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Alejandra Carvajal, columnista

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Sexo y Geopolítica

La situación de las mujeres en Afganistán y en otras latitudes del mundo ahora más que nunca no puede pasar desapercibida, está ligada directamente al progreso y a la seguridad de las naciones.

14 de septiembre de 2021

La represión por la que atraviesan las mujeres en países como Afganistán o Pakistán no deja de apesadumbrar al mundo. Malala Yousafzai ganó el Premio Nobel de Paz, al simbolizar la lucha de miles de niñas que quieren asistir a la escuela sin tener que recibir un balazo en la cabeza. El régimen talibán asesina, tortura, humilla y maltrata a las mujeres que se rehúsen a obedecer sus órdenes. Ese mismo régimen es complaciente con organizaciones como Al Qaeda, que florecieron bajo su protección. Son misóginos y terroristas.

Este fin de semana se conmemoraron 20 años de los ataques a las Torres Gemelas y al Pentágono, todos los servicios informativos del mundo transmitieron los actos en honor a las víctimas, vimos a Clinton, Obama, Bush y Biden en los lugares de los acontecimientos, a Bruce Springsteen, las declaraciones de los sobrevivientes, de las familias de los que fallecieron, de los bomberos, controladores aéreos y de personas del común cuyas vidas se entretejieron con la tragedia. El drama de las mujeres que se encuentran subyugadas bajo el régimen talibán es comparable con el del 11 de septiembre pues miles están falleciendo como consecuencia de la misoginia en su país.

Investigadoras de la Universidad de Texas y de la Universidad de Brigham Young descubrieron que existe una correlación directa entre subyugación de las mujeres y seguridad nacional. Esto ya lo había advertido Hilary Clinton cuando se desempeñaba como secretaria de Estado al afirmar que “la subyugación a las mujeres es una amenaza para la seguridad común de nuestro mundo”. De hecho, el desconocimiento de derechos a las mujeres es garantizar peores niveles de gobernabilidad, violencia, estabilidad, desarrollo económico, seguridad alimentaria, salud, problemas demográficos, protección ambiental y progreso social. En el libro El primer orden político, de manera magistral, Valerie M.Hudson, Donna Lee Bowen y Perpetua Lynne Nielsen exponen cómo la subordinación femenina se convierte en una maldición para todas aquellas naciones en las que esta es protagonista.

Hace pocos días la revista The Economist titulaba en uno de sus artículos centrales “Porque fallan las naciones que fallan a las mujeres” recordando el caso de Afganistán y de otros países con ideología afín. La razón es muy simple: no puede existir progreso donde los derechos de las mujeres no son reconocidos. En el mundo si el trabajo de las mujeres que cuidan a otros fuera valorado al menos con un salario mínimo esto sería equiparable al 40 % de lo que vale la producción mundial.

En Colombia, la mitad de las mujeres en edad de trabajar están fuera de la fuerza laboral de acuerdo con la Tasa Global de Participación. Las que logran incorporarse al mercado lo hacen en condiciones de desventaja, la brecha en materia salarial es significativa con relación a los hombres. La feminización de la pobreza es un fenómeno que creció con la pandemia.

Mucho se habla de la firma del Acuerdo de Paz y que hasta ahora esa paz no ha sido una realidad. Lo cierto es que si vemos la foto del teatro Colón fue una paz firmada con casi nula presencia femenina. La tan ansiada paz llegará cuando sean verdaderamente incluidas las mujeres, no solo en Colombia sino en el mundo.

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