ALEJANDRA CARVAJAL

Financiamiento verde

La Ley de Financiamiento propone tributos tradicionales, que afectan en especial a la clase media del país. Impuestos como los verdes se constituyen en una alternativa para las finanzas públicas, que en países como Eslovenia generan el 11,7% del recaudo.

Alejandra Carvajal, Alejandra Carvajal
13 de noviembre de 2018

Anualmente más de 7 millones de personas fallecen como consecuencia de la polución. La peor parte la llevan los niños, pues la contaminación del aire está afectando al 90% de ellos de acuerdo con cifras recientes de Naciones Unidas. En Colombia, las muertes que se generan como consecuencia de la mala calidad del aire son del orden de 10.000 personas al año.

El conflicto armado colombiano duró 54 años (hasta la firma de los acuerdos), en los que fallecieron 220.000 personas. Si las muertes generadas por la contaminación continúan teniendo la misma tendencia, en 23 años cobrará más víctimas la contaminación del aire que el conflicto armado en toda su duración.

El país no puede seguir llegando tarde a los temas, permitiendo que la agenda la pongan problemas urgentes que pudieron ser evitados. El problema ambiental es además de salud pública, que le costó en 2015 al sistema de salud el 1,5% del PIB (cifras estimadas por el DNP), es decir $12,3 billones. Ese dinero pudo invertirse en sectores como la educación, por citar un ejemplo.

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Para corregir estas externalidades negativas, gobiernos de distintas latitudes vienen adoptando políticas direccionadas a disminuirlas o eliminarlas. Una de estas es la creación de impuestos verdes, los cuales han desincentivado la utilización de combustibles fósiles (entre muchas otras bondades), promoviendo con ello las energías limpias.

En Europa, del total de impuestos recaudados el 6% es por concepto de estos impuestos; en Colombia apenas representan el 0,35%. Países como Eslovenia recaudan el 11,7% en impuestos verdes (según cifras de EuroStat).

Si en Colombia lográramos llegar a estos niveles se taparía buena parte del hueco fiscal, las tasas de mortalidad y morbilidad por concepto de contaminación disminuirían, el país sería más limpio y mejor. Hasta ahora nadie ha hecho la propuesta.

El proyecto de Ley de Financiamiento ha despertado toda clase de críticas, por parte de amigos y de enemigos del gobierno. La afectación a la clase media es sin duda uno de los puntos más fuertes, junto con la extensión del IVA a toda la canasta familiar, entre otros. De lo que nadie ha hablado hasta ahora es de nuevas formas de financiamiento, y es allí donde entran en juego los impuestos verdes, que hasta ahora no se han tenido en cuenta.

Este tipo de tributos mejorarían la calidad de vida de millones de colombianos, aliviarían las finanzas públicas y orientarían a nuestra economía hacia la senda de la sostenibilidad.

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Contamos en la actualidad además del impuesto al carbono, con otras tasas e impuestos (a las bolsas plásticas, a los vertimientos, tasa ambiental de los peajes, aprovechamiento forestal, etc) sin que estos generen ningún impacto fiscal. Esta es un área que estamos desaprovechando, que definitivamente dinamizaría la economía.

Nuestras leyes, incluso las tributarias, deben ir en armonía con el mandato de la “Constitución Ecológica”. Esto hasta el momento no ha sucedido; incluso, en la Ley de financiamiento se quitan los beneficios en materia de IVA a los vehículos eléctricos, los cuales antes nadie compraba por sus altos costos, volviéndolos ahora imposibles.

Estamos en un buen momento para replantearnos las fuentes de financiación y en lugar de gravar a la trabajadora clase media (que por cierto es el pilar de la democracia contemporánea), poner tributos a aquellos que contaminan y están convirtiendo a ciudades como Bogotá o Medellín en auténticas chimeneas.

El proyecto de Ley de Financiamiento está listo y es difícil a estas alturas modificarlo creando otro tipo de tributos. Sin embargo, sería afortunado que se hicieran desarrollos legislativos en esta área, por la salud de los colombianos y de las finanzas públicas. Suena utópico, pero en la mayoría de los países desarrollados es una realidad. 

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