ANDRÉS JIMÉNEZ

La excusa

Si bien con pandemia se aceleraron cambios positivos hacia la digitalización, por ejemplo en bancarización, también tras iniciar el proceso de reapertura económica y social, la pandemia se convirtió en la excusa para no volver a vivir o trabajar.

Dinero
25 de octubre de 2020

Después de 7 meses de inicio de la pandemia, el balance sobre sus efectos se ha visto en todos los aspectos de la vida como los personales, los familiares, los laborales y académicos. El primer semestre del año fue un periodo en el cual la incertidumbre y los necesarios cambios hacia una nueva forma de vivir y trabajar generaron casi una unanimidad en la forma de responder ante el problema.  

Sin embargo, con el paso del tiempo y las reaperturas progresivas de diferentes actividades en Colombia, como en otras partes del mundo, ha quedado claro que el mundo paulatinamente se ha ido dividiendo en dos. 

Por un lado, están quienes racionalizaron y entendieron que el virus no se va a ir pronto, que hay que adaptarse a la nueva realidad y que, con el cuidado y prudencia que demanda el virus, hay que retomar la vida en general. Por otro lado, están aquellas personas que siguen mirando el virus como en la primera parte del año, como la excusa para decirle no a todo, para no ir al médico, para no salir de sus casas, para que los niños no vuelvan al colegio o inclusive para no volver a trabajar. En lo personal, estoy con los primeros. 

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Cuando empezó el virus había demasiados elementos desconocidos y por supuesto se tomaron decisiones radicales de cuarentenas, confinamientos y de parar la mayoría de la actividad económica. Pero ya es claro que el virus no se va a ir pronto, que hay que aprender a vivir con él y que hay costos mucho más grandes en lo social, económico y personal. 

Nadie niega que sigue habiendo un problema, pero la evidencia nos ha mostrado que a través de medidas de prudencia y de cuidar las personas que se encuentran en riesgo, el virus no nos afecta igual a todos y por tanto las medidas no pueden ser igual para todos. La adaptación y la prudencia debe seguir siendo la clave para seguir la vida en sociedad. 

En el aspecto personal, algunas personas se mantienen alejadas de su vida familiar, de sus amistades y sus matrimonios o relaciones de pareja se han visto afectadas. Muchos, aún después de 7 meses de estar en sus casas, con la excusa del coronavirus han preferido no volver al médico sacrificando su propio cuidado y salud personal. En este aspecto lo virtual no todo lo puede reemplazar. 

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En lo laboral, el teletrabajo se volvió la regla en las actividades en donde se podía implementar y sin duda alguna en ciudades como Bogotá ha servido mucho para no tener que desplazarse por toda la ciudad. Una adecuada mezcla entre presencialidad y teletrabajo ha traído un balance que a muchos les ha mejorado su calidad de vida. 

Sin embargo, la pandemia también ha servido como excusa para que algunas empresas hayan decidido trasladar sus costos operativos a las personas en sus casas con consecuencias que aún están por determinar. Ni qué decir de aquellos encargados de generar nuevos negocios y que tienen metas comerciales, donde la confianza que se construye personalmente con los clientes no es posible reemplazarla a través de una pantalla.  

En lo académico, el experimento de la virtualidad ha disminuido el interés y atención de las personas de las universidades. Los estudiantes se quejan de que algunos profesores parecen estar grabando un pódcast y los profesores dicen que dar clase sin ver a los estudiantes les ha disminuido la motivación, pues ya ni siquiera saben si realmente están conectados con la clase o es un nombre en una pantalla sin que haya alguien poniendo atención. 

Caso aparte es el de los colegios, en donde es claro que los niños no eran el vector de contagio que tanto advirtieron, pero que las consecuencias negativas sobre su aprendizaje académico y su proceso de socialización están siendo cada vez más evidentes. Peor aún, es el caso donde los niños sí quieren volver a sus clases presenciales, pero hay colegios y profesores que se niegan a hacerlo bajo la excusa del virus. No obstante, algunos sí salen y marchan contra el Gobierno, pero ahí sí no hay virus que valga. 

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No podemos tampoco pretender que el Estado asuma una actitud paternalista y siga resolviendo todos los problemas que nos dejó esta pandemia. Cada uno debe poner de su parte para continuar la vida en general. 

Finalmente, el virus no puede ser la excusa para que sin control o racionalidad alguna los Estados vuelvan a limitar las libertades individuales, para que la gente decida no volver a trabajar y mucho menos puede ser la excusa para renunciar a la vida en sociedad.