CLAUDIA VARELA

Al final es una delicia

Creo que alrededor del emprendimiento hay muchos paradigmas que vale la pena entrar a pensar. El primero que se me viene a la cabeza es que si se empieza a emprender con el móvil equivocado seguro el tema puede fallar y además frustrar al sujeto que se metió de “emprendedor”.

Claudia Varela, Claudia Varela
25 de marzo de 2018

El pensamiento que viene a la cabeza de todos los que en algún momento han vivido en un mundo corporativo tradicional es, qué puede sentirse no trabajar para nadie más, no tener jefe y arriesgarse a emprender un proyecto individual que pueda darme un mejor vivir y el famoso “trabajar para mí”.

Creo que alrededor del emprendimiento hay muchos paradigmas que vale la pena entrar a pensar. El primero que se me viene a la cabeza es que si se empieza a emprender con el móvil equivocado seguro el tema puede fallar y además frustrar al sujeto que se metió de “emprendedor”.

Si lo que se busca es “tener más tiempo” claramente es una falacia. El emprendedor trabaja a toda hora, días festivos, noches y a la hora que menos lo espera. Normalmente sus nuevos clientes son los que ponen los horarios y la organización de una agenda se vuelve un reto nuevo que al otro lado de la mesa no sucede.

De otro lado si lo que busca es más plata porque “ahora sí trabajo para mí” posiblemente la encuentre en el mediano plazo, pero lo que más puede ocurrir es que al principio del emprendimiento sea mucho más el gasto que la ganancia.

Otro paradigma que hay que romper es pensar que los amigos van a dar negocios automáticos. De hecho, no tienen por qué hacerlo en aras de la amistad. Solo pensar en llamar a mi amigo de infancia e inmediatamente tener nuevos contratos es bastante ingenuo.

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El emprendedor necesita a mi juicio un par de cosas bien atornilladas, la valentía y la resiliencia, además de un ego guardado en el bolsillo porque la realidad de la vida del emprendedor difiere bastante de la burbuja en que a veces se convierten las empresas, donde se vive un sub-mundo que no es muy consistente con el verdadero mundo poblado por humanos.

Emprender me parece un reto absolutamente apasionante. Admiro profundamente a los valientes que dejaron sus cómodas sillas, ambientes controlados y salarios en la cuenta fijos cada quince días por darle rienda a sus sueños.

Pero es claro que emprender no es para todo el mundo. Saber que unas salen y otras no, que la apuesta es a muchos huevos en diferentes canastas, que algunos amigos no vuelven a contestar el teléfono y que la plata que entra no es la misma cada quince días, es parte del juego.

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Cada uno debe vivir su juego de vida donde quiera, donde realmente se sienta cómodo. El mundo corporativo tiene su fascinación despendiendo de si me siento a gusto con el ambiente y cultura de la empresa; si siento que encajo y que hay mariposas en mi panza en la mañana antes de ir a la oficina… pues que bueno estar en este episodio empresarial y ser parte de él.

Sin embargo si tienes un sueño que suena bueno, innovador, interesante y sigue estando de manera recurrente en tu vida... ¿por qué no lo sigues?, ¿por qué el sueldo se necesita?... ¡que la cosa no sea solo dinero! Inversionistas hay, buenas ideas están y gente con ánimos atornillados al cuerpo se pueden encontrar si se busca con buen ojo.

Vivir los propios sueños no los de otro, trabajar infinitamente, pero en lo que me gusta, que mis jefes sean los clientes a quienes debo influenciar y convencer suena también apasionante.

El que es emprendedor tiene ese destello en los ojos desde que vendió brownies en el colegio. Si soltamos un poco más las ataduras que normalmente están amarradas a los paradigmas del deber ser y el dinero al plazo inmediato seguro podemos construir empresa y ver resultados increíbles en un futuro que estratégicamente puede planearse.

A todos los valientes emprendedores mi abrazo de corazón por ser ejemplo de bravura y persistencia. A los que están felices en la vida corporativa, mi aplauso total. A los que están soñando frente al power point ajeno… que tal cuestionarse si vale la pena hacer otra jugada. Lo que sí aseguro es que ir detrás de los sueños al final… ¡es una delicia!

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