby Boomers, abre infinitas posibilidades de plantearse ciclos laborales más extensos.

Si bien debemos aterrizar nuestros deseos, y saber diferenciar sueños de fantasías, el espacio está dado para que podamos pensar, con total sentido de la realidad, en un segundo ciclo laboral que podría ser entre otras, en muchas ocasiones, mucho más fructífero y apasionante de lo que fue el primero.