ANDRÉS JIMÉNEZ

Los otros virus

Mientras en los hospitales del mundo se libra una batalla contra el coronavirus, en las empresas se libra otra para no dejarlas morir.

Dinero
26 de marzo de 2020

Algunos plantean el falso dilema que es preferible dejar quebrar las empresas para salvar vidas, como si de ellas no dependieran personas y familias enteras para poder también vivir. Atender ambas preocupaciones no es excluyente. 

La actual crisis sanitaria, social y económica que afronta la humanidad en estos momentos apenas está empezando, las medidas de confinamiento para prevenir la expansión del coronavirus buscan fundamentalmente no quebrar el sistema de salud, pero los efectos secundarios mal manejados podrían dejar más afectados que la misma pandemia.  De hecho, ya se están viendo en forma de otros virus que se están propagando más rápido. 

El primero es el pánico, que afecta las bolsas mundiales y las existencias de papel higiénico en los supermercados, pánico que hace que en Estados Unidos haya xenofobia con personas de origen asiático y que en Colombia cojan a piedra la casa de un enfermo de coronavirus. Irracional. 

La sociedad del siglo XXI es adicta a las redes sociales y a la información (cierta o no) y ha convertido el cubrimiento de esta pandemia en un reality show. Todos los días se anuncian las cifras de enfermos y muertos, se muestran gráficas que circulan en redes sociales y se hacen proyecciones exponenciales que aumentan la histeria colectiva pues después de varios días de encierro, todos se han graduado en epidemiología. 

Un llamado a la calma, pues contagio no es equivalente a muerte, hay muchos que apenas sienten los síntomas y muchos otros ya se han recuperado. Que importante tarea tienen acá los medios de comunicación. 

En lo económico hay otro virus, los Gobiernos y Bancos Centrales saben que entraremos en recesión y no han ahorrado instrumentos o promesa alguna para dotar de liquidez a la economía. Esta fórmula, sacada del manual de crisis financieras versión 2008, puede funcionar bien para el sector financiero y los mercados de capitales. 

Este oxigeno en el corto plazo les dará a algunas firmas para tratar de no quedar tan mal heridos en la foto del primer trimestre del año, mostrar cifras y probablemente no violar sus covenants, si no es que ya no los violaron. 

Sin embargo, el mecanismo de transmisión de dicha promesa de liquidez al sector real de la economía, las pymes y a quienes viven del día a día no funciona tan rápido. 

Es loable que algunas grandes firmas puedan cerrar y puedan seguir pagándole el salario a sus empleados, pero no todas se pueden dar ese lujo y algunas tendrán que despedir gente, reducir salarios o probablemente cerrar a fin de mes. 

En las últimas semanas las tesorerías empresariales han estado liquidando activos, creando colchones de liquidez y quien sabe si una que otra creativa maniobra contable para pasar la tormenta, pues mientras se vuelven realidad las promesas gubernamentales los salarios no se pagarán con hashtags de Twitter. 

El tercer virus es el del desempleo que produce esta crisis y todo lo que ello arrastra. A la fecha son miles los trabajos que ya se perdieron y faltan muchos más que se perderán. No deben sorprendernos en este momento las fusiones y adquisiciones express y las solicitudes en cascada de empresas que buscarán la protección de la Ley 1116. 

El miedo a ser políticamente incorrecto no debería dejar para después el atender estas preocupaciones porque al paso que vamos hasta los teletrabajos se van a perder. 

Por supuesto que cuidar la salud es una prioridad, pero esto no puede llevar a que se paralice toda la actividad económica. Con las precauciones necesarias, debe garantizarse que se puedan seguir reactivando las empresas y así como también las actividades de las personas que viven del día a día. Las actuales circunstancias profundizan la desigualdad y sobre todo terminan afectando a los más pobres. 

El último virus que nos podrá atacar será el de la ineficiencia y la corrupción.  El éxito para salir adelante estará en la diligencia y rapidez con la que se ejecuten los generosos programas y recursos que ha dispuesto el Gobierno Nacional. La experiencia ha mostrado que cuando hay demasiados recursos destinados para situaciones de crisis estos pueden perderse por la torpeza en su ejecución o por los criminales disfrazados de contratistas, sino recordemos qué pasó con los recursos para el proceso de Paz. 

Finalmente, y hablando de alivianar la crisis carcelaria, que bueno sería que a los que se robaron los recursos de la salud los llevaran como voluntarios a ayudar en esta crisis sanitaria. 

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Reconocimiento aparte para los trabajadores de la salud, cajeras de supermercado y a quienes día a día salen a la calle hacer sus trabajos en medio de esta crisis, a ellos gracias.