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23 de junio de 2018

Tiempo para cumplir
No existe ninguna duda de que el ganador absoluto (SEMANA n.°1885) en la segunda vuelta democrática de las elecciones presidenciales de Colombia fue Iván Duque, con una votación que superó los 10 millones de sufragantes frente  a Gustavo Petro que logró un poco más de 8 millones de votos; la abstención fue similar a la lograda en la primera vuelta, menos del 47 por ciento.
La millonaria votación en favor de Duque es una muestra fehaciente de que la mayoría de los nacionales colombianos no estamos de acuerdo con los acuerdos de paz firmados por el actual gobierno con las Farc y que anhelamos cambios radicales en la administración de este país.
Ahora del presidente electo esperamos que se haga realidad su propuesta sobre un pacto por Colombia y que gobierne con absoluta independencia de poderes, especialmente ante la Justicia y el Legislativo; además que coadyuve con todo su equipo de gobierno en los programas para reducir la pobreza y más que todo las desigualdades económicas y sociales; también que acabe la inmoralidad en la administración pública.
En fin, llegó el tiempo de cumplir sus promesas e iniciativas de la campaña presidencial; desde el próximo 7 de agosto comenzará a correr el tiempo de los cuatro años del nuevo gobierno de Iván Duque.
Jorge Giraldo Acevedo
Iquira, Huila
Que no existe
Si bien es cierto que el pueblo tuvo que escoger para elegir presidente entre el anacrónico populismo izquierdista y la desgastada colectividad interpartidista, su principal reto no es precisamente acabar con la polarización. Su principal reto será no gobernar en cuerpo ajeno y acabar con la estigmatización de ser un títere de Uribe (SEMANA n.° 1885), factor que casi le cuesta la presidencia. Para comenzar en el nuevo escenario político, el presidente Duque debe desligar y aclarar que el uribismo no existe como partido político.
Danilo Yepes Recalde
Pasto
El jefe de la camarilla
Me refiero a la portada de la edición n.° 1886 de la revista. Una publicación tan independiente en sus conceptos y de una objetividad siempre refrescante se equivoca con el título que acompaña la foto del próximo presidente de esta sufrida nación.
La nueva generación no está representada en un personaje tan condicionado y abiertamente respaldado por un expresidente que lo designó como su absoluto sucesor para que obedeciera sus innobles designios; tendrá que someterse a lo que le ordene su mentor y la camarilla de áulicos de los desprestigiados partidos tradicionales, que no fueron capaces de mantener sus privilegios ancestrales y esperan, como canes rabiosos, que les compartan los jugosos contratos del presupuesto nacional.
La verdadera generación renovadora seguirá esperando deshacerse de tanto personaje cuestionado y de grupos cavernarios, que solo buscan la impunidad de sus actos viles y seguir hundiendo este noble pueblo en la ignorancia y la secular resignación que lo seguirá llevando por los tortuosos caminos de la desigualdad y la ignominia.
Jorge L. Yáñez Infante
Bogotá

Cuidado con el triunfalismo
En la democracia no solo es importante el ganador de la contienda electoral, sino también el perdedor (SEMANA n.° 1885). Esta vez ganó las elecciones presidenciales el señor Duque, de quien yo creo que será un buen gobernante, si la maquinaria que está detrás de él lo deja gobernar. En su discurso de posesión, que me gustó, olvidó algunos asuntos fundamentales como por ejemplo haber saludado al presidente Santos, quien no es cualquier presidente; es quien logró acabar con las Farc como grupo armado, disfruta de una inmensa aceptación y respeto en la comunidad internacional y recibió, querámoslo o no, el Premio Nobel de Paz. Quizá para no empezar molestando al doctor Uribe no lo hizo; también se le olvidó saludar al señor Petro, el líder de la oposición, quien con cierta ironía había aceptado su derrota –pero lo cortés no quita lo valiente–, y en un presidente ciertos actos de humildad no le quitan ni su grandeza ni su autoridad. Dicho lo anterior, pensamos que el discurso de nuestro presidente electo, el señor Duque, fue interesante pero no el de un gran estadista.
Saludamos sí que haya hecho énfasis en primer lugar en su lucha contra la corrupción, porque él entiende muy bien que sin corrupción, Colombia podría tener la mejor educación y salud del mundo. Enfatizó también en la búsqueda de unión. Varias veces repitió que gobernaría para todos, sin odios, sin rencores y sin espejos retrovisores. Esto es importantísimo en las circunstancias de nuestro país. Aunque no saludó a nuestro actual presidente, no se dedicó a echarle pestes, sino que por el contrario valoró los esfuerzos hechos por el pueblo colombiano para lograr la paz y prometió seguir en esta línea, corrigiendo lo que pueda y deba mejorarse, algo muy normal; todo proyecto social debe ser siempre evaluado, retroalimentado y mejorado. Pienso que el señor presidente electo se dio cuenta de la magnitud del grupo opositor que tiene a sus espaldas, por fortuna él parece ser un hombre de diálogo y reconciliación, y por el bien de nuestra querida Colombia esperamos que sepa manejar la situación de una manera democrática, en la que los aportes pueden llegar también de sus opositores y críticos. Que gobierne respetando el disenso, el debate y la crítica constructiva, y mostrado, en cada decisión que tome, que es en beneficio de todos, así no sea en lo inmediato, sino para el futuro del país. Que haga pedagogía ciudadana (ya que él es un buen comunicador), porque eso en parte es lo que necesita nuestro pueblo, más diálogo con sus dirigentes y más escucha de estos sobre sus grandes problemas.
El señor Petro logró ayer lo que hasta la fecha no había logrado ningún líder de izquierda: más de 8 millones de votos. Así las cosas, si el señor presidente electo no logra –como lo prometió en la campaña y como lo aseguró ayer en su discurso de aceptación del triunfo– aumentar la clase media, acabar con la miseria, con la pobreza extrema, y mejorar la situación de los millones de personas que se identificaron con el discurso petrista por todo lo que les prometía para mejorar su vida y la de sus hijos, es muy posible que dentro de cuatro años sí se monte en el poder un populista, que así no pueda cumplir todo lo que prometa, convenza a las mayorías de que sí lo logrará. Porque si algo nos han enseñado estas elecciones, es “que nadie aprende de la experiencia ajena”.
Blanca Inés Prada Márquez
Bogotá

Pasternak, el olvidado
En su última edición (n.° 1885) , sobre el artículo de grandes escritores rusos, incurren en una omisión inexcusable al no haber mencionado otro gigante de la narrativa rusa: me refiero a Boris Pasternak  (1890-1960),  autor de novelas como El segundo nacimiento, Mi hermana la vida y su inmortal Doctor Zhivago ( llevado al celuloide en los años sesenta), todo lo cual le valió el reconocimiento de la Academia Sueca al otorgarle el Premio Nobel de Literatura en 1958, lauro que hubo de rechazar por exigencias de las autoridades soviéticas. Empero, cabe señalar que fue rehabilitado póstumamente en 1987.
Adolfo L. Meneses Urbina
Bogotá

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