La anhelada descontaminación del río Bogotá requiere de la participación de todos los habitantes de la cuenca. Foto: Jhon Barros. | Foto: Foro educación ambiental

GRUPO RÍO BOGOTÁ

¿Cómo lograr que la ciudadanía deje de lastimar al río Bogotá?

En el tercer foro del Grupo Río Bogotá, varios expertos concluyeron que la descontaminación del afluente sólo será posible si los habitantes cambian sus comportamientos y le dejan de dar la espalda. La educación ambiental es clave para el resurgir del río sagrado de los muiscas.

26 de noviembre de 2020

* Este es un contenido periodístico de la Alianza Grupo Río Bogotá: un proyecto social y ambiental de la Fundación Coca-Cola, el Banco de Bogotá del Grupo Aval, el consorcio PTAR Salitre y la Fundación SEMANA para posicionar en la agenda nacional la importancia y potencial de la cuenca del río Bogotá y  sensibilizar a los ciudadanos en torno a la recuperación y cuidado del río más importante de la sabana.

La agonía del río Bogotá tuvo su brusco despertar a mediados del siglo XX, una época en la que sus habitantes dejaron de verlo como una fuente de vida, almacenamiento y abundancia y lo convirtieron en uno de los mayores epicentros de la contaminación en todo el país.

El incremento poblacional en la sabana causó que la serpiente sagrada de los muiscas empezara a recibir una mezcolanza de vertimientos, basuras y desgracias por parte de sus nuevos moradores, impactos que transformaron sus aguas cristalinas en una densa nata oscura y olorosa e hicieron palidecer su biodiversidad.

El río, que zigzaguea calmado por 380 kilómetros de 46 municipios de Cundinamarca y la capital del país, tomó forma de cloaca y perdió la estampa sagrada que le dieron los muiscas, un pueblo anfibio que lo llamaban Funza, el varón poderoso de la sabana. Sus habitantes le dieron la espalda y lo condenaron al olvido.

Esta es la verdadera cara del río Bogotá en su nacimiento en el páramo de Guacheneque. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz. 

Las cerca de 12 millones de personas que habitan en las 580.000 hectáreas que conforman su cuenca hidrográfica, son los responsables de su lúgubre aspecto. Sólo en su paso por Bogotá, la población le arroja a diario 690 toneladas de carga contaminante, entre residuos sólidos, vertimientos, grasas y arenas.

Su aflicción es tan abismal que tan sólo 11 kilómetros, luego de su nacimiento en el páramo de Guacheneque en Villapinzón, presentan aguas con buena calidad. Es decir que el 97 por ciento de su trayecto está herido y abatido por las acciones de la ciudadanía, comportamientos que lo tienen en estado de coma.

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En 2014, una sentencia del Consejo de Estado obligó a 72 entidades del orden nacional y regional a descontaminar al río Bogotá, una proeza que tiene su epicentro en la puesta en marcha de las Plantas de Tratamiento de Aguas Residuales Salitre y Canoas en la cuenca media, las cuales tratarán el 100 por ciento de los vertimientos generados en la capital a finales de esta década.

El aspecto lúgubre del río Bogotá tiene su razón de ser en en comportamiento de los ciudadanos. Foto: EAAB.

Sin embargo, el éxito de estas megaobras no será posible si la población continúa lastimando al alma de la sabana con sus comportamientos agresivos. Así lo concluyeron varios expertos que participaron en el tercer foro del Grupo Río Bogotá, alianza de la Fundación Coca-Cola, el Banco de Bogotá del Grupo Aval, el consorcio PTAR Salitre y la Fundación SEMANA que busca posicionar en la agenda nacional la importancia y potencial del afluente.

“Entendiendo que las obras no serán suficientes para descontaminar el principal afluente del centro del país, Grupo Río Bogotá avanza en darle visibilidad a aquellas iniciativas que buscan generar una educación ambiental en la región. Es importante que los habitantes de la cuenca crean que la transformación es posible y se conviertan en protagonistas de su renacer. Gobiernos locales, entidades ambientales, empresa privada y la sociedad son fundamentales en este proceso de cambio”, dijo Carlos Enrique Rodríguez, subdirector general del Grupo Semana

La ampliación y optimización de la PTAR Salitre, que en marzo de 2021 le hará tratamiento al 30 por ciento de los vertimientos de la capital, sirve como ejemplo de que las obras de infraestructura como las plantas de tratamiento deben ir de la mano con la educación ambiental de la ciudadanía.

Los bogotanos le arrojan a diario 690 toneladas de carga contaminante al río más importante del centro del país. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

“La pedagogía es la clave para el resurgir del río. Por eso, en la PTAR Salitre dimos marcha a un plan de gestión social y ambiental enfocado en la educación ambiental y transferencia de conocimiento para niños de primera infancia, estudiantes de colegio, universidades, profesores y la comunidad en general”, afirmó Gloria Giraldo, gerente del consorcio PTAR Salitre.

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En los terrenos de la PTAR, ubicados en el noroccidente de la capital entre las localidades de Engativá y Suba, el consorcio ha realizado diversos proyectos educativos y ambientales como la Casa del Curí, donde fueron reubicados los animales silvestres de la zona y que se convirtió en un aula para niños y jóvenes.

En el predio también construimos el Museo de la Basura con los residuos más emblemáticos que estaban enterrados desde los años 60 en el antiguo basurero de El Cortijo, donde hoy está ubicada la PTAR. Allí les enseñamos a los estudiantes la importancia del manejo adecuado de las basuras y los impactos que generan en el suelo y el agua”, precisó Giraldo.

En marzo de 2021 empezará a funcionar la nueva PTAR Salitre, que tratará 30 por ciento de los vertimientos de Bogotá. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

El consorcio ha sembrado educación ambiental en más de 20 universidades del país y en las comunidades de Suba y Engativá. “La nueva cara del río Bogotá requiere de un cambio en la cultura ciudadana, algo que sólo podemos lograr a través de la pedagogía. No hay megaobras que aguanten la falta de conciencia de la población”, recalca la experta.

Según Giraldo, los procesos de sensibilización ambiental hacen que se genere un cambio en los comportamientos y percepción de la población hacia el río. “No hay inversiones que logren cubrir la falta de conciencia ciudadana. Por eso nos enfocamos en sensibilizar a los niños y jóvenes para que comprendan todo el tiempo que tarda un solo envase en degradarse. En el museo hay residuos desde los años 60 que no se descompusieron”.

Otro aspecto clave para la gerente del consorcio es divulgar y comunicar la importancia del río Bogotá. “Ver cómo nace el río en el páramo de Guacheneque genera una gran sensibilidad en la ciudadanía y un cambio interno para conservar su biodiversidad. Los sectores público y privado deben ser una sinergia con el objetivo común de la sostenibilidad a largo plazo”.

Todo indica que a finales de esta década, la nata oscura del río Bogotá llegará a su fin. Foto: EAAB.

Enamorarse del río

En el tercer encuentro del Grupo Río Bogotá fueron presentadas dos iniciativas de educación ambiental en la cuenca que sirven como ejemplo para el resurgir del afluente: el Ecoparque Sabana del Parque Jaime Duque y Navegantes 2020, proyecto del colegio José Max León.

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En 2014, el Parque Jaime Duque, ubicado en Tocancipá, decidió restaurar 70 hectáreas que fueron afectadas por las actividades agropecuarias para convertirlas en una reserva natural de la sociedad civil, la cual nombraron Ecoparque Sabana. 

Dos humedales que suman 13 hectáreas son restauradas en el Ecoparque Sabana. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz. 

A través de acciones como obras de reconformación hidrogeomorfológica, revegetalización, gestión social, educación ambiental, monitoreo de fauna y flora e investigación científica, el terreno pasó de ser una zona árida y sin vida a un hervidero de biodiversidad con dos humedales restaurados y varias áreas de bosques nativos, donde habitan más de 120 especies de aves.

Para Darwin Ortega, director del Ecoparque Sabana, esta transformación en medio de uno de los municipios más industrializados del país, ha sido posible a través de un enamoramiento de la población con los recursos naturales, además de cultivar con amor la conservación.

 

Darwin Ortega es el encargado de liderar los procesos de restauración y educación ambiental en el Ecoparque Sabana. Foto: archivo.

El éxito de la restauración ecológica está en la participación activa de la comunidad por medio de los procesos de educación ambiental. Por eso, en el Ecoparque sensibilizamos y le enseñamos a la ciudadanía a cuidar los recursos naturales, enseñanzas que replican en sus hogares. Lo que está mal es la forma como los seres humanos nos relacionamos con la naturaleza: la educación ambiental debe estar enfocada en transformar esa relación para mejorar nuestro entorno. Todo empieza en casa”.

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A la fecha, más de 70.000 plantas de 140 especies nativas, entre trepadoras, herbáceas, arbustivas y arbóreas, han sido sembradas en el Ecoparque Sabana con la ayuda de 20.000 personas, la mayoría de Tocancipá y otros municipios de la cuenca alta del río Bogotá, y la participación de empresas privadas.

El Ecoparque Sabana es un hervidero de biodiversidad en medio de una zona industrial. Foto: Parque Jaime Duque.

Además de reverdecer el territorio, el Ecoparque realiza varias actividades que rescatan la cultura de los muiscas. Un sendero de cinco kilómetros exhibe representaciones de las principales deidades de estos indígenas, como Bachué, Bochica, Sua, Sie y Chiminigagua, donde los expertos le cuentan a la comunidad la historia de este pueblo anfibio.

Todo esto ha sido posible gracias al trabajo colaborativo con diversos actores del territorio, tanto instituciones como la comunidad. La restauración que hacemos en el Ecoparque es de puertas abiertas, ya que la participación de toda la sociedad es necesaria para que impacte positivamente en toda la sabana y la cuenca del río Bogotá, que debe ser el eje del ordenamiento del territorio”, menciona Ortega.

El trabajo de educación ambiental debe iniciar con los niños y jóvenes. Según Ortega, esto permite que los pequeños desarrollen un sentido de pertenencia con la naturaleza, “el cual nace en la forma como nos relacionamos con el territorio. En el Ecoparque realizamos diversos cursos como de vivero de plantas nativas, recorridos por los bosques y humedales y avistamientos de aves, actividades que le permiten a la gente conectarse y enamorarse de la naturaleza”.

120 especies de aves ahora habitan en las 70 hectáreas del Ecoparque Sabana. Fotos: Parque Jaime Duque.

Niños que navegan por el río

El colegio José Max León, ubicado en el kilómetro 2,7 de la vía Siberia-Cota, decidió crear un proyecto de educación ambiental para que sus niños y jóvenes conocieran la verdadera cara del río Bogotá y empezaran a desarrollar acciones en torno a su recuperación.

Se trata de Navegantes 2020, una iniciativa que empezó con recorridos por varios ecosistemas de la cuenca, como el río Chicú y el humedal Santa María del Lago, para que los estudiantes vieran con sus ojos las problemáticas y biodiversidad de la cuenca.

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“Se llama Navegantes porque el ideal es que los niños y jóvenes naveguen por el río a través de conocimiento y el saber. Los estudiantes aprenden sobre el afluente y desarrollan proyectos de consumo responsable que minimizan el daño que le hacemos”, aseguró Martha Cecilia González, docente y coordinadora de proyectos del colegio.

Martha Cecilia González es la encargada de sembrar el amor por el río Bogotá en los estudiantes del colegio José Max León. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

Para esta profesora, ver a los niños hablando del río Bogotá y proponiendo acciones para dejar de lastimarlo, es algo que no tiene precio. “Para ellos es muy importante sentirse partícipes en la descontaminación del río. Han aprendido a ser críticos, propositivos, tomar decisiones y trabajar de una manera colectiva. Este proyecto también ha involucrado a maestros y padres de familia, quienes también nos estamos transformando para rescatar al río Bogotá”.

Gónzález expresó que esta iniciativa tiene el propósito de acercar a los niños y jóvenes a la problemática actual del río Bogotá y que a través del conocimiento, se conviertan en actores que propongan alternativas y propuestas que impacten en los ecosistemas de la cuenca. “Al conocer la situación del río, los estudiantes empiezan a proponer acciones sencillas que repercuten en su recuperación, aportes que incluso pueden enriquecer los planes de desarrollo municipales y departamentales. No hay que ser un experto para participar en la recuperación del afluente, desde pequeños podemos hacerlo”.

El resugir del río Bogotá necesita de la participación de toda la ciudadanía. Foto: Jhon Barros.

En el año que lleva Navegantes en el colegio, la docente ha reflexionado que el renacer del río Bogotá debe empezar con que sus habitantes lo conozcan. “Por eso realizamos salidas convivenciales con los niños en las tres cuencas para que las conozcan, observen, vean sus realidades y se apropien del territorio. Al conocer al río lo valoran y reflexionan sobre los beneficios que aún presta”.

Al sembrar la semilla de la conservación en los más pequeños, la recuperación del río Bogotá se proyecta a largo plazo. “Este es un proyecto para toda la vida, ya que las acciones y actividades salen del colegio y llegan a las casas. La educación ambiental empieza en las escuelas, pero también implica una serie de actores que puedan colaborar en estos procesos. Si unimos todos los esfuerzos, vamos a ver logros a corto plazo”.

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Lograr un enamoramiento con el río Bogotá es clave para esta docente, algo que los niños y jóvenes del colegio José Max León ya sienten. “Los maestros somos los encargados de generar ese encantamiento con el río, una chispa que genera en los pequeños una gran curiosidad por conocer la historia del afluente. Cuando tienen un contacto directo con el ecosistema, se genera un enamoramiento profundo con la naturaleza”.

Los docentes del colegio José Max León siembran la semilla del enamoramiento por el río Bogotá. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.  

Empresas protagonistas

La educación ambiental no puede quedar sólo en manos de las comunidades y las instituciones educativas. Las empresas privadas juegan un papel fundamental en la transformación de los comportamientos de la ciudadanía con los recursos naturales.

El Banco de Bogotá, uno de los aliados del Grupo Río Bogotá, cuenta con varias acciones que han generado cambios en sus trabajadores y beneficios para el medioambiente. “Si no protegemos los recursos naturales no vamos a sobrevivir. Por eso estamos comprometidos con la mitigación del cambio climático a través de acciones innovadoras que buscan la disminución y mitigación de los impactos ambientales”, aseguró Ana Alejandra Jiménez, gerente de sostenibilidad del Banco de Bogotá.

Una de esas acciones es el Programa de Movilidad Sostenible, el cual busca que los colaboradores del banco se movilicen de una manera más sostenible. “Somos la primera entidad financiera del país con un programa avalado por la Secretaría de Movilidad del Distrito y un sello oro, el cual ha beneficiado a 3.500 colaboradores”, complementó Jiménez.

El uso de la bicicleta es una de las acciones del Programa de Movilidad Sostenible del Banco de Bogotá. Foto: Banco de Bogotá.  

Más de 3.000 trabajadores del Banco de Bogotá han participado en la siembra de árboles nativos en dos reservas naturales. “Queremos promover la educación ambiental enseñándole a nuestros colaboradores cómo hacer un manejo sostenible de los recursos naturales para que lo repliquen en sus hogares”, anotó la experta.

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Jiménez considera que para el caso del Banco de Bogotá, es fundamental rodearse de expertos para dar marcha a los proyectos ambientales. “Las alianzas son fundamentales, ya que esto nos permite ir de la mano de los expertos. Para el Programa de Movilidad Sostenible contamos con el apoyo de la Secretaría de Movilidad, y en la siembra de árboles nativos nos orienta la Fundación Natura”.

La iniciativa más reciente del Banco de Bogotá es “Apartamentos el Río”, un proyecto inmobiliario amoblado con toda la basura que los ciudadanos le arrojan al afluente en su paso por la capital, la cual pretende generar cambios en los comportamientos de la población.

El Banco de Bogotá amobló un apartamento con las basuras que son arrojadas en el río Bogotá.

“Cuando vimos la cantidad de basura que le llega al río, como sofás, televisores y lavadoras, nos dimos cuenta que podíamos amoblar hasta un conjunto residencial entero. Cada mes, el afluente recibe entre 270 y 300 toneladas de basura, cifras equivalentes a llenar entre 10 y 14 camiones de alta carga”, mencionó Luc Jean Jacques Zuelgaray, director de marketing y comunicación del Banco de Bogotá.

Con este panorama, el Banco se dio a la tarea de amoblar un apartamento, ubicado en Chapinero, con los residuos que son depositados en el río. “El ideal es enseñarle a la gente que limpiar el río empieza en las casas y en el día a día de los ciudadanos. Por ahora, debido a la pandemia del coronavirus, la gente puede recorrer virtualmente este apartamento en la página www.apartamentoselrio.com”, apuntó Zuelgaray.

En los pocos meses que lleva al aire, esta iniciativa ha recibido 50.000 visitas en la página web y las redes sociales, su mayoría jóvenes. “70 por ciento de los comentarios son positivos, lo que nos demuestra que el río Bogotá sí le preocupa a los colombianos. La expectativa nuestra es que cada persona tenga conciencia sobre los impactos que genera el botar un solo papel en la calle”.

La ciudadanía puede conocer virtualmente el primer apartamento con las basuras del río Bogotá. Foto: Banco de Bogotá.

Para Zuelgaray, la educación ambiental debe ir más allá de los colegios. “Es un trabajo que inicia en las familias. Si un niño bota un papel en la calle, esto refleja el comportamiento de sus padres y demás familiares. Las redes sociales también sirven como un espacio para sensibilizar a la juventud sobre el cuidado de los recursos naturales”.

La Fundación Coca-Cola, otro de los aliados del Grupo Río Bogotá, lidera varias estrategias para frenar la hecatombe ambiental. “Nos hemos trazado metas bastante ambiciosas. Por ejemplo, nuestro programa ‘Un mundo sin residuos’, busca a 2030 recoger el 100 por ciento de las botellas que ponemos en el mercado, algo que solo vamos a lograr a través de la educación ambiental y el trabajo mancomunado con otras empresas”, dijo Juan Sebastián Jiménez, director de asuntos públicos y comunicaciones de Coca-Cola.

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El Movimiento Re, iniciativa que reúne a los principales productores de bebidas del país, busca fortalecer el sistema de recolección y reciclaje de materiales aprovechables post consumo, principalmente botellas PET, en Barranquilla, Cartagena y Santa Marta. “Esta iniciativa nació en la costa Caribe en junio del año pasado a través del trabajo con cooperativas de recicladores para mejorar la recolecciones de las botellas. La meta es recoger 1.200 toneladas adicionales de PET, a las que actualmente se recuperan en la región, y beneficiar a más de 300 recicladores con jornadas de capacitación”, informó Jiménez.

Tan sólo 11 kilómetros del río Bogotá cuentan con aguas cristalinas. Foto: Jhon Barros.

El año pasado, la Fundación Coca-Cola arrancó con la iniciativa “Por el planeta reciclo”, que busca sensibilizar a las personas para que mejoren la separación en la fuente. “Solo con los ciudadanos vamos a poder salvar al medioambiente y asegurar los recursos naturales a las futuras generaciones”.

El experto precisó que la descontaminación del río Bogotá debe incluir una corresponsabilidad entre las empresas, consumidor, gobierno y comunidad. “Lo más importante es la gestión posconsumo de los envases. Por eso estamos haciendo un gran esfuerzo para que los envases sean más delgados y con mayores porcentajes de resina reciclada”.

La Fundación Coca-Cola se trazó la meta de devolverle al medioambiente el 100 por ciento del agua utilizada en las bebidas a 2020. “Este proyecto, llamado Agua por el Futuro y que desarrollamos con The Nature Conservancy, lo logró en 2015 a través de procesos de reforestación y la recuperación de cuencas hidrográficas. El año pasado  reforestamos 1.940 hectáreas y le reabastecimos a la naturaleza más de 2.100 millones de litros de agua”, indicó Jiménez.

Más de 300 especies de aves hacen presencia en la cuenca del río Bogotá. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

La Ecobanda de La Mesa

El Grupo Río Bogotá también presentó dos iniciativas que tienen a la educación ambiental como protagonista: la Ecobanda de niños y jóvenes de un colegio del municipio de La Mesa y el Libro de Mamíferos de Bogotá elaborado por dos biólogos de la Universidad Nacional.

Desde pequeño, Pablo Andrés Sánchez, oriundo del municipio de Tibaná en Boyacá, desarrolló una pasión por los libros. Por eso no dudó un solo instante en estudiar docencia en humanidades y lengua castellana, una carrera que hizo en La Mesa, Cundinamarca.

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Pero Sánchez no quería convertirse en el tradicional maestro de español o literatura. Soñaba con imprimirle a sus alumnos la necesidad de conservar el medioambiente a través de la música, otra de sus pasiones que cultivó en la universidad.

Pablo Andrés Sánchez es el creador de la Ecobanda de San Joaquín. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

En 2011, cuando trabajaba en el colegio Sabio Mutis de La Mesa, montó una batucada ecológica con instrumentos de percusión elaborados en materiales reciclados, como botellas, tarros y tubos. “Más de 50 niños me copiaron la idea. Un año después me trasladaron a la Institución Educativa Departamental San Joaquín, ubicada en la inspección del mismo nombre en La Mesa, donde seguí con mi proyecto”.

Allí nació la “Ecobanda, arte para la vida de San Joaquín”, una banda de guerra con instrumentos de percusión, melódicos y de viento elaborados con productos del reciclaje por la cual han pasado más de 400 niños y jóvenes de primaria y bachillerato. 

Antes de tocar en los diferentes eventos, los pequeños aprenden a reciclar. “Montamos un sitio de acopio, al cual llevábamos botellas, bolsas y tubos de PVC para reutilizar, reciclar y reducir. Luego empezamos a construir los instrumentos y a experimentar con los sonidos”.

Más de 400 niños y jóvenes han pasado por la Ecobanda de San Joaquín. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

Con canecas, botellones de agua, tubos de PVC, botellas plásticas, tapas y tarros de galletas, los estudiantes crean redoblantes, timbales, tambores y panderetas; y con tubos de aluminio y PVC salen las liras, saxofones, flautas, tubas y trombones. 

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“Los niños traen de sus casas los materiales para hacer los instrumentos. Como la comunidad nos conoce, los comerciantes nos dan sus residuos. La Ecobanda tiene un repertorio variado de 30 temas como ‘La piña madura’, ‘El negrito del Batey’, ‘Ojos azules’ y el ‘Himno de la Alegría’", dijo Sánchez.

Los trajes e instrumentos de los niños son elaborados con material reciclable. Foto: Javier Tobar.

Los trajes de los niños son un vivo ejemplo de que la basura puede reutilizarse. “Con bolsas plásticas de agua de cinco litros hacemos la base de los trajes, los cuales son decorados por hojas y flores hechos con empaques de las golosinas”, comenta Pablo, apodado por sus estudiantes como el Capitán Planeta.

Además de tocar por el medioambiente, los niños se sensibilizan sobre el cuidado del río Bogotá, que en su municipio fluye bastante contaminado. “Los chicos saben que todos somos responsables de la contaminación del río Bogotá. Son conscientes de que el futuro está en sus manos, por lo cual aconsejan a sus padres y abuelos para que cambien el chip y dejen de contaminar”.

Libros y peluches de mamíferos

Sara Acosta y Rodrigo Mutis, dos biólogos de la Universidad Nacional, decidieron crear un proyecto para rendirle un homenaje a los mamíferos de Bogotá: un libro para colorear en el que llevan trabajando un par de años.

El libro cuenta con 40 páginas e ilustraciones de 20 mamíferos de Bogotá, pasando por animales que viven en los humedales de la ciudad como la comadreja de cola larga y la zarigüeya andina, hasta animales que habitan en el páramo de Sumapaz como el puma.

Rodrigo Mutis y Sara Acosta siembran la educación ambiental a través de libros y peluches de la fauna de la cuenca. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

“El Libro de Mamíferos de Bogotá tiene explicaciones sencillas y muy pedagógicas sobre la biología de estos animales, como el nombre científico, de qué se alimentan y en qué parte de la ciudad viven. También incluye ilustraciones sobre los ecosistemas de Bogotá y su estado actual de conservación, todo escrito de una manera sencilla pero científicamente rigurosa para niños y adultos", dijo Mutis, quien también es director del grupo Herencia Ambiental.

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Esta iniciativa nació en las aulas de biología de la Nacional, donde el destino los unió por su pasión por la naturaleza. “Sara también es ilustradora y a mi me gusta el diseño en computadora. Eso nos permitió darle vida al libro de los mamíferos, que busca generar educación ambiental en los niños y jóvenes. El libro tiene versión impresa y en PDF”, apunta Mutis.

La ciudadanía puede conocer la biodiversidad del río Bogotá a través del proyecto de estos biólogos. Foto: La Zarigüeya Lectora.

Acosta asegura que este libro de mamíferos es apenas la punta del iceberg del proyecto que tiene planeado este par de biólogos. “Empezamos con los mamíferos porque es el que más conocemos. Pero ya estamos trabajando en libros de otros grupos de la fauna de Bogotá que la mayoría de ciudadanos desconoce”.

Los biólogos enamorados del río Bogotá crearon en redes sociales La Zarigüeya Lectora (@zarigueya_la), una editorial de divulgación que además de hacer libros sobre la biodiversidad ya cuenta con una línea de peluches de varias de las especies más emblemáticas de la cuenca del río Bogotá, como búhos, lechuzas, venado cola blanca, oso perezoso y murciélagos.