ÁNGEL PÉREZ

Los efectos del covid-19 sobre los niños y los jóvenes serán irreparables

En tiempos de pandemia y de incertidumbre los actores de la sociedad que tienen organización, voz o poder político y económico se expresan, ellos defienden sus intereses, cada uno trata de sobrevivir y algunos hasta de sacar créditos.

29 de junio de 2020

En tiempos de pandemia y de incertidumbre los actores de la sociedad que tienen organización, voz o poder político y económico se expresan, ellos defienden sus intereses, cada uno trata de sobrevivir y algunos hasta de sacar réditos, en medio de la crisis, a partir de imponer sus razones e intereses. En este escenario los niños y los adolescentes no existen, no tienen voz.

La información disponible señala que la pandemia producida por el covid-19 es muy benigna con los niños y muy agresiva con los adultos mayores de 60 años, sin embargo, los mayores de 60 protestaron en el país, igual que en otras partes del mundo, contra las normas y las restricciones impuestas para ellos.

En cambio, sobre las necesidades y problemas de los niños y los adolescentes que crea la pandemia, nada. Pareciera que el problema se reduce a lograr conectarlos a la red internet y que les entreguen computadores, a los más de 4 millones de estudiantes de las familias más pobres, y listo, solucionado. Encerrados, me imagino que así como no pueden ir a la escuela, no podrán salir. Los volveremos a ver hasta que haya vacuna ¿y si no hay?

Nadie se pregunta sobre ¿cómo son las condiciones en las que viven los niños en sus casas? ¿Con cuánto espacio cuentan?, ¿Tienen sitios para estudiar donde se puedan concentrar e interactuar con sus maestros o con la clase grabada de manera previa (vía las TIC) o a responder la guía que le llega cada 8 días? ¿Cuál es el nivel de educación de los padres? ¿Cuántas horas al día pueden dedicar los padres para apoyar el proceso educativo de los maestros y acompañar a los hijos fuera de ese tiempo escolar, en el caso que exista virtualidad?

¿Cuántos viven solos con la madre cabeza de hogar? ¿Cuántos niños están en riesgo de sufrir desnutrición por la pérdida de ingresos de las familias?, y lo peor, ¿quiénes son los niños maltratados? y ¿cuántos de los adultos denunciarán?, entendiendo que lo más grave será ¿qué hará la mamá o la familia del niño después de la denuncia? ¿cuántos adolescentes y jóvenes ya están en la economía del rebusque y no volverán a la escuela? ¿cuántos empezarán mañana?

Los niños y los adolescentes serán quienes pagarán el mayor precio por el confinamiento, así lo indican la experiencia internacional y nacional. En Colombia no sabemos con exactitud qué está pasando con los niños en el encierro, pero lo poco que se conocía, antes de la pandemia, ya era muy grave; las nuevas condiciones agravarán las brechas sociales e incidirán en el futuro de millones de niños y de adolescentes del país, si no somos capaces como sociedad y Estado de actuar en favor de ellos y de proteger sus derechos de manera prevalente.

La experiencia Internacional relacionada con la pandemia del Ebola, en África, encontró que después de nueve meses de cierre de las escuelas en 2014 hubo un incremento exagerado en los embarazos de las adolescentes, correlacionados con agresiones sexuales y maltrato infantil, de manera especial para las niñas.

En Colombia Medicina Legal señaló que de 7.544 exámenes médico-legales, por presunto delito sexual, practicados entre enero y mayo de este año, 6.479 (86%) se realizaron a menores de 18 años, de estos últimos casos, 5.422 eran mujeres. A estos datos se debe agregar que una investigación de la Universidad de la Sabana, en 2019, cuando no existía el encierro, encontró que el 52% de los padres golpea a sus hijos para controlar su comportamiento y el 47% de quienes castigan utilizan objetos para hacer daño físico.

En educación diversos escenarios señalan que los estudiantes más pobres se afectarán de manera más grave, por ejemplo, un informe de Education Endowment Foundation (2020) sugiere que para una sociedad menos desigual que la colombiana, Inglaterra, la brecha de rendimiento entre los estudiantes de familias con mayores ingresos y los estudiantes de familias pobres podría ampliarse en un 36%, debido a la clausura de las escuelas por la pandemia.

Otra encuesta en Inglaterra aplicada a 4.000 padres de familia, en el mes de abril, durante el cierre de las escuelas, encontró que los niños de las familias más ricas pasan un 30% más de tiempo aprendiendo en casa que los niños de las familias más pobres.

“Los niños que pertenecen a la quinta parte de las familias de mayores ingresos pasan 5,8 horas al día en actividades educativas, 75 minutos o más que sus pares ubicados en la quinta parte más pobre de los hogares (4.5 horas)”.

De mantenerse esta situación, en 102 días de escuelas cerradas los estudiantes de las familias más acomodadas habrán realizado más de 21 días completos de tiempo extra de aprendizaje.

Además, esta encuesta certifica algo que ya conocíamos, el 58% de los estudiantes de primaria más pobres no tienen acceso a su propio espacio de estudio; el 60% de los padres de niños de primaria y cerca del 50% de los padres de estudiantes de secundaria declararon que era muy difícil apoyar el aprendizaje de sus hijos en casa. En los niños más pequeños esta pérdida será irreversible y podrá tener efectos para toda la vida.

En Colombia, los maestros de la educación oficial conocen el retraso que causan las vacaciones escolares de fin de año, en algunos niños, en su proceso de aprendizaje y desarrollo. Recordemos que estas duran cerca de dos meses. El 15 de agosto del 2020 las escuelas oficiales estarán cerradas, en ese momento se completarán cinco meses de encerramiento de los niños.

Con los números de infectados y de muertos creciendo, con las escuelas clausuradas y los niños encerrados, como medida de prevención, entiendo que ahora no es políticamente correcto salir a plantear que el sistema educativo ingrese a partir del 1 de agosto.

Sin embargo, acá no hay certezas, la expansión de la pandemia se puede mantener o cambiar; por ello se requiere que Fecode, el MEN, las secretarías de educación, los rectores, los padres de familia y expertos en salud empiecen a dialogar para buscar alternativas que tengan como prioridad el bienestar integral de niños y jóvenes, y que no pueden ser decisiones nacionales, porque dependerán de la evolución de la pandemia en cada municipio o distrito, de la ubicación y características de los colegios y del cuidado y la responsabilidad con la que actuemos unos y otros.