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Mamá soy gay… ¿y ahora qué?

Una de las piezas emocionales que genera mayor resistencia y abre heridas profundas en una familia empresaria es el hecho que un hijo o hija se declare abiertamente gay y exija que su pareja sea reconocida y aceptada dentro de la familia y la empresa.

Gonzalo Gómez Betancourt
21 de diciembre de 2016

En esta nueva entrega del especial “Equipaje Emocional Familiar”, vamos a analizar una pieza del equipaje que hemos denominado “Mamá soy gay…y ahora qué”, una de las más difíciles de remover porque el  tema del homosexualismo no sólo despierta posiciones antagónicas al interior de las familias, sino en el país y el mundo.

Durante este 2016 que ya termina en el Congreso de la República el tema ha salido a relucir en muchos debates y desde diferentes ángulos, cuyas abanderadas en favor y en contra han sido las senadoras Viviane Morales (Partido Liberal) quien está en contra de la adopción por parte de parejas del mismo sexo y Claudia López (Alianza Verde), quien defiende el derecho a la igualdad y a la dignidad de la comunidad LGBTI.  

Esta pieza tiene una fuerza centrífuga que aleja a muchas personas del sistema familiar casi inmediatamente y creo que genera este efecto porque muy pocas personas hemos aprendido, incluyéndome, a gestionar ese tipo de situaciones.

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El Caso

Una familia de tercera generación que pensaba incorporar a la cuarta generación a la organización nos solicitó realizar un protocolo familiar con el fin de consolidar a través de este documento su partición en importantes decisiones empresariales. Muchos de sus miembros vivían en el exterior y evidentemente por ser un consorcio de primos perteneciente a una familia numerosa, había multiplicidad de creencias, culturas y filosofías, con lo cual representaba un gran reto que tuvieran propósitos comunes.

Dentro de los órganos de gobierno se constituyó el denominado Consejo de Familia  cuyo objetivo era el de promover la unidad y la armonía familiar en todas las generaciones. El primer año se nombró a los miembros consanguíneos de la primera, segunda y tercera generación constituido por 7 personas, muy pronto nos dimos cuenta que era necesario incluir la cuarta generación porque no estábamos atrayéndolos de la manera adecuada. Se replanteó el consejo y quedaron dos integrantes de la segunda generación, tres de la tercera generación y dos de la cuarta.

La estrategia empezó a funcionar bien y durante dos años tuvimos buenos resultados, hasta que nos dimos cuenta que era necesario incluir a los familiares políticos porque se sentían excluidos de la familia  y por lo tanto decidimos que podrían participar en este consejo de familia. Una de las integrantes de cuarta generación propuso que a ella la remplazara su pareja y yo ingenuamente dije me parece muy bien, pero tuve una reacción negativa por parte del primo de cuarta generación quien dijo que por ningún motivo se podía permitir. Profundizando en su reacción me di cuenta que su prima era gay y se había casado formalmente en New York con otra mujer con la que convivía y tenía una relación estable.

El primo que se negó era un muchacho de tradición religiosa católica muy fuerte, con lo cual se generó una gran polémica con los otros miembros de la segunda y la tercera generación.  Ella argumentó que su familia tenía que ser incluyente y que ella había decidido que su pareja era de su familia y que la familia se tenía que adaptar a los tiempos modernos y que ella exigía la aceptación de todos de su homosexualidad.

En la siguiente reunión del Consejo, no solamente el primo que generó el rechazo a la propuesta lucía muy inquieto con el tema, en general los miembros de segunda generación estaban aterrados ante esta declaración,  argumentando que el homosexualismo si bien no era ninguna enfermedad, significaba una lección dura de aprender porque los valores familiares que les había  inculcado la primera generación estaban fundamentados en la iglesia Católica, por tanto tenían que aceptar las diferencias, pero la familia en pleno exigía por parte de ella la abstención de sus deseos. Hay empezaron los insultos de un lado y de otro y la reunión terminó muy mal y empezaron a generarse bandos en la familia, en favor de la aceptación de las minorías y bandos en la defensa de valores y principios relacionados con el concepto de familia integrada exclusivamente por un hombre y una mujer.

Estos hechos  se convirtieron en la mayor fuerza centrífuga que yo había sentido en muchos años porque la prima cuestionada era una fuerte activista de la comunidad LGBTI e hizo público lo que le estaba pasando al interior de la familia, con lo cual sus compañeros de causa hicieron manifestaciones enfrente de la oficinas con las cuales a través de banderas manifestaron su apoyo.

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Cómo actuar

Con el riesgo a equivocarme, porque es uno de los temas más complejos que existen y estamos viviendo hoy en día en el país, creo que la guía principal para todos los que somos católicos es el Papa Francisco, quien ha dado muestras una y otra vez de la inclusión, del no juzgar, vuelvo a hacer mención de las virtudes teologales, de todo buen católico: Fe, esperanza y caridad, entendida la caridad como una virtud antes de entrar a juzgar a nadie. Con este argumento solicité una reunión con la familia empresaria en cuestión y discutimos lo que el Papa Francisco estaba promoviendo a nivel mundial.

Con el interés de poder retirar de esta familia el peso de esta pieza del equipaje emocional familiar, le pregunté al primo de cuarta generación que había generado toda la controversia, ¿Cuál era su preocupación?, que me explicara su malestar y me dijo que como su prima era activista,  sentía temor que hiciera demostraciones de afectividad con su pareja frente a sus hijos pequeños, además de un alarde a su situación personal frente a la sociedad. Me fui a hablar con la prima y le pregunte ¿cuál era su molestia? y me dijo que la falta de aceptación a su condición y la exclusión familiar a la que era sometida ella y su pareja. Se me ocurrió plantearles a todos que ella y su pareja fueran reconocidas por sus primos y por toda la familia, pero que no hicieran demostraciones de afectividad exageradas en las reuniones o encuentros familiares, incluso les dije esta puede ser una recomendación para todos, yo por ejemplo, evito ser exageradamente cariñoso con mi esposa en reuniones. A lo que la prima contra preguntó si alguna vez la habían visto tener ese tipo de manifestaciones en público, así otras parejas estables no estaban haciendo escándalos ni manifestaciones de cariño, ella tampoco lo iba a hacer y que iba a tener especial cuidado con los niños pequeños. Ese fue el acuerdo logrado.  

Mi recomendación para todos, sean empresarios o no, es que las exclusiones son lo peor que le puede pasar a una familia, yo puedo no estar de acuerdo con un familiar en su forma de actuar y  le  puedo decir de frente por qué, pero no lo puedo excluir, seguirá siendo de mi familia. El dolor aparece cuando hay juicio y exclusión. La fuerza centrípeta es la inclusión y los acuerdos a los que se puede llegar son la fuerza centrífuga. Velar siempre por mantenernos dentro del núcleo familiar es mi mensaje para disfrutar en paz y armonía estas festividades de fin de año. Hasta Pronto. 

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