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Buenos líderes sin inteligencia emocional, “el centavo pa'l peso”

Tener auto consciencia de cómo administrar los sentimientos propios y los de los demás, genera automotivación, mejora el desempeño y transforma la organización.

Maria Gabriela García
18 de octubre de 2016

Karina es una ejecutiva senior en una importante empresa de bienes de consumo. Tiene una excelente reputación entre los miembros de su personal por la calidad de su liderazgo. Sin embargo, sus pares en el equipo ejecutivo la consideran arrogante y poco co-equipera.  

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Sebastián es el gerente general de una organización mediana y de alto perfil que presta servicios logísticos. Los accionistas de la empresa están complacidos con sus logros financieros. Sin embargo, él no es consciente del impacto que tiene sobre los miembros del equipo ejecutivo. Ellos piensan que él utiliza el miedo para dirigir la organización y se le considera difícil de abordar por su severa apariencia y su capacidad para reprender duramente.

Jorge es el director de un área comercial que el último año ha tenido resultados mediocres. Él piensa que su relación con los vendedores es demasiado importante como para ponerla en juego tratando los problemas relacionados con la forma de cerrar negocios y escoger los clientes.

A través de un programa de liderazgo que incluyó retroalimentación de pares y colaboradores, diagnóstico y coaching individual, estos tres líderes lograron tener un conocimiento sobre sus conductas y percibieron que necesitaban desarrollar algunos de los elementos de la inteligencia emocional.

La inteligencia emocional es “la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los de los demás para lograr auto motivación y para administrar nuestras emociones y las de otras personas.” Algunos la han mal interpretado como el ser ‘cálidos y afables’ o tener un sentido comercial desarrollado, pero el liderazgo emocionalmente inteligente no se trata de “ser agradable”, a toda prueba, ni de ser “suave” o “controlado” al punto de parecer sin emociones, sino de contar con la habilidad para hacer una autoevaluación realista y precisa en situaciones determinadas y así, evitar dejarse llevar por las propias emociones y actuar en forma descontrolada.

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Un líder con inteligencia emocional se basa en la relación con sus seguidores. Por tanto, construir y mantener una relación sólida con los demás es una meta importante para todos los líderes. Esto no fue siempre así, pero actualmente cada vez son menos las empresas manejadas por personas que dirigen a través de la fuerza, el miedo y, a veces, carisma, no obstante, su desmedido interés en generar resultados a punta de bajar costos y ser más productivos, este liderazgo olvida por completo la relación y el efecto devastador que ocasiona en la gente.

En el mercado se encuentran varias pruebas que miden la inteligencia emocional, dando un valor a cada competencia emocional que es “una capacidad aprendida basada en la inteligencia emocional que contribuye con un desempeño efectivo en el trabajo”. Cada una de esas competencias tiene un grupo de conductas ordenadas de modo jerárquico.

Las personas pueden mostrar competencias en diferentes niveles. Existen muchas evidencias en las investigaciones de McClelland y sus colegas que prueban que los líderes más destacados demuestran con mayor frecuencia niveles más altos y más complejos de competencias. La evidencia también indica que no todos los líderes con altos desempeños funcionan en todas las competencias con los niveles más altos, el asunto radica es en el nivel de auto consciencia que puede tener un líder con respecto a otro de cómo está administrando sus competencias emocionales.

Así entonces un liderazgo conducido por la fuerza de la inteligencia emocional, se ejerce, involucrando a otros a través de la motivación y el compromiso hacia los objetivos comunes. Este tipo de liderazgo transforma, desarrolla y da autoridad a los demás generando automotivación, mejor desempeño y al final los colaboradores de un líder dotado de inteligencia emocional tienen la capacidad de aprender un buen modelo que pueden bajar al resto de la organización.

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