MAURICIO BOTERO CAICEDO

De David Copperfield y otros comentarios

Asumiendo que hay pocas posibilidades de que Trump siga en el poder, lo que sí es un hecho es que va a ser un formidable contendor en las elecciones del 2024. Ojalá, en relación con la presidencia Biden, no se dedique a hacerle la vida imposible.

Mauricio Botero Caicedo, Mauricio Botero Caicedo
11 de noviembre de 2020

Hoy se puede decir, sin mucho campo para equivocarse, que David Copperfield es el mejor mago e ilusionista del mundo. Sin embargo, es un niño de pecho al lado de dos verdaderos prestidigitadores: Hugo Chávez y Nicolás Maduro.

Este par de pajarracos logró desaparecer las dos terceras partes de la economía del que fuera el país más rico de América Latina, en los 21 años que llevan en el poder. Dicho de otro modo, si el tamaño de la economía de Venezuela fuera de trescientos billones de dólares cuando entró Chávez, hoy es de solo cien billones.

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¿Y cómo lograron estos maestros ilusionistas, delante del mundo entero, desaparecer la riqueza de un país? Básicamente, lo que Chávez, antes de conocer a “papá lindo” en 2013, y Maduro, en los últimos siete años, hicieron fue dedicarse a destruir la industria petrolera, sector que le aportaba el 95 por ciento de los recursos fiscales al país.

En 2003, Chávez aprovechó una huelga de la empresa estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) para sacar a casi absolutamente todos los profesionales (ejecutivos, ingenieros y técnicos) y poner al mando a sus copartidarios, en buena parte redomados pícaros con escasa o nula experiencia en hidrocarburos. A continuación, el ordeño fue tan absoluto que a la empresa prácticamente no le quedaba un bolívar en caja para reponer equipos y, mucho menos, para hacer el mantenimiento.

Cuando llegó Maduro, pensando que el petróleo brotaba por las puntas de las bayonetas, puso a los militares a cargo de PDVSA, con un general de presidente de la compañía. Hoy, lo que fue en su día una de las empresas de petróleo más importantes del mundo, está reducida a una empresita de tercer nivel que ve cómo sus imponentes pozos, refinerías y puertos se derrumban a pedazos.

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Asumiendo que hay pocas posibilidades de que Trump siga en el poder, lo que sí es un hecho es que va a ser un formidable contendor en las elecciones del 2024. Ojalá, en relación con la presidencia Biden, no se dedique a partir del 21 de enero a hacerle la vida imposible y a deslegitimizar su mandato. Esa es la táctica de un Petro, artimaña que de hecho a este último se le ha devuelto como un bumerán.

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Por otro lado, lo que sí es casi seguro es que Biden va a cumplir con buena parte de sus promesas en relación con el cambio climático y va a hacer todo lo posible para acelerar la transición a los combustibles fósiles. Lo primero será prohibir el fracking en tierras del gobierno federal, lo que paradójicamente va a tener como resultado que, a corto plazo, al disminuir la oferta de crudo, suba el precio del petróleo.

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Una de las cosas que más le sorprende al espectador es la rapidez con la que funcionan los mercados, especialmente la Bolsa de Valores de Nueva York: no alcanzó la Pfizer a anunciar su vacuna contra la covid-19 para que el precio de la acción de muchas farmacéuticas (obviamente, en especial la de Pfizer) se dispararan, mientras que aquellas de las empresas que fabrican los “kits” para hacer las pruebas se fueron al suelo.

Este columnista asume que una vez esté la vacuna disponible, que puede ser más temprano que tarde, el cuarto de hora de las “pruebas” habrá pasado. La Pfizer ha anunciado que para 2020 puede tener 50 millones de vacunas y para 2021, una cifra que alcanza los 1.300 millones. Otras acciones que han tenido bajas considerables son las de las empresas que se dispararon a partir de la pandemia como Zoom, Peloton y Netflix.     

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