JUAN CARLOS SANCLEMENTE

Compra lo nuestro, compra colombiano

Incentivar la adquisición del producto colombiano se impone. Sin embargo, hay que seguir un modelo de desarrollo adecuado que aproveche todas las sinergias presentes y posibles, sobre todo, hoy: en tiempos de crisis.

Juan Carlos Sanclemente Téllez, Juan Carlos Sanclemente Téllez
13 de junio de 2020

Ahora, como nunca, las pequeñas y medianas empresas dependen del mercado local para sobrevivir; es hora, entonces, de apoyar la producción nacional. Abastecerse en el propio país genera lealtad, colabora con el medio ambiente y fomenta el orgullo de la comunidad, entre otros aspectos.

Desde hace algunos años, a nivel mundial, hay una creciente demanda por los productos locales. Muchos lo asumen como tendencia y especialmente en el campo de los alimentos y las bebidas, como lo plantea la firma Ipsos o aún Nielsen, cuando se refiere a los hábitos de consumo a raíz de la covid-19. Lo anterior es un reflejo de la preocupación de los consumidores por la salud, el medio ambiente, el apoyo a los proveedores locales, entre otros. Esta es, por lo tanto, una situación para aprovechar, pero debidamente. De igual manera, hay que decir que el sostén a la industria local no debería limitarse tan solo a la alimentación y, sobre todo, en esta difícil coyuntura que atravesamos hoy.

Lea también: Credicorp: Colombia, el mejor país latino en manejo de la pandemia   

Abastecerse localmente no es solo una tendencia, sino igualmente un importante paso hacia la elaboración de prácticas comerciales sostenibles. Un negocio con estas características está muy relacionado no solo con vender, sino también con mantener un crecimiento determinado a través del tiempo. Y este, como lo he manifestado antes, es un concepto muy amplio.

Algunos de los elementos a considerar cuando se habla de aquello es que debe existir una genuina preocupación por el planeta, por la gente y por la rentabilidad. Teniendo presente esto, los empresarios pueden advertir la forma en que se minimiza su impacto ambiental, se satisface a los clientes y a la comunidad en general y, además, se gana dinero.

Cuando se compra localmente, se reducen las emisiones de combustible asociadas con las largas cadenas de suministro globales y, bien se sabe en este instante, estas se encuentran ampliamente cuestionadas por la pandemia. Estas adquisiciones potencian, así mismo, la biodiversidad, puesto que las granjas y cultivos nacionales florecen y se diversifican, en el caso de los alimentos, por ejemplo.

Lea también: Colombia exportará carne de cerdo a Costa de Marfil y Hong Kong

Esto permite, del mismo modo, apoyar la economía local e incentivar el amor propio de nuestra comunidad al aprovisionarse en su terruño. Es evidente que es mucho más conveniente construir alianzas duraderas y confiables con aquellos que se conocen muy de cerca, pues ellos ofrecen mayor transparencia y confianza a la vez que se alienta el patriotismo, muy distinto al etnocentrismo, y su correspondiente influencia. Adicionalmente, se garantiza contribuir a un trabajo decente y bien remunerado de las personas encargadas de elaborar esos bienes y servicios necesarios para la operación nacional.

Por otra parte, comprar a proveedores locales incrementa sus ingresos y también puede hacer que la oferta de los fabricantes adquiera más valor. Al estar comprometidos con causas locales, ambientales o sociales, se pueden, incluso, encontrar compradores o clientes dispuestos a pagar un sobreprecio por bienes y servicios que cumplan dichas características. Se trata de vínculos emocionales con la marca susceptibles de generar una fidelidad invaluable.

Ahora bien, esta producción no debe ser limitada única y exclusivamente a “comida y artesanías”, como bien lo mencionaba Trendwatching en el año 2013, al proponer Again Made Here como un gran movimiento que haría que los fabricantes ya no se preocuparan tanto por “los crecientes costos laborales en Asia, los largos plazos de entrega y las frágiles cadenas de suministro globales”, y que, de ahí en adelante, fuese inevitable contemplar la modificación de las técnicas y modelos de negocio para hacer relevante la manufactura local y su respectivo consumo por parte de nacionales y foráneos. La validez de la propuesta la ejemplifican en distintos países.

Las tendencias actuales exigen, por otra parte, que la preferencia por lo local no sea solo en las actividades económicas mencionadas, sino que igualmente muchas otras industrias se preparen en diversas dimensiones, como la calidad y eficacia de los productos, la transparencia acerca del origen de los bienes y un sustento considerable en la tecnología como lo manifiesta Nielsen.  

No se trata, entonces, de un etnocentrismo a ultranza que privilegie un proteccionismo nocivo en detrimento del libre comercio, pero sí de un compromiso verdadero con los bienes y servicios nacionales en distintos frentes. Aquello con el fin de que estos demuestren su calidad, sus buenos precios, su compromiso con la cadena de valor doméstica, pero con el soporte obligado en el sistema de desarrollo correspondiente. Por tal razón es indispensable eliminar numerosas barreras de información y coordinación existentes entre compradores y vendedores e implantar efectivas políticas públicas al respecto.

Es por todo lo anterior que la participación de entidades de carácter mixto como Propaís se vuelve muy significativa, al impulsar investigaciones relevantes acerca de “¿qué tan colombiano compra el colombiano?” o de las distintas oportunidades sectoriales y de pymes que tienen los fabricantes. Por otro lado, está Colombia Productiva, del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, con sus distintos esfuerzos de coordinación entre los actores para los respectivos encadenamientos productivos, que favorecen lo local y facilitan herramientas muy representativas como “compra lo nuestro”.    

Es preciso aprovechar todos estos mecanismos, pero a la luz de sólidas políticas públicas, a partir de todas las necesidades detectadas en los pequeños y medianos empresarios. Hay que activar el interruptor y salir del círculo vicioso en que se encuentra la industria nacional a este nivel, y evadir definitivamente el famoso síndrome de la “parálisis por análisis”.