CARLOS CAMARGO ASSÍS

Competitividad, un reto apremiante

El mejoramiento en los índices de competitividad, en un país de regiones como el nuestro, debe cobrar un nuevo impulso desde los territorios donde el desarrollo empresarial requiere y merece ser estimulado.

Carlos Camargo, Carlos Camargo
5 de julio de 2020

Uno de los estudios técnicos más optimistas sobre el futuro del crecimiento económico del país en la época de la post pandemia lo produjo recientemente la consultora MAP Economics and Business Advisors, que prevé para 2021 una recuperación al ritmo del 3.6 por ciento, con la condición, claro está, de que las políticas macroeconómicas favorezcan el pronóstico.

Comparto esa visión optimista y añado que otra condición fundamental estará relacionada con el mejoramiento en los índices de competitividad que, en un país de regiones como el nuestro, deben cobrar un nuevo impulso desde los territorios donde el desarrollo empresarial requiere y merece ser estimulado.

De acuerdo con uno de los más recientes informes del Consejo Privado Competitividad, en 2019 los cuatro departamentos más grandes en términos de desarrollo territorial (Antioquia, Santander, Atlántico y Valle del Cauca) escoltaron a Bogotá en el índice de competitividad (IDC). Sus puntajes, en una escala de 1 a 10, oscilaron entre el 6,07 y el 6,71. Putumayo, Casanare, Chocó, Huila, Meta, Nariño, Norte de Santander, Tolima y Vichada fueron los únicos en conseguir pequeños repuntes en la tabla, en relación con 2018, pero su avance no fue en ningún caso superior a los 2 puntos.

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El panorama ha sido tenido en cuenta por los actuales gobernadores que, pese a los impactos negativos de la pandemia, han tenido muy en cuenta en la formulación de sus planes de desarrollo la necesidad de darle una nueva dinámica a los consejos regionales de competitividad, tal como lo propuso el ministro de Comercio, Industria y Turismo, Juan Manuel Restrepo, a instancias de un foro realizado por la Federación Nacional de Departamentos.

Están pensando integralmente en fomentar el desarrollo empresarial de la mano de la inversión extranjera que ha de traer consigo nuevas tecnologías, innovación y conocimiento. Ese cambio podría venir de la mano con la aplicación de fórmulas de sustitución de importaciones. Igualmente, de la decisión progresiva, como lo ha sugerido también el ministro, de regionalizar instrumentos de comercio exterior y desarrollar, por ejemplo, “planes Vallejos express” para traer bienes y servicios necesarios sin aranceles y obtener así tratamientos recíprocos en el exterior.

La productividad no es el único atributo para ganar en competitividad. El índice departamental creado por el Consejo Privado define 104 indicadores y 13 pilares, entre los que se encuentran el desarrollo institucional, la infraestructura, la adopción de nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, la salud y educación en sus niveles medio y superior.

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En esos ámbitos ha habido ya importantes reformas estructurales. Aunque afectada temporalmente por el coronavirus, la aplicación del Acuerdo de Punto Final va a ser determinante en el saneamiento financiero del sector salud en las regiones. Cuando cese la emergencia es previsible que el sector de la infraestructura retome la dinámica del crecimiento que mostró los dos primeros meses del año. Recuerdo en este punto un estudio presentado por el presidente de la Agencia Nacional de Infraestructura, Manuel Felipe Gutiérrez, el indicador de obras civiles -incluidas las de gobernadores y alcaldes- le permitió a la economía nacional crecer un punto adicional, de 2,3% a 3,3%, durante el año pasado. La apuesta ahora es para reactivar 1.025 proyectos de obras la misma naturaleza, entre vías, puentes y carreteras, que representan inversiones del orden de los $30 billones.

Cuando el país vuelva a la normalidad comenzarán a materializarse 27 iniciativas por valor de $319.354 millones en materia de infraestructura educativa en quince departamentos. Vale recordar que a 31 de diciembre del año pasado el valor de los proyectos aprobados para 2020 -sin el impacto de la pandemia- se aproximaba a los $550.000 millones.

Los esquemas asociativos entre departamentos, como las Regiones Administrativas y de Planificación, cuyo desarrollo se ha revitalizado con la Ley de Regiones serán también clave en un futuro no muy lejano para que las entidades territoriales atiendan el reto apremiante de la competitividad y experimenten un mayor crecimiento económico.

*Director Ejecutivo de la Federación Nacional de Departamentos.