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Los riesgos del teletrabajo

Ha habido mucho entusiasmo en las organizaciones con el teletrabajo. Incluso el Departamento Nacional de Planeación, DNP, realizó un estudio que muestra un crecimiento del 33% en el número de teletrabajadores.

Jorge Gómez Pinilla
28 de julio de 2016

Ha habido mucho entusiasmo en las organizaciones con el teletrabajo. Incluso el Departamento Nacional de Planeación, DNP, realizó un estudio que muestra un crecimiento del 33% en el número de teletrabajadores. Este auge me llevó a pensar en los riesgos del teletrabajo a la luz de los conceptos empresariales de innovación, calidad organizacional y sentido del trabajo, así como mi actividad profesoral en INALDE Business School.

Antes de iniciar, nos corresponde hacer una aclaración: el teletrabajo no aplica para todos los oficios y profesiones. Un peluquero, un gerente de planta o un vigilante no pueden decir que están haciendo uso del teletrabajo. Esta figura tiene preponderancia en las empresas de profesionales cuyo trabajo es, primordialmente, el conocimiento.

Pero cuidado porque hay unos problemas que el teletrabajo no puede resolver y que son materia de este análisis.

En primer lugar, las empresas que promueven la innovación no deben incentivar el teletrabajo. La razón es sencilla: la innovación nace de la interacción entre las personas y, sobre todo, surge del micromundo de las miles de conversaciones que sostenemos a diario en nuestras organizaciones. Por ejemplo, Oticon -una empresa danesa de audífonos- creó una cafetería para generar encuentros informales y una hora para el café en la que la gente comparte ideas y proyectos. Otro ejemplo es Steve Jobs, quien era fanático de las reuniones abiertas, basadas en la conversación y en el debate. En consecuencia, el riesgo de teletrabajar en una empresa que busca la innovación y cuyo quehacer es la producción de conocimiento es el aislamiento, porque el acto de creación es individual pero se perfecciona con la mirada de los demás, con las circunstancias y con el feedback.

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En segundo lugar, el teletrabajo genera dificultades para comunicar los valores de la organización, el sentido de propósito y alcanzar unidad en la organización. Esto se debe a que los canales de comunicación usados son formales: el correo electrónico, el whatsapp y las conferencias por Skype. Sin embargo, quien teletrabaja pierde la riqueza de la comunicación informal de las organizaciones que surge de las reuniones, en los pasillos y con el contacto con los altos directivos. Lo grave del problema es que la comunicación es, por naturaleza, el mecanismo para cohesionar y unir a la organización mediante unos valores compartidos. A este respecto, no podemos desconocer la frase que dice: “el director general se comunica siempre y, en ocasiones, verbaliza”.

En tercer lugar, el teletrabajo en el largo plazo disminuye la calidad de vida. Aristóteles decía que somos sociales por naturaleza. La soledad, el aislamiento y la falta de relaciones con los demás restan brillo y alegría al ser humano. Estudios sobre felicidad, formulados en la Universidad de Harvard, muestran que las buenas relaciones familiares, con amigos, con colegas y con nuestros vecinos son una fuente muy grande de felicidad y realización como lo muestra este TED. Por tales motivos, el teletrabajo genera cierta soledad y propicia la falta de contacto con otras personas, lo cual dificulta cultivar relaciones, tener buenas conversaciones y compartir alegrías y preocupaciones. Tal es la preocupación con el teletrabajo que Marissa Mayer, CEO de Yahoo!, tomó la decisión de eliminar esta modalidad en su compañía con el argumento de que no basta la eficiencia y la productividad y, por el contrario, lo que más necesitan las empresas es la colaboración y la comunicación, que se estimula con la presencia física y la interacción cara a cara.

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Este artículo no pretende ir en contra del teletrabajo; solo busca ampliar las perspectivas. Es un error impulsar el teletrabajo simplemente por razones financieras (que no deben ser la única fuente de toma de decisiones en la empresa). A mi juicio, hay que saber interpretar de forma correcta el concepto de teletrabajo, lo cual consiste en saber cuándo conviene y cuando no. Como directivos debemos evitar, ante todo,  que se convierta en una receta más de productividad. En lugar de ello, tenemos el reto empresarial de promover jornadas más flexibles que mejoren el equilibrio entre la vida familiar, personal y el trabajo de los colaboradores.