DANIEL NIÑO

El porvenir

La crisis está deprimiendo más las tasas de interés y el histórico endeudamiento solo es viable mientras se mantengan bajas.

Daniel Niño Tarazona, Daniel Niño Tarazona
9 de julio de 2020

El Fondo Monetario Internacional (FMI) lo había advertido en abril cuando anticipaba una recesión mayor a la de 2008, y los dos escenarios a ese pronóstico eran aún más negativos. El primero contemplaba un encerramiento más prolongado y el segundo un rebrote (a finales de 2020). Esos escenarios no esperaban recuperar el nivel del producto de 2019 antes de finales de 2023 y una pérdida del ingreso frente a la trayectoria antes de la crisis de al menos 3%. Ya estamos ahí y el último mensaje de alerta del FMI es sobre los efectos de una desbordada deuda y el riesgo que ello acarrea de insolvencia.

La enorme liquidez inyectada por los bancos centrales del mundo ha deprimido las tasas de interés globales y ello ha permitido una recuperación del funcionamiento de los mercados financieros. En Colombia, el Banco de la República ha hecho lo propio con compras de títulos de deuda pública, títulos corporativos, operaciones de liquidez de largo plazo y con deuda privada, así como con operaciones de cobertura cambiaria y liquidez en dólares.

La estabilización del mercado monetario y de deuda en Colombia es un importantísimo logro. En marzo, un bono del Gobierno en pesos llegó a tener una tasa de 8,9%; ahora tiene una tasa de 6,3%. Incluso, intercambiar la tasa variable a un día del Índice Bancario de Referencia por los próximos 10 años por una tasa fija está en 4,33%.

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En el mundo y en Colombia, las tasas de interés reflejan un errado precio del riesgo, y evitar el círculo vicioso de una futura crisis financiera requiere de un ingente trabajo por hacerse.

El enorme estímulo fiscal mundial para soportar la dramática caída en la actividad ya implica emisiones de deuda pública 52% mayores a las estimadas inicialmente para 2020, según la calificadora de riesgo Standard & Poors (S&P). En países como Alemania, el estímulo directo e indirecto alcanza a ser 32% del PIB y en Italia 26%. La emisión de bonos privados en Estados Unidos a junio ya superó el total del monto emitido en 2019, y al menos 21% de los bonos en el mercado, según S&P, han tenido rebajas de calificación. También 30% de los bancos en el mundo tienen una perspectiva negativa o una señal de posible rebaja en los próximos trimestres.

Antes de esta crisis, la mediana de las calificaciones de riesgo en la mayoría de los sectores era la más baja desde comienzos de siglo XXI.

En Colombia, el déficit fiscal va a subir a 8,2% y la deuda bruta del Gobierno nacional terminará en 2020 en 68,2% del PIB. Esto compensando con gasto público 92% de la pérdida de ingreso de la población más vulnerable del país, y aun cuando este año se perdió cerca de 3% del PIB en recaudo tributario. Acciones impensables antes, pero necesarias con la idea de detener un daño masivo a la economía y tratando de evitar una más profunda calamidad social.

A su vez, se estima que Colombia perdió de forma permanente con la crisis poco más de 6% de la trayectoria esperada del crecimiento de su economía.

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Para evitar que el extraordinario apoyo fiscal termine generando un más débil y tímido proceso de recuperación, hay que jugarse a fondo por derroteros y paradigmas diferentes: apostar por una economía sostenible que sustituya rentas de energía fósil por renovables, por inversión en infraestructura para superar la fragmentación de mercados en la economía nacional y, con ello, impulsar una menor dependencia de Bogotá en los sectores que más años tardarán en recuperarse, e incentivar inversión en bienes de capital de alta calidad en la modernización productiva. Al mismo tiempo, se requiere una reforma que eleve el recaudo tributario en 2% del PIB.

Si no se hace nada, va a pasar mucho. Los vaivenes petroleros, el débil crecimiento y el deterioro fiscal se traducirían en un re-precio del riesgo y en un menoscabo de la estabilidad financiera. Poner en duda la sostenibilidad de la deuda pública golpearía sin contemplaciones al sistema bancario.