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ANÁLISIS

Más allá de lo híbrido: el futuro elástico de los espacios de trabajo

El trabajo ya no es un lugar a donde se va, sino los resultados que se generan. Soportar esta premisa supone adaptar las modalidades laborales, garantizando el acceso a la información, así como la evolución en la cultura organizacional.

14 de diciembre de 2020

“Lograr que más de 9.000 personas que atienden temas de servicio trabajen desde sus casas suena fácil de decir, pero es un logro gigantesco y habla de nuestra capacidad para adaptarnos a situaciones difíciles en poco tiempo”. La voz detrás de este reto es la de Marcelo Cataldo, presidente de Tigo, compañía de telecomunicaciones que, al igual que muchas otras durante la cuarentena, tuvo que lograr en menos de una semana que el 90% de su equipo administrativo migrara eficazmente a modalidades de trabajo en casa, sin que ello afectara la continuidad del negocio y mucho menos el servicio entregado a los clientes.

La noción de elasticidad se refiere a la propiedad de los cuerpos sólidos de adaptarse a otras formas, mientras son sometidos a fuerzas externas. Sobrellevar una pandemia es apenas un ejemplo de cómo las compañías tuvieron que integrar la elasticidad a sus pilares para poder avanzar, consolidarse como organización en el marco del acelerado y cambiante mundo de la Cuarta Revolución Industrial es otro.

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En el futuro cercano, esa elasticidad se aplica directamente sobre la forma en la que se trabaja, tal y como lo señala la consultora Accenture, que en su estudio Productividad en tiempos inciertos a través de espacios de trabajo elásticos y digitales hace notar la necesidad de, durante la crisis, adaptarse y en tiempos de normalización, proteger a los colaboradores y la productividad.

La continuidad del negocio no se puede perder. Las necesidades del cliente no se pueden desatender y el ajuste de las modalidades laborales, así como las prácticas y escenarios, han de cambiar. La tecnología es una transversal para garantizar esta evolución y, entre las múltiples soluciones dispuestas para alcanzarla, la nube, con su flexibilidad y escalabilidad, parece atender de mejor manera el llamado al frente.

Pensando en el ‘nuevo tradicional’, los modelos híbridos de trabajo eran considerados como una posibilidad futura, que requería de años de transición, un esfuerzo técnico y de liderazgo, para ser abordados de manera efectiva. Hoy, las circunstancias demuestran que la posibilidad de combinar modalidades laborales presenciales y remotas es posible e incluso aumenta los indicadores de negocio.

De la mano de la hibridación vendría la elasticidad, ya que para lograr sus objetivos no solo se requiere de las capacidades que se asociarían normalmente a los entornos virtualizados y accesibles a través de la nube, sino que el énfasis está en la necesidad de hacer flexibles a las compañías para abordar el cambio constante.

“Para una organización que evoluciona hacia modelos de trabajo basados en la nube, el primer reto tiene que ver con la consolidación de una cultura organizacional que se adapte al contexto y las necesidades de la compañía. El trabajo remoto tiene unas ventajas, pero también unos desafíos. Por tanto, es necesario que el empleado sea dinámico, resiliente y adaptable, tanto para trabajar desde su casa, como para hacerlo desde las oficinas cuando corresponda y todo esté listo. Después de la cultura, el siguiente reto es entender que las organizaciones son seres vivos que deben aprender de las experiencias”, señaló Cataldo.

A propósito de ello, Accenture propone una hoja de ruta de evolución hacia espacios de trabajo elásticos y digitales, que aborda seis frentes al interior de las organizaciones:

Cultura y adopción de las nuevas modalidades laborales: incluyendo la integración de nuevas miradas frente a los resultados, el seguimiento y la disponibilidad, considerando la adopción de las soluciones adecuadas para soportar estos modelos de trabajo.

Colaboración elástica: entendida como principio rector de los modelos de trabajo remotos, la colaboración transformará los modos en que se toman decisiones y también la forma en que se debe considerar el desarrollo de escenarios y capacidades para que los procesos colaborativos se hagan tangibles.

Ambientes de trabajo virtualizados: pasar del BYOD (traiga su propio dispositivo, por sus siglas en inglés), al ‘Bring Your Own Home’ (traiga su propia casa), considerando que tanto en dispositivos, conectividad y acceso a la información, se requiere de soluciones rápidas y efectivas disponibles en donde habita la organización, es decir, donde quiera que estén sus colaboradores.

Conexiones sin tropiezos: trabajar de manera productiva desde casa u otras ubicaciones remotas requiere de conectividad sin problemas, segura y confiable, facilitando el acceso a redes corporativas, activos en la nube y, por supuesto, contactos directos con clientes, colegas y aliados.

Continuidad distribuida: este es el punto de la planeación y el seguimiento constante a la evolución en los procesos, para garantizar la continuidad de las operaciones a la vez que se protegen los vínculos con clientes y colaboradores.

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Seguridad adaptativa: que sea tan elástica como las nuevas necesidades de los equipos de trabajo en el ejercicio de sus funciones, garantizando acceso y protección en simultánea.

Para cerrar, el presidente de Tigo señala el factor clave que podría determinar el éxito o fracaso en la evolución en los modelos laborales: “La capacidad de adaptación. Se trata de entender que las organizaciones son sujetos cambiantes que tienen distintas condiciones. No es lo mismo implementar un modelo de trabajo remoto en Bogotá que en Barranquilla. No es lo mismo tener una política de trabajo remoto en una empresa de servicio y en otra de ventas. Esa adaptación, esa dinámica, esa flexibilidad para adaptarse a diferentes condiciones, será la clave para que el trabajo remoto funcione”.

En alianza con Accenture.