RAÚL ÁVILA FORERO

¿Colombia proteccionista?

En Colombia el análisis de las tendencias de comercio exterior se ha convertido en toda una odisea. A pesar de que seamos una economía declarada como abierta, varios hechos parecen comprobar que poco a poco estamos cerrándonos a tendencias de proteccionismo, ¿es cierto?

Raúl Ávila Forero, Raúl Ávila Forero
24 de febrero de 2020

Cuando se habla de política comercial en Colombia, y le sumamos un poco de historia, podríamos decir que el proceso de apertura económica decidida se inició a comienzos de la década de los 90 con pie derecho. El arancel promedio pasó de más de un 30% a menos de un 10% para la llegada del nuevo milenio, estimulándose así el comercio externo. No obstante, varios expertos concuerdan con que una mala gestión administrativa, en los periodos presidenciales siguientes, hizo de las suyas para revertir esta buena iniciativa, no acompañada de una política industrial integral, ni el potenciamiento de desarrollos agroindustriales de vocación exportadora.

 Mucho del discurso en productividad se basa en poner más atención al potencial exportador que tiene nuestro país, pero, entre otros aspectos, no se ha desplegado un marco regulatorio más abierto que realmente permita explotar nuestra oferta en el comercio internacional. Si bien no podemos descuidar la producción nacional, no es muy conveniente cerrar nuestra economía diciendo que esto es la solución para proteger al empresario colombiano.

 Al respecto, el Banco de la República lanzó una interesante publicación que analiza el comercio exterior en Colombia a nivel de política, instituciones, costos y resultados. Y aunque para muchos analistas resulta estruendosa por revelar la incompleta gestión en materia de política comercial externa que potenciara la continuidad, ni el Gobierno ni los gremios parecen sentirse muy aludidos.

 En un inicio, los investigadores del emisor afirman que el imaginario de una economía liberalizada y abierta puede tumbarse fácilmente con un análisis a las medidas no arancelarias que, consecutivamente, han impuesto los gobiernos siguientes al de César Gaviria. Según el documento, el equivalente arancelario de estas medidas pasó del 38% en 1990 al 118% en 2012, siendo las industrias más protegidas las prendas de vestir, la extracción de madera y el sector agropecuario.

 El mismo Banco de la República define la política comercial de Colombia, de los últimos setenta años, como proteccionista. A esto se le suma la deficiencia institucional que no para de agregar barreras al comercio exterior, particularmente no arancelarias. Y sobra decir que la Ventanilla Única de Comercio Exterior (VUCE) no es realmente una solución porque esta ni los reduce, ni los elimina; antes de presentar una solicitud, un importador o exportador debe conseguir diversidad de documentos para cumplir los requisitos que demandan varias entidades.

 Grosso modo, el documento concluye que la protección a la producción local ha sido un estímulo para no innovar, donde redundantemente los sectores más productivos son los menos protegidos y, tras del hecho, tienen una gran competencia de parte de las importaciones y que, para rematar, las empresas que usan más los insumos importados que los nacionales tienen mayor crecimiento en su productividad. ¿Qué de bueno está dejando este nivel de proteccionismo entonces?

 Prácticamente, lo bueno viene del lado de las importaciones. Como proporción del PIB, han aumentado del 8,6% en 1991 al 15,5% en 2018. Pero si no existe un estímulo al otro lado de la balanza, para el sector exportador, permaneceremos en un déficit comercial que, como hemos notado, se ha perpetuado hasta las más recientes administraciones de gobierno para proteger bajo variadas circunstancias, los intereses de algunos gremios y sectores.

Ello no solo tiene consecuencias económicas, sino que también promueve el estancamiento productivo. Según el mismo documento del Banco de la República, en ausencia de competencia externa, las empresas del país pueden darse el “lujo” de operar con costos más altos y despreocuparse por temas de tecnología e innovación. De igual forma, eventualmente la protección también incentiva a que los recursos se utilicen para producir bienes terminados protegidos. Todo tiene su correlación ya que, a fin de cuentas, se reduce la oferta exportable de alto valor agregado.

No nos cansamos de repetir, una y otra vez, que la ausencia de una política de transformación productiva que dé luz verde a más exportaciones nos está dificultando el camino. Y no olvidemos sumar las constantes molestias de nuestros empresarios en ejes trascendentales como la infraestructura y la logística. 

Asimismo, la falta de implementación y ejecución plena a nivel estatal y empresarial ha desembocado en un estancamiento productivo y comercial; es decir, no tenemos nuevas ramas de producción, ni tampoco nueva oferta exportadora para conquistar una mayor parte del comercio internacional. De ahí también proviene gran parte del discurso de infinidad de expertos para demandar una otrora política industrial que permita la innovación en varios sectores de la economía.

Por lo pronto, las exportaciones totales se mantienen con una mayor participación de productos básicos, es decir, agrícolas tradicionales y minero energéticos. Si bien puede decirse que las exportaciones totales han aumentado frente a los 80, nuestro país aún no explota su potencial exportador en sectores como el manufacturero por temas como una alta protección a la producción local, una infraestructura escasa y unos servicios logísticos que rozan en costos por las nubes. 

Proteger a nuestros empresarios no equivale a una privación del comercio exterior. Esto solo los perjudica y les impide avanzar. Ahora, proteger a los empresarios nacionales debería involucrar una preparación para su inserción al mercado internacional con las suficientes facilidades y todo el conocimiento necesario para hacerlo. 

Se debe reconocer que hacer parte de una cadena de valor a nivel global requiere de mucha inversión en innovación y competitividad. Colombia, actualmente, no hace parte de estas cadenas y, por el contrario, nos estamos sumiendo en un atraso que nos cierra el paso, poco a poco, al comercio internacional.

Afortunadamente, el gran trabajo desplegado desde hace varios años  y liderado por el Departamento Nacional de Planeación (DNP), en el marco de la Misión de Logística, el fortalecimiento del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, potenciando desde diversas estrategias el crecimiento de vocación productiva de la oferta exportable de mediano y alto valor agregado en sectores diferentes a los tradicionales, puede empezar en el corto plazo a revertir estas tendencias históricas.