MAURICIO BOTERO

En Cuba, el pollo es el animal con la cola más larga

Uno de los más arcaicos y desactualizados emblemas de nuestra época es la Hoz y el martillo, símbolo del socialismo internacional.

Mauricio Botero Caicedo, Mauricio Botero Caicedo
29 de mayo de 2019

Estas dos herramientas, la hoz y el martillo, tienen hoy la misma actualidad que un emblema con un maso para atontar a los dinosaurios, sobrepuesto a un fósil  de ónix para triturar nueces. Si uno pretende representar en un emblema el socialismo del siglo XXI en la vida real, lo que debería diseñar es una “libreta de racionamiento” (una especie de pasaporte para mantener una mínima distancia del hambre), libreta que de hecho es  el símbolo que mejor explica el funcionamiento del socialismo en la cotidianidad del diario transcurrir.

Según reciente informe de la Agencia EFE, en Cuba la cola más larga para comprar comida es aquella de los expendios oficiales en que se vende pollo,  la “cola del pollo”, como lo anotaba un gracioso. Según el reportaje, “aunque las bromas suelen amenizar la espera, también hay acaloradas discusiones e incluso peleas que se graban y comparten en las redes sociales, convirtiendo este fenómeno en el principal foco de atención de la sociedad cubana y símbolo de la incipiente crisis económica que golpea a toda la isla”. Esta restricción, impuesta por el Gobierno sobre varios productos básicos para evitar el acaparamiento, según EFE, “choca con la picaresca cubana, ya que muchos acuden al supermercado con sus hijos o sobrinos e incluso pagan un CUC (equivalente a un dólar) a terceros para que engrosen la fila y les cedan su cuota de la preciada proteína blanca. La agravada escasez de productos es un indicio de la crisis económica que comienza a golpear duro a este país de 11,2 millones de habitantes cuya alimentación depende entre un 60 y un 70 % de las importaciones, como es el caso de la carne aviar.”

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Para el cubano de la calle, aquel que no pertenece a la ‘nomenclatura’ (o sea, aquel que no hace parte de las altas esferas del gobierno, del partido, o de las Fuerzas Armadas), las raciones estipuladas en la “libreta” o cartilla de racionamiento mensual que asigna el Estado son 3 kilos de arroz, 4 de azúcar, medio litro de aceite de soya, café mezclado, un paquete de pasta, 15 huevos, 300 gramos de granos y dos “posturas” (450 gramos) de pollo. Según recientes informes, “La harina de trigo, el aceite, los huevos, la leche en polvo y las salchichas, junto a las frazadas o paños para limpiar los pisos, han sido desde finales del pasado año los principales artículos víctimas del desabastecimiento.”

Con pequeños cambios de tiempo y lugar, exactamente lo mismo que está pasando en Cuba, pasa en la Venezuela de Maduro. La enorme diferencia es que mientras esas escasas raciones  le permiten comer algo a todos los cubanos, en Venezuela el acceso a las tiendas de comida, las infames CLAP (Comites Locales de Abastecimiento y Producción), están limitadas a aquellos que militan en el chavismo. El desastre económico de los chavistas no se limita a mantener más de la mitad de la población al borde de la hambruna. En un país que supuestamente tiene las reservas de petróleo más grandes del mundo, el equivalente a un dólar a la tasa de cambio actual es suficiente para comprar 554,6 millones de litros de gasolina, suficientes para llenar 222 piscinas olímpicas. Por supuesto, esta grotesca distorsión de los precios ha causado el mayor desabastecimiento de gasolina en la historia reciente venezolana.

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El socialismo es un sistema económico primitivo e ineficiente que lejos de generar riqueza, multiplica la pobreza. Sin duda, los pricipales fracasos del socialismo están en su casi absoluta incapacidad de producir alimentos. En el socialismo real, la seguridad y la soberanía alimentaria, son quimeras que nunca han sido alcanzadas. No se puede olvidar que el manejo inepto y criminal de Stalin, causó la muerte de más de veinte millones de campesinos; y el demente “Gran Salto Adelante” de Mao Tse – Tung, llevó a la tumba a cerca de 36 millones de chinos. Los pocos países socialistas que disfrutan de comida, por escasa que sea, obviamente importan casi la totalidad de sus alimentos.