ADRIANA MOLANO

e-Xperience: innovar para generar valor público

¿Cuánto invertimos en innovación y cuánto de ello se revierte en innovar dentro del propio Estado para que todos nos beneficiemos de ella?

Adriana Molano, Adriana Molano
16 de noviembre de 2018

Pensar en innovación es entender que, más allá de la gran idea que rompa los mercados, se generen dinámicas organizacionales que hagan del cambio una constante, alimentando el virtuoso círculo de generación y captura de valor.

Sin embargo, aunque la teoría de la innovación a veces la hace parecer simple, lo cierto es que supone no solo habilidades, sino también compromiso y un norte claro sobre qué se entiende por valor y cuáles son los límites, particularmente, para capturarlo – aguas que corren mucho más profundas que el alcance de cualquier taller de ideación –.

Los procesos de innovación son complejos porque tras los halos de luz del futuro se esconden las sombras del pasado y la incertidumbre del presente.

Pero sabiendo que lo complicado nos atrae, agreguemos a la fórmula anterior el toque de lo público y tendremos una viscosa mezcla donde la innovación podría traer la cura para la burocracia, el faro de transparencia que tanto anhelamos o incluso soluciones a problemas complejos del desarrollo local, aunque a su llegada sea tan bien o mal recibida como la administración de turno o los funcionarios eternos lo decidan.

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Aun así, algunos servidores públicos – soñadores o insensatos – le han apostado a la innovación como el modelo para hacer realidad la generación de valor público, que corresponde a la rentabilidad de las empresas pero en el logro de los fines del Estado.

La innovación pública cobra relevancia en Colombia porque las soluciones tradicionales dejaron de funcionar cuando empezamos a mirarnos en el espejo de los países desarrollados.

Con el propósito de impulsar su avance, el Ministerio TIC creó el Centro de Innovación Pública Digital años atrás, para que, inicialmente, la tecnología fuera puesta al servicio de las metas país, impulsando las ideas de esos soñadores que, por fortuna, surgen en medio de todas las administraciones municipales, departamentales y nacionales, para encontrar nuevas formas de entender los complejos problemas que tejen nuestra realidad.

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La innovación pública supone un gobierno abierto que capitaliza los datos que tiene a su alcance, nuevas formas de gestionar los procesos para hacerlos más eficientes y escalables, altos impactos sociales con beneficios tangibles y medibles, así como también una correlación directa con el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), pactados por Colombia y los 194 países miembros de las Naciones Unidas en el marco de la construcción de una sociedad más equitativa y con oportunidades para todos.

Justamente esos lazos entre innovación pública y ODS son reconocidos por los Premios Índigo en su edición 2018 – de los cuales agradezco la invitación del Centro de Innovación Pública Digital para ser jurado –, los cuales serán entregados en el marco del e-Xperience, el evento más representativo de América Latina sobre esta temática, donde, bajo la premisa ‘Conectando para un futuro sostenible’, se darán conversaciones sobre cómo, desde distintos ámbitos, se aporta a la generación de aquel valor público con miras a alcanzar los 17 Objetivos y sus 169 metas que, más allá de los indicadores, se traducen en bienestar, productividad y mejora en la calidad de vida de los colombianos.

Para algunos lo público no genera ningún valor – mientras, tristemente, otros lo corrompen y se apoderan de él –, pero lo cierto es que pensar en iniciativas que, por ejemplo, a partir de los datos buscan salvar vidas al analizar el tráfico de las ciudades, apoyan la toma de decisiones en salud o impulsan la reducción de las barreras de género, nos hace creer que a través de la adopción de prácticas de innovación desde el sector público no solo se está logrando sumar dígitos a los informes de gestión de los que hacen gala los locales y con los cuales mostramos avances en el ámbito internacional, sino que realmente estamos logrando aquello por lo cual nacieron los Estados: velar por los intereses de sus ciudadanos.

La innovación como modelo de pensamiento tiene muchas caras, pero qué mejor que verla sonreír a través de los rostros de comunidades enteras que se benefician de sus procesos de ideación basados en las necesidades de las personas, esas mismas que empiezan a ver un Estado presente, medible y digitalizado, que busca dar más de lo que recibe.

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