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José Miguel Santamaría, columnista de Dinero.

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Criando o creando monstruos

Desde hace muchos años, la educación pública ha estado cooptada por un pensamiento e ideología de izquierda, Fecode, que es la Federación Colombiana de Educadores, a la que pertenece la gran mayoría de los educadores públicos del país.

José Miguel Santamaría
8 de marzo de 2024

La mayoría de los colombianos estamos convencidos de que el gran paso que debemos dar para cambiar el rumbo del país y tener un mejor futuro es renovando el sistema educativo. Todos los gobiernos destinan más y más recursos a la educación, pero esta pareciera un barril sin fondo, en que peso que se mete, peso que se pierde.

Desde hace muchos años, la educación pública ha estado cooptada por un pensamiento e ideología de izquierda, Fecode, que es la Federación Colombiana de Educadores, a la que pertenece la gran mayoría de los educadores públicos del país. Lleva mucho tiempo trabajando y adoctrinando más que educando a nuestros jóvenes. Hoy en día, en pruebas internacionales, el país ocupa uno de los peores puestos en cuanto a calidad de la educación. Siempre que vemos una marcha de Fecode busca mejorar sus privilegios, nunca la educación.

Desafortunadamente, eso no es todo. Adicionalmente, a la baja calidad de la educación, las familias tampoco educan en valores a sus hijos. Pareciera que la epidemia de la cultura traqueta y la malicia indígena sea la constante, en que la trampa y la mentira son el plato de cada día en la vida de los niños y de los jóvenes.

Últimamente, he tenido, por cuenta de mi hijo menor de 10 años, que ir a acompañarlo a unos torneos de tenis organizados por la Federación Colombiana de Tenis. De este grupo de muchachos seguramente saldrán los jugadores que en el futuro nos representarán en eventos internacionales.

La federación, como debe ser, utiliza mecanismos estándares a nivel internacional para que ellos, los jóvenes, lleven las cuentas del marcador y se arbitren entre ellos. En el futuro, cuando tengan que salir a eventos internacionales, les va a tocar igual. En estos torneos se ve de todo, desde el niño promesa del tenis nacional, en el quien sus padres tienen puestas muchas de sus expectativas económicas futuras, hasta el niño que práctica el deporte por hobby y que claramente su futuro no está por ese camino. La generación de cristal a la que pertenecen estos niños es aterradora. Son intocables. Los padres claramente no hemos hecho una buena labor. Un amigo me dice jocosamente que sus hijos son tres estratos más que él.

Independientemente de todo, lo más desconcertante es ver cómo muchos de ellos aprovechan el hecho de no tener árbitro en su propio beneficio. Literalmente se roban bolas que son buenas para el contrincante en la cara, y lo peor es que muchas veces son los mismos padres los que acolitan esas acciones. Qué clase de futuro les estamos dando a nuestros hijos cuando desde chiquitos los enseñamos a hacer trampa, a ganar con mentiras. Seguramente ese niño que se roba una bola para ganar un partido, en el futuro será el que dé coimas para ganarse un contrato con el Estado o el que desfalque la tesorería de una entidad pública. Decir: “Yo no lo crie” no puede ser la excusa cuando un hijo comete irregularidades.

La educación desde el seno de la familia termina siendo mucho más importante que la que se recibe en las escuelas y colegios. Esa educación en valores, en principios, seguro harán el verdadero cambio en Colombia. Bien lo decía don Agustín Nieto Caballero, gran educador y fundador del Gimnasio Moderno: “Educar antes que instruir”.

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