JULIO ANDRÉS ROZO

El mejor libro que he leído en los últimos 10 años

El 2019 me ha traído un nuevo hábito: seguir el programa Zona Franca de Daniel Pacheco. Los debates y análisis de actualidad que modera el filósofo, junto con la calidad de sus invitados, me han dado un regalo que enriquece la manera como estoy comprendiendo a Colombia.

Julio Andrés Rozo Grisales, Julio Andrés Rozo Grisales
4 de julio de 2019

En los últimos dos meses Pacheco inició una seguidilla de programas para hacerle honor al bicentenario del país. Al verlos, entré en una primera reflexión y confesión que debo compartir: he sido un tipo ignorante y despreocupado en comprender los sucesos que definen a nuestro país como nación. Conozco muy poco sobre la historia de mi Colombia y eso me ha llevado a limitar mi capacidad de proveer soluciones al reto por el cual dedico mi tiempo y energía: la conservación de nuestra selva amazónica.

En uno de los capítulos, Pacheco invitó a Jorge Orlando Melo para analizar la época de la Patria Boba (1810-1816). El programa me enganchó y terminé comprando el libro del invitado: ‘Historia Mínima de Colombia‘. Para mí, el mejor libro que he leído en los últimos diez años. Creí que nadie podía destronar a ‘El Punto Crucial‘ de Fritjof Capra (libro obligado para aquellos que trabajamos en temas de sostenibilidad ambiental) y ahora ambas obras están en el podio de Julio Andrés Rozo.

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Leer el libro me arregló la cabeza en muchos sentidos. Por una parte, validar que el hoy, explicado en los retos que se nos presentan como sucesos aislados (corrupción, la lucha de clases, el servilismo, violencia, destrucción medioambiental y carencia de análisis prospectivo), es el reflejo de los mismos hechos del pasado, gracias a la afición colombiana por reinventar su rueda de acontecimientos (debido a la autoinvitación -voluntaria- de ignorar nuestra historia). Por otra parte, que el folclor, la alegría y la desfachatez que nos caracteriza, son el reflejo de la mezcolanza de identidades que en algunos casos nos unen y en otros nos alejan. 

Al respecto de esto último, recuerdo una conversación con un colega argentino que vino a Colombia por primera vez. Luego de un mes de estadía, Martín me dice: “ché, ¿no has notado que en cada conversación que ustedes tienen entre ustedes (colombianos), casi siempre emana como tema el regionalismo?”. Me quedé pensando y sí, suelen emerger preguntas entre nosotros para romper el hielo y hacerlo el centro de la conversación: “¿Usted de dónde es?, es que los paisas o los pastusos, tales y pascuales”,etc. El regionalismo, siempre es tema de mesa para los colombianos.

Pregunté a un amigo historiador y me explicó que la alta dificultad para generar conexiones comerciales y culturales entre regiones geográficas, hasta los década de los 60 del siglo pasado, acentuaron los enclaves de las comunidades, quienes al verse diferentes, fortalecieron micronacionalismos en sus regiones, en medio de un contexto descontextualizado por un sistema de gobierno levemente definido (centralismo versus federalismo/decentralismo). La geografía entonces ha determinado como lo dijo Jared Diamond, las características que explican nuestra historia.

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¿Por qué conocemos tan poco sobre nuestra historia? ¿Por qué nos interesamos tan poco en comprenderla? Gran parte de ello es porque nos enseñaron a memorizar datos y hechos, más no a analizar la complejidad y el surco de nuevos escenarios a partir de ellos. Lo importante en el colegio era saber las fechas, los nombres de los próceres y los sucesos. Pero desestimado fue y sigue siendo, cuál era el escenario que les permitió a ellos ser protagonistas temporales de nuestra historia. Más grave aún, es reconocer que no nos han enseñado desde el colegio a reflexionar en cómo esos contextos y sus actores sientan las bases del futuro inmediato y próximo. Esta ignorancia nos lleva a seguir repitiendo las embarradas que hemos cometido, a seguir eligiendo a las mismas familias y linajes de siempre, que pese a todo, si se preocupan en analizar los hechos y sus consecuencias en favor de sus intereses.

Voy a poner tres simples ejemplos que mientras leía el libro de Melo, me hicieron dar cuenta que al leer la historia de Colombia, también podemos desarrollar habilidades para encontrar soluciones a los retos que tenemo y por qué no, también salir de tanta quejumbre y lamento boliviano que nos caracteriza:

  • Carencia de habilidades en planificación inmediata: La Patria Boba (1810-1816) fue la época en la cual varios criollos, entre ellos Antonio Nariño y Camilo Torres, aprovecharon la hegemonía napoleónica sobre España para “intentar” a songa soronga definir cómo organizar el territorio y su forma de gobierno (centralismo vs. federalismo), luego del grito de independencia el 20 de Julio de 1810. Pensaron en independizarse y luego se ocuparon y preocuparon en saber cómo organizarse. Fueron 5-6 años en donde no lograron hacerlo, les llegó Pablo Morillo para reconquistar el territorio, una vez Inglaterra derrotó a Napoleón y España pudo tomar un nuevo aire. La Patria Boba hace honor a su nombre porque primero vino el pataleo y luego el cavileo (el pensar). “Hago luego pienso” fue la consigna. 

El “hago luego pienso” se sigue repitiendo a lo largo de nuestra historia: Gaviria promueve el liberalismo comercial sin preparación y varios quiebran en la marcha (90); se hace un proceso de paz y luego se piensa cómo implementarlo de manera exitosa, etc (2011-presente). 

  • Prospectiva y conservación de la amazonía: Guillermo León Valencia (1962-1966) creó el Instituto Colombiana de Reforma Agraria (Incora) para, en palabras crudas, “abrir monte” y experimentar la pérdida de innumerables hectáreas de selvas en la región andina, atlántica y amazónica. La ley de promoción de la colonización sobre “terrenos baldíos”, fue un motor de destrucción que hoy todavía prevalece en Colombia. Millones de hectáreas de bosques se han deforestado debido a la inmediatez de la soluciones paliativas para dar contentillos populares, bajo el pretexto del desarrollo. Progreso que a propósito, no se ha reflejado en un avance agropecuario y agroindustrial significativo debido a la pérdida de la oportunidad, en su momento, para desarrollar las vías férreas del país, gracias a la indemnización recibida por parte de Estados Unidos, una vez perdida Panamá a comienzos del siglo XX. 
  • Transparencia: El Frente Nacional trajo algo bueno sobre el papel: promover una descentralización del aparato estatal (1958-1974). Con ello se pretendía provocar mayor responsabilidad y autonomía para generar ingresos de manera regional, promover sistemas de gobierno mejor contextualizados a la realidad de los territorios y otras cosas que podrían verse como progresistas. No obstante, trajo consigo el que hoy por hoy es el mayor lastre de nuestro país: la corrupción. Con el ánimo de ganar hegemonía territorial, los candidatos y líderes políticos regionales iniciaron una cultura nefasta que aún perdura y que se resume en el: “yo te ayudo-si y solo si-tu me ayudas” (obras y/o favores por el voto). No es culpa del politiquero únicamente, es responsabilidad del ciudadano, quien debido a su ignorancia (a la cual se incluye el de la historia misma), privilegia la barriga llena de hoy a la prosperidad suya y de su descendencia para el mañana. 

Bueno, podría seguir pintando analogías e interpretaciones personales. Este libro me “arregló la cabeza”. Con esta columna tan solo pretendo que se meta la mano al drill e invierta 45.000 pesos en esta obra o en otra que usted quiera y le parezca. Son 45 mil pesos que usted se gastaría en una pizza o un par de jirafas en la 85. Lo importante es que invierta un poco más en conocer el país en el que usted vive y por el cual vibra con cada gol de James o pedalazo de Nairo.

Hasta el próximo jueves.

@julioandresrozo