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Reflexiones sobre la democracia

En Venezuela la democracia murió ante la mirada inoperante del mundo y en Colombia ya se encuentra en cuidados intensivos, y si no la cuidamos, muy pronto estaremos viviendo la pesadilla de una dictadura.

María Andrea Nieto
28 de marzo de 2024

El tramposo dictador de Venezuela, Nicolás Maduro, engañó a la oposición de su país, a Estados Unidos y a Noruega, con lo que se conoció como los Acuerdos de Barbados, en los que el régimen se comprometía a respetar los derechos políticos y las garantías electorales.

La revolución castrochavista en el vecino país fue un fracaso. Con la idea trasnochada de la revolución cubana, Hugo Chávez ganó la presidencia en 1999 y 25 años después el país está arruinado, el aparato productivo dejó de existir, hay 8 millones de venezolanos exiliados por cuenta del hambre y una nación esclava de un narcogobierno.

Recordemos que el Departamento de Justicia de Estados Unidos vinculó a Nicolás Maduro al Cartel de los Soles y sobre su cabeza ofrecen una recompensa de 15 millones de dólares. Esa dictadura después de una generación solo tiene resultados positivos para los traidores que se han robado la riqueza de una de las economías más prósperas de América Latina.

Ante el mundo entero quedó demostrado que Nicolás Maduro no tiene ninguna intención de salir del poder. Logró, eso sí, que el Gobierno de Joe Biden suspendiera el bloqueo económico y le devolviera a Álex Saab, creyendo que respetaría los acuerdos. Una jugada que para muchos podría calificarse de ingenua, pero que tristemente era necesaria. Es que en otros tiempos los dictadores eran derrocados por las Fuerzas Armadas del país o con la intervención de países extranjeros. Pero como la sociedad ha evolucionado, a pesar del pesimismo de muchos, hoy en día, esa no es una salida digna para una humanidad que se precia de haber aprendido del pasado. Paradójicamente, así como la humanidad ha evolucionado, a muchos seres como a Maduro esa tarea le quedará pendiente para otras vidas. Los políticos que creen que son el principio y el final de las sociedades y se aferran al poder creyendo ser los “elegidos” están destinados a la deshonra de la historia.

En Venezuela la democracia ha muerto. Sin embargo, en la narrativa de los ‘progres’, que todo lo tergiversan y que pretenden reescribir la historia a punta de orates discursos y las redes sociales, ahora le venden al mundo que un montaje electoral como el venezolano es valedero. Pero resulta que no. Maduro destruyó el Estado social de derecho de ese país. No hay división de poderes, el legislativo, el ejecutivo y el judicial dependen de él, incluso el Consejo Nacional Electoral lo maneja el dictador. El principal ‘delito’ de María Corina Machado fue oponerse a la dictadura y, como es de esperarse, el antisistema la inhabilitó e impidió que Corina Yuris pudiera inscribirse también.

Sin embargo, para montar la pantomima, Maduro avaló la inscripción de candidaturas que solo sirven de telón de fondo en un show en el que está acordado que él será de nuevo el ‘ganador’, porque si se enfrentara a la oposición de verdad, incluidos los 8 millones de exiliados, es claro que perdería.

La verdadera democracia permite que haya oposición, porque con eso se garantiza la alternancia en el poder. Unos Gobiernos los hacen unos y otros, los hacen otros. Así, hay enriquecimiento en las ideologías y formas de comprender el mundo, las dinámicas sociales, económicas y políticas propias de una nación. Pero acá en Latinoamérica hizo carrera que la dictadura de los Castro en Cuba y de los Gobiernos de izquierda eran la panacea y se adueñaron del monopolio de la defensa de los derechos humanos, del bienestar de los pueblos y de la verdad. Y resulta que nada de esto puede ser un monopolio. Por eso son un fracaso. Cuba arruinada y Venezuela también. Con Ecuador, Perú y Brasil no pudieron gracias a la alternancia de Gobiernos, pero el peligro ahora está latente en Colombia, en donde Gustavo Petro pretende modificar las reglas democráticas para quedarse en el poder, aunque ya ha demostrado que es incapaz de gobernar bien.

Una verdadera democracia permite que todos los candidatos que quieran presentarse a una elección puedan hacerlo, que haya libertad de prensa, de opinión, que exista la propiedad privada y el derecho al libre mercado. Hugo Chávez expropió todo el aparato productivo de su país con el cuentazo de entregarle la riqueza al pueblo, pero la verdad fue que se la quedaron los políticos-áulicos y al pueblo le tocó salir a las calles de las ciudades latinoamericanas a buscar comida entre la basura. ¿O es que todavía creen que 8 millones de personas salen huyendo a pie de un país porque son unos desagradecidos que no entendieron los beneficios de la ‘revolución’?

A la comunidad internacional se le acabaron las acciones para frenar esa dictadura que no respetó la democracia. Ya no son suficientes los comunicados de exigencia a un dictador que no tiene ni ética, ni moral y actúa como el jefe de una mafia criminal. La Corte Penal Internacional está en mora de dar resultados en su investigación en contra del dictador acusado ante ese tribunal por delitos de lesa humanidad.

Pero para los colombianos lo más grave de todo es la benevolencia con la que Gustavo Petro trata los acontecimientos antidemocráticos en el hermano país. ¿Qué le debe a Maduro? ¿Por qué no condena el atentado a la democracia venezolana? ¿O es que piensa proceder con el manual comunista con el que Fidel Castro y Hugo Chávez impusieron la esclavitud del siglo XXI a sus respectivas naciones?

En Venezuela la democracia murió ante la mirada inoperante del mundo y en Colombia ya se encuentra en cuidados intensivos, y si no la cuidamos, muy pronto estaremos viviendo la pesadilla de una dictadura.

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