EDUARDO LORA

El rompecabezas laboral

Los venezolanos son la pieza clave para entender la situación laboral.

Eduardo Lora
19 de septiembre de 2019

Varios analistas, incluyendo el Ministro de Hacienda, se han declarado perplejos por la situación laboral. ¿Cómo es posible que, habiendo más empleo formal y menos trabajadores en la informalidad, haya más desempleo y tanta gente se esté saliendo del mercado laboral?

Empecemos por entender el asunto del empleo formal. La construcción es el único sector donde el empleo es mayor en los últimos tres meses (mayo-julio) en comparación con el año anterior. Esto es gracias, sobre todo, a que los alcaldes están afanados por completar la mayor cantidad de obras posibles antes de que se termine su período de gobierno a fines de este año. La mayor parte de ese empleo es formal, pues se trata de contratos oficiales. En contraste con la construcción, el empleo formal ha bajado considerablemente en las “actividades empresariales” (es decir, las tercerizadoras y agencias de empleo) y en la industria manufacturera debido a que cayeron las exportaciones de productos industriales. En los demás sectores el empleo formal ha cambiado muy poco.

El resto del acertijo es bastante fácil de explicar. Los trabajadores que no tienen empleo formal la están pasando muy difícil porque les está tocando competir con los nuevos trabajadores venezolanos que están dispuestos a trabajar por menos que los colombianos. Los trabajadores independientes que hace un año ganaban por debajo de $1 millón mensuales, ahora están ganando menos. Por ejemplo, el trabajador independiente “mediano” (es decir, el que está justo en el escalón 50 en una escala de 1 a 100 de todos los trabajadores independientes) pasó de ganar $623.000 en 2018 a $600.000 este año. Y el del escalón 25 cayó también: pasó de $325.000 a $300.000 mensuales. Puesto que la canasta de consumo se ha encarecido por lo menos 3%, estos trabajadores están pasándola muy mal.

Los ingresos de muchos trabajadores independientes son tan bajos que muchos están abandonando sus pequeños negocios, bien sea para tratar de buscar empleo formal, lo que está muy difícil, como ya hemos visto, o para pasarse a la “inactividad laboral”. Unos estarán ayudando con los oficios domésticos, otros estarán estudiando y otros vagando. Se trata de trabajadores desalentados por la mala situación laboral.

El Dane ha calculado que en el último año, unas 124.000 personas que antes vivían en Venezuela se han incorporado al mercado laboral colombiano. De ellas, 100.000 están ocupadas de alguna manera, la mayoría como informales (los números reales posiblemente son mayores, por la dificultad de encuestar a los inmigrantes recientes). En ese mismo período, de las personas que ya estaban en el país (colombianos o no), 147.000 han dejado de trabajar, 172.000 han pasado a engrosar las filas del desempleo y 282.000 han abandonado el mercado laboral.

En síntesis, los inmigrantes venezolanos están desplazando a los trabajadores pobres porque están dispuestos a trabajar por menos. En contraste, a los trabajadores de clases medias y altas, tanto independientes como asalariados, les está yendo bastante bien. Por ejemplo, el trabajador independiente del escalón 90 está ganando 5% más que el año pasado, y el asalariado del escalón 90 está ganando 9,5% más que en 2018. En otras palabras, la desigualdad de los ingresos laborales está empeorando, una pésima noticia en el país con la mayor desigualdad del ingreso de América Latina y la quinta más alta del mundo.

A pesar de todo esto, sería un error concluir que el país ha hecho mal en permitir la migración masiva de venezolanos. Puesto que son más educados que los colombianos y están ansiosos por trabajar, puede haber beneficios para todos. Una vez que se incorporen a las actividades productivas que mejor se ajusten a sus capacidades y puedan gastar más en bienes de consumo serán una fuente de ingreso para otras personas y de recaudos para el fisco. Con el paso del tiempo, muchos de ellos tendrán sus propias empresas y crearán empleos. Hay urgencia en que el Gobierno y las alcaldías de las principales ciudades implementen estrategias para lograr estos beneficios y no desaprovechar este inesperado “bono demográfico”.

Si estos temas le interesan, le recomiendo mi libro Economía Esencial de Colombia.