EMPRENDIMIENTO

Así es emprender desde las regiones

Cada vez son más las historias de emprendedores que con sus ideas de negocio están mejorando el desarrollo de municipios y departamentos del país. Aquí, algunas historias.

29 de noviembre de 2020

Cuando se habla de emprendimiento en Colombia, por lo general se suele mencionar, en su mayoría, casos que provienen de ciudades como Bogotá, Medellín y Cali.

Sin embargo, el boom por crear empresa no solo está tocando las principales ciudades del país. Cada vez se hacen más visibles historias de emprendedores en diferentes departamentos y municipios, que no solo dejan ver el tesón de los ciudadanos, sino que generan un impacto positivo en materia social, ambiental y económica en las regiones donde emergen.

Precisamente, esa cualidad es la que debe llamar la atención de los actores del ecosistema, para llevar las mismas oportunidades de los emprendedores de las ciudades principales a los municipios y zonas apartadas del país, para que a futuro y, sobre todo, en la reactivación venidera, el emprendimiento en toda Colombia juegue un papel crucial.

Aquí, algunos casos que lo demuestran.

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Desarrollo en una porción de helado

Lo que nació como un proyecto universitario resultó convirtiéndose en un detonante de la agricultura chocoana.

Makerule es una heladería artesanal fundada por Cristian Alberto Ríos, ingeniero agroindustrial, en Quibdó. Pero esta no ofrece los helados tradicionales de vainilla, chocolate y todas sus variaciones. Aquí se venden de borojó, chontaduro, guayaba agria, marañón y otros. 

Cuenta Ríos que la idea surgió de un reto en la universidad en el cual tenían que transformar un producto agrícola, y que fuera apto para niños y conservara los nutrientes. “Uno de los retos estaba relacionado con helados. Nos lanzamos a investigar y creamos una versión”, afirmó.

Para Ríos, el proyecto tenía bastante potencial y sentía que no debía abandonarlo en la universidad. Así empezó a estructurar la idea, a hacer estudios de mercado para ver qué tan factible era montar un negocio como este en la región y a hacer pruebas para determinar qué productos lanzaría.

Sin tener listo el estudio de factibilidad, Ríos presentó el proyecto ante el Fondo Emprender del Sena una semana después de su grado. Aunque gustó mucho, no pasó, y este emprendedor se fue durante un año a México a un intercambio académico y a trabajar en una asesoría a una empresa.

Regresó, y desde 2013 está al frente de Makerule. Cuenta con un local en Quibdó, vende a distribuidores y tiene una capacidad de producción de cinco toneladas de helado al mes.

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Para Ríos, Makerule, además de ser un negocio, tiene un trasfondo social, cultural y ambiental. Ha logrado reactivar el cultivo de frutas autóctonas de Chocó, que se estaba perdiendo por la migración de sus habitantes a las grandes ciudades. Está generando empleo a madres cabeza de familia y es de esos ejemplos a seguir en la región.

Sus planes incluyen abrir nuevas sedes en Cali y Medellín, así como poner a circular en las calles de Quibdó un food truck con el que busca llevarles a los ciudadanos sus helados con todas las medidas de bioseguridad con motivo de la pandemia.

“Emprender en Quibdó puede ser complejo, pero es una ciudad con muchas oportunidades. Soy un fiel creyente en que el Chocó requiere de más privados para generar desarrollo y el emprendimiento es una ficha clave. Hoy hay un boom por crear empresa en la región, y tengo la seguridad de que, confiando en lo que tenemos, podemos crear una nueva economía local”, reflexiona Ríos.

Cristian Alberto Ríos, fundador de Makerule.

De la familia a la comunidad

Lina María Molina tiene 32 años, es de Ginebra, Valle del Cauca, y tiene dos hijos: una niña de 13 años y un niño de dos.

Molina confiesa que desde pequeña tuvo alma emprendedora. Como muchos, comenzó vendiendo algunos productos entre su comunidad, como ensaladas de frutas, pulseras, ropa, entre otras cosas. Pero, por cosas de la vida, solo hasta hace poco se lanzó a crear su propio negocio.

“Yo trabajaba en una empresa de personal de aseo y cuando mi hija tenía nueve años empezó a sufrir de gastritis. El pediatra nos recomendó cambiar la alimentación. Comenzamos a darle fruta, pero no le gustaba, luego probamos con fruta deshidratada que vendían en el supermercado, pero venía con muchos conservantes y tampoco la consumía”, cuenta.

Como buena mamá, Molina no se varó y empezó a probar con fruta deshidratada preparada por ella. Compraron junto con su esposo una máquina pequeña y de segunda, especial para la producción de este producto, le dieron a probar a la niña y fue un éxito.

Y, literalmente, fue un éxito. Amigos, familiares y personas de la comunidad empezaron a preguntar por la fruta deshidratada 100% natural que ellos fabricaban. Así nació Macu Deshidratados. “Fue un proceso muy duro. Producíamos cuando llegábamos del trabajo, en principio fueron recursos propios, pero después logramos pasar al Fondo Emprender del Sena, lo que nos permitió tener planta propia, comprar nuevas máquinas, hornos industriales especiales y crecer”, dijo Molina.

Hoy, esta empresa tiene un portafolio completo de productos saludables como snacks, infusiones y sangrías con fruta deshidratada, así como un aceite de verduras deshidratadas.

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Facturan $10 millones al mes aproximadamente y, pese a la pandemia, este año van creciendo más del 25% frente a 2019.

Dado que son un emprendimiento rural, han logrado impactar positivamente en su entorno. Afirman que les brindan oportunidades laborales a mujeres mayores de 55 años a quienes, pese a ser laboralmente activas, pocos les brindan una oportunidad de demostrarlo.

También tienen un impacto positivo en el sector agrícola, pues además de comprar a precio justo las cosechas, ayudan a aprovechar aquellos frutos que no se suelen vender por su estado. “Para nosotros es gratificante lo que estamos haciendo. Uno como emprendedor debe luchar no solo por cumplir su sueño, también porque su proyecto genere un impacto positivo en la población. Ese debe ser el mayor propósito”, dice Molina.

Macu tiene presencia en todo el país, gracias a la venta online, y se prepara para conquistar Estados Unidos en 2021, a través de la venta por Amazon.

Lina María Molina, fundadora de Macu

Dulce y ambiental

“Soy una mujer rural y, como tal, he tratado de fortalecer mis conocimientos y emplearlos para ver crecer mi región”. Así se define Francy Shirley Melo, zootecnista y fundadora de Victoria Dulce.

Este es un negocio verde enfocado en la producción, comercialización y capacitación de proyectos apícolas. Y con mucha historia que contar.

Melo afirma que mientras estudiaba se postuló al Fondo Emprender del Sena para iniciar un proyecto apícola, que ya estaba conformado por unas 80 colmenas. Todo iba bien, pero tras una fumigación en el sector sus abejas fueron envenenadas por completo y perdió todo lo que había construido.

Como buena emprendedora, se mantuvo en pie, y con recursos propios volvió al ruedo, instalando unos apiarios en una zona de Victoria, Caldas. El proyecto estaba tomando rumbo, pero la fuerte temporada de calor de 2015 quemó parte de la zona donde estaban ubicadas sus abejas y, por segunda vez, vio perder todo.

“Fue un momento muy difícil. Me quedé sin nada otra vez y tenía que empezar de cero. Entonces me salió un trabajo con el Sena como instructora del área apícola y de especies menores. Gracias a ese trabajo volví a montar mis apiarios, a involucrar a muchas mujeres del departamento en el arte de la apicultura”, dijo Melo.

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Además de su pasión por esta actividad, el trasfondo de este negocio estaba en la salud de sus padres. Victoria Dulce nació, en gran medida, por la necesidad de los padres de Melo de contar con un producto que fuera beneficioso para ellos y lo que daban las abejas sí que lo era.

Si bien es un negocio pequeño, facturan unos $3 millones al mes, y generan un impacto ambiental y social gigante. Melo busca retribuir a la naturaleza con su trabajo, por lo que sembrar árboles de floración perfecta para la vida de las abejas es una de sus principales labores. De hecho, en 2019, Victoria Dulce sembró 8.000 árboles alrededor del municipio.

Así mismo, les ha abierto oportunidades laborales a personas de la región y les ha mostrado a los jóvenes que apostar por los negocios verdes sí vale la pena.

“Muchos de los que me han colaborado han encontrado una nueva oportunidad para generar ingresos y abrir esas oportunidades me llena el alma y es muy bueno”, aseveró.

Victoria Dulce va en crecimiento y esperan en diciembre enviar una primera muestra de sus productos a Carolina del Sur, Estados Unidos.

Francy Shirley Melo, zootecnista y fundadora de Victoria Dulce.

Un emprendedor serial

Ryan Cortés es indígena de la etnia Murui, una comunidad ubicada en La Chorrera, Amazonas, lugar reconocido por ser cuna de la cauchería en el país.

Cuenta que desde muy pequeño fue bastante inquieto, le apasionaba todo aquello que estuviera relacionado con la investigación, la biología y la fotografía. Hizo su colegio en Leticia y, tras culminarlo, viajó a Bogotá, donde estudió mecánica dental por tradición de su familia.

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Sin embargo, se dio cuenta de que eso no era lo suyo y decidió abrirse campo a una nueva profesión que iba ligada a lo que siempre le gustó. Así, inició sus estudios en la escuela de arte digital multimedia donde obtuvo habilidades como el desarrollo web, la animación, la producción de audio y video, y la fotografía.

“Al terminar mis estudios regresé al Amazonas, eso fue más o menos en 2017. En ese momento me di cuenta de que en esta región no había una cultura de producción multimedia. Para una campaña de un hotel podían pagar $100.000, con una producción que podía durar de una a dos semanas”, afirmó.

Viendo esto, Cortés se dio a la tarea de crear esa cultura y lanzó su primera empresa: una productora en Leticia llamada Ryan Cortés Films.

Al principio, cuenta que fue difícil, entre otras cosas, por la conexión a internet. Sin embargo, el negocio fue creciendo y la demanda de sus servicios cada vez era mayor. Para cubrirla hacía falta talento, que en la región no había y que él se dio a la tarea de formar.

Ese fue el primer paso para que Cortés se convirtiera en un emprendedor serial. Luego de su productora, creó una agencia de viajes que brinda una experiencia única a los visitantes, pues gracias a sus saberes indígenas y a haber recorrido cientos de veces la región los lleva al Amazonas poco conocido.

Y en plena pandemia lanzó la que sería la primera inmobiliaria del Amazonas, que ha sido todo un éxito.“Con lo que pasó por el coronavirus me di cuenta de que, aunque mis negocios iban creciendo y la productora se movió bastante bien, sentía que debía contar con uno que generara más ingresos sin tener que invertir dinero y, por coincidencia, terminé vendiendo un predio para el cual había hecho una producción nacional, y ví un gran potencial ahí”, afirmó Cortés.

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Son varias las lecciones que le ha dejado a Cortés crear empresa, pero sin duda destaca que, con su labor, logra eliminar estigmas hacia una población tan trabajadora como la indígena, además de incentivar a más de ellos a emprender para impactar positivamente la región.

Ryan Cortés, fundador de Ryan Cortés Films.