JORGE IVÁN GÓMEZ

El trabajo profundo en un mundo disperso

El trabajo profundo busca que los directivos edifiquen una vida más plena y con sentido porque su metodología pretende una labor con más intensidad y con una dedicación plena.

Jorge Gómez Pinilla, Jorge Gómez Pinilla
13 de julio de 2017

Un estudio de Mckinsey en 2013, en Estados Unidos, descubrió que los trabajadores del conocimiento dedicaban más del 60% de sus horas laborales a la comunicación electrónica y a las búsquedas por Internet. Y cerca de un 30% de ese tiempo era exclusivamente para enviar y contestar correos.

Recuerdo que cuando era directivo de una organización muy grande tenía que disponer a diario de una gran cantidad de tiempo al correo electrónico y, cuando no lo lograba en la semana, el sábado en la tarde debía superar el rezago. Estas palabras, estimado lector, le pueden sonar familiares por la avalancha de información que tenemos que sortear todos los días.

El problema radica en que el aumento de información nos está quitando capacidad para realizar un trabajo profundo, cuyos beneficios debemos descubrir para mejorar nuestra productividad como directivos.

El trabajo profundo es la actividad profesional que realizamos en un estado de concentración desprovisto de distracciones, de tal manera que las capacidades cognitivas llegan a su límite máximo. Este esfuerzo crea valor y mejora nuestras habilidades (Newport, 2017). El beneficio del trabajo profundo es que aumentamos nuestra productividad de manera exponencial, debido a que el cerebro está absolutamente comprometido en algo, lo cual le permite liberar al pensamiento toda su capacidad y energía.

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Por este hecho, el trabajo profundo pretende que la persona se concentre al máximo para rendir más en su jornada laboral pero, además, obtener más tiempo para otras actividades. Dicho de manera metafórica, el trabajo profundo pretende que vivamos la vida como la de un aristócrata, esto es, valorando actividades que mejoran el espíritu humano. En resumen, no es para trabajar más sino mejor, de tal forma que podamos dedicar tiempo también a nuestra familia, amigos y pasatiempos.

El trabajo en la era industrial

Una gran herencia que nos ha dado la era industrial es una equivocada visión del trabajo. Muchas veces partimos de la premisa que este consiste en hacer muchas cosas de manera visible y, de esta forma, actuamos y controlamos el trabajo humano como si fuera una cadena de montaje. La realidad es que el trabajo directivo tiene una característica que descubrió hace rato Peter Drucker y es la naturaleza cerebral de la tarea directiva, o sea, la condición de trabajo basado en el conocimiento. Este hecho conlleva a repensar la manera como trabajamos. El trabajo directivo consiste en gestionar información, cuyos canales son las conversaciones, los informes y las reuniones. Así, el trabajo requiere de mucha capacidad de atención, de saber oír y preguntar y, sobre todo, de expresarse sobre hechos y criterios y no sobre emociones.

El método para el trabajo profundo

Lo primero que exige el trabajo profundo de la persona es valentía: apagar el celular cuando la tarea lo requiera, ser capaz de cerrar el correo electrónico mientras realiza un informe o dejar de lado las redes sociales y el WhatsApp mientras conversa. La premisa del trabajo profundo parte de una formula sencilla y es: el trabajo de calidad es igual al tiempo empleado más la intensidad de la concentración (TC=TE+ IC).

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Lo segundo que exige es orden. Un directivo debe ordenar su agenda diaria y definir qué actividades son superficiales y cuáles requieren trabajo profundo. Las segundas implican llevarlas a la agenda y desconectar de toda fuente de distracción con el fin de evitar interrupciones. Por este hecho, una puerta cerrada o un tiempo sin recibir llamadas es una cura para lograr los objetivos propuestos. Asimismo, el espacio físico ayuda a la concentración; no debe extrañarnos que busquemos lugares aislados donde podamos alcanzarla.

Lo tercero implica ordenar nuestro hábitat digital. Debemos aprender a consultar y gestionar nuestro correo en la periferia de la jornada y dedicarle nuestro tiempo más productivo a aquellas tareas que más contribuyen a nuestros resultados, como visitar un cliente clave, preparar una presentación o escribir un documento. De igual modo, debemos hacer lo mismo con las redes sociales y los periódicos digitales.

En conclusión, el trabajo profundo busca que los directivos edifiquen una vida más plena y con sentido porque su metodología pretende una labor con más intensidad y con una dedicación plena. Eso sí, cuando se termina una tarea, termina. Es decir, se trata de una productividad con programación fija con el fin de liberar el tiempo del directivo para la vida personal, familiar, el descanso y los pasatiempos. En resumen, se trata de hacer, realmente, lo que se debe y estar, realmente, en lo que se hace.

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