CLAUDIA VARELA

El gerente debe volverse como su marca

"Una marca, una empresa requiere una afiliación total. No puedo vender salchichas si soy vegetariana, no puedo vender productos de fiesta si no me gusta salir a la calle y no puedo ser sabia absoluta si mi producto y su imagen son guerreros".

Claudia Varela, Claudia Varela
21 de octubre de 2018

Prueba número 55 de assessment número 20. Dice: el perfil del gerente es muy estructurado, bueno negociando, increíblemente asertivo en su navegar corporativo y tan pronto entre a la empresa va a cambiar el rumbo de la marca a un next level.

La señora de Recursos Humanos está feliz. Siente que por fin encontraron lo que buscaban. El gerente actual tiene la marca muy bien, el negocio creciendo, la participación de mercado aumentando, pero no se entiende muy bien con el nuevo jefe. Parece que es un tema del cómo, mejor dicho, lo hace bien, pero al jefe no le gusta el estilo.

Le dicen a Alberto que se vaya. Que su ciclo se cumplió y que mil gracias por tantos aportes. Alberto aún sin entender se va de la empresa en la que estuvo los últimos años, seguro de que habrá cosas mejores, pero con un profundo sentimiento de desolación.

Su marca era cercana. Una marca que él lanzó, sentía como una hija y se identificaba totalmente con su perfil; guerrera, caminante, lanzada y sutil pero definitivamente ganadora.

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Llegó entonces el día esperado y la nueva candidata empezó su nueva vida al lado de una marca que no conocía.

La nueva chica era muy inteligente, glamurosa y se vendía muy bien. Pero empezó rápidamente a tener problemas con el equipo de soporte. Quería cosas en los tiempos inadecuados, quería volver la marca más aspiracional y estrato 6 cuando los heavy users eran clase media .

La gente hacia el interior empezó a sentir cierta antipatía por la chica nueva y recordaba con nostalgia a Alberto que siempre fue guerrero al igual que su marca. Conocía los clientes, conocía las tiendas, entendía los competidores y sobre todo, sabía describir un usuario a la perfección.

Nuestra nueva gerente de producto no conocía una tienda. No había probado el producto porque tenía muchas calorías y al final estaba vendiendo algo súper estructurado, con soporte en un mensaje elaborado, pero olvidando lo básico… la experiencia del consumidor y su equipo de apoyo interno que ya no sentía solo antipatía por ella, sino por la marca.

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No quiero contarles el final de la historia, pero me parece importante recapitular la situación. El buen Alberto se va aunque tenía unos KPIs muy exitosos porque su estilo no iba con el nuevo jefe. La nueva gerente entra con todos los pergaminos puestos, pero sin tener idea de qué hacer y con una personalidad bien lejana a su marca.

El equipo de soporte está golpeado y el amor hacia la marca se está perdiendo por la lejanía hacia su líder.

Historia evidente que nadie vio venir. Egos encontrados que no alcanzaron la sabiduría de hacerse a un lado para encontrar un propósito colectivo de crecimiento de la marca. Guerra por poder que le hace daño al negocio. ¡Cuántos errores humanos juntos!

Y en últimas una reflexión importante. Una marca, una empresa requiere una afiliación total. No puedo vender salchichas si soy vegetariana, no puedo vender productos de fiesta si no me gusta salir a la calle y no puedo ser sabia absoluta si mi producto y su imagen son guerreros.

¿Alguien tiene esto en cuenta en un proceso de selección? No es solo el IQ, es más bien la capacidad de maniobrar una inteligencia emocional que permita tener afinidad y amor entre la marca y su líder.

Que los perfiles que buscamos hagan match entre el negocio, mi cultura, lo que digo que soy y lo que soy. Y es que la marca no debe volverse como el gerente, más bien el gerente debe volverse como la marca.

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