OPINIÓN ONLINE

Causas que generan empleados mediocres

La comodidad empuja a la mediocridad casi sin darse cuenta.

Jaime Bárcenas
31 de marzo de 2017

La mediocridad es un virus elusivo, resistente y desgraciadamente común que poco a poco está socavando los cimientos de nuestras organizaciones, y convirtiéndonos en ovejas, perdón, empleados infelices que no se atreven a salir del rebaño, y que al final persiguen al que parece tener la razón, aunque en el fondo se sepa que está equivocado.

Porque si todos lo hacen, no puede estar mal ¿cierto?, en un momento donde se necesita más que nunca talento, referentes y a gente fuera de la media, pero desafortunadamente la mediocridad se sigue acentuando, evitando que los empleados se atrevan a destacar, por miedo a no “encajar”, a ser diferentes o a ser vistos como “raros”.

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“se prefiere encajar y ser infeliz, como todos los demás… y así ser un feliz mediocre”

Y es que en realidad las organizaciones se han empeñado en enseñar desde el principio a ser como los demás, a repetir las cosas tal como se han venido haciendo, a no cuestionar el porqué de las cosas y sobre todo a no ser “diferentes”. En lugar de fomentar un ritmo acelerado de desarrollo en aquellos que se esfuerzan, que evite que los trabajadores entren en una zona de confort en la que no se exaltan las aptitudes y ni se explotan las capacidades.

Y acá encontramos la raíz del problema: que sólo hay una forma de evaluar las aptitudes, a través de las competencias “duras”: finanzas, operaciones, calidad…  asumiendo que todos somos iguales, que todos podemos/ debemos ser formados con los mismos parámetros. Y nada más erróneo, aunque se habla de por lo menos 8 tipos de inteligencia, que son ignorados, y claro, por eso pasa lo que pasa.

Y la mejor forma para que un empleado no se sienta tan inútil es intentar encajar, ser como los demás e intentar que no se noten sus “rarezas”, esas que los hacen especiales, únicos y diferentes. Y, por si fuera poco, la organización, en lugar de comprender que cada empleado es diferente, y potenciar lo que tiene de especial cada uno de sus empleados, lo que hace es reforzar aquello en lo que no destacamos.

Y, ¿cuál es el resultado? Más personas concentradas en el centro de la “campana de Gauss” con desempeños promedio y solo un 10% con un alto potencial.

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Y es un fenómeno que se replica en los jefes, que al llegar los nuevos proyectos pretenden utilizar dinámicas conocidas para no arriesgar mucho y dejar el espíritu de “vamos a cambiar las cosas” para después, convirtiéndose en oportunistas sin nuevas ideas o con miedo a los retos que sugieran a hacer cosas distintas y a potencializar el negocio.

“Hay un miedo heredado a todo lo que es diferente, a lo que se sale de lo predecible”

Hay que tener claridad en los términos, pues ser mediocre no significa estar en la media, significa glorificar la media y rotular a cualquiera que se salga de la misma. Pues esa persona será un espejo de lo que por miedo nadie se atreve a hacer.  Todas las personas cuentan con algo especial y único que los hace diferentes y geniales, pero al no atreverse quedan atrapados en lo común, que al final del cuento se traduce en la mediocridad. Y el problema es que esta dinámica se extiende como un cáncer por todas las capas de la organización y tiende a perpetuarse.

Es un efecto parecido al de las tribus o pequeñas sociedades, que perpetúan el poder en las personas “establecidas” por la ley o por consanguinidad, y condenan a los mejores de la tribu a estar subyugados, de ahí la causa del fracaso, pues las ideas que pretenden cambiar el statu quo son dejadas de lado, coartando la innovación y la creatividad, por ende, se convierten en grupos sin ambición, sin riesgos, sin ganancias, sin desarrollo.

Y por esto hay que actuar ya. Llenar a las organizaciones de gente que sume, de gente que se anime a arriesgar y no que se deleite de los fracasos o de la absoluta tranquilidad.

La solución está en salir cada día un poco de la zona de confort. Hoy hacer el trabajo de manera distinta. Mañana ir por un camino diferente al trabajo… y quizás dentro de un mes, hacer eso con lo que se sueña pero que nunca se han atrevido. Pero hay que empezar a probar a hacer cosas nuevas.

No será fácil, pues actuar fuera de lo normal implica un riesgo, así como pensar diferente requiere de asertividad y personalidad, pues muchos enviarán invitaciones para nuevamente hacer parte del redil, pero hay que darle paso a la rareza para llegar a la escala de “genio”, que es nada más y nada menos que la singularidad de cada persona.

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