Home

Opinión

Artículo

Pacho Santos Columna Semana

Opinión

Por eso estamos jodidos

Los jóvenes, unos seres egocéntricos que lo reciben todo y no dan nada, forman parte de esa nueva sociedad que está quebrada.

Francisco Santos
28 de marzo de 2024

Hace unos meses, un buen amigo mío que dedicó toda su vida a la educación renunció a su trabajo. Había sido profesor, vicerrector y rector de los mejores colegios privados en Bogotá y, de un día para otro, dijo ‘no más’. Cuando le pregunté por qué había renunciado, me dijo con una contundencia impresionante: “Es imposible educar en un entorno donde el educador está solo y donde no hay apoyo de los padres”.

Claro, quedé preocupado, pero con tantos problemas en la cabeza, no quise añadir uno más. Pero vino a mi memoria un evento político que tuve en Valledupar cuando estuve en la fallida campaña presidencial del 2014. Eran unas 2.000 mujeres y les conté cómo en mi casa me habían educado. No había la menor posibilidad de subirle la voz o irrespetar al padre o a la madre. La palmada, si eso sucedía, era inevitable. Y les dije que hoy parecía imposible ser papá o mamá, pues, si disciplinaban al hijo, acababan en la cárcel denunciados por abuso infantil. Nunca me habían aplaudido tanto y, al final, esas mujeres me contaban lo difícil que era educar unos niños que se sentían con ese poder de amenazar a las mamás con la denuncia.

El fin de semana pasado, todo este tema volvió a estar presente, pues vi una película alemana que estaba nominada a los Óscar que se llama Salón de profesores. La verdad, le tenía una pereza terrible, imagínense una película alemana sobre profesores, y comencé a verla bostezando, pero al final acabé agarrado de la silla con “ira e intenso dolor”, como dice el Código Penal.

No tengo idea quién es el director o la actriz principal, me da mucha vergüenza escribirlo, pero no quiero aparentar ser un crítico de cine, que no lo soy. He sido cinéfilo, una de las grandes herencias de mi padre, quien nos llevaba a cine desde pequeños a ver muchas veces matiné y vespertina en el mismo día, con perro caliente incluido entre película y película, pero nada más.

Bueno, y como dice el dermatólogo, al grano. La película es en un colegio en Alemania donde una profesora entregada a su profesión y llena de empatía con los alumnos se enfrenta a un caso de robo dentro del colegio por parte de una secretaria cuyo hijo estudia en el curso de ella.

Lo primero es que ella misma grabó el robo desde su computador. Y cuando lo presenta a la rectora, quien está de acuerdo con disciplinar a la ladrona, se enfrentan a una demanda por violación al derecho a la intimidad. Tienen que negar que hubo video, y la acusada pasa a ser acusadora. ¿Cuántas veces hemos visto esto en nuestro país? La película ya comienza a plantear ese gran dilema en nuestras sociedades sobre el derecho individual versus los derechos colectivos. Claro, en este caso, es blanco y negro, pero la verdad nunca lo es y acaba siendo utilizada para crear una narrativa alterna que beneficia a los delincuentes. ¿Se acuerdan de la primera línea?

El segundo tema, más dramático aún, es el de los padres. Hoy muchos son parte activa de la mala educación de sus hijos, o incluso cuando los mandan al colegio para ser criados –pues nunca lo hicieron en casa, lo que sucede mucho– siempre acusan a los profesores de los problemas de ellos. En la película un padre dice: “Es que las tareas son tan difíciles”, para justificar la vagancia de su hijo, algo que he escuchado muchas veces. Es compleja la relación padre, hijo y profesor cuando este último no tiene la solidaridad del padre, pues solo hace lo mínimo para no entrar en dificultades. Así comienza la educación mediocre.

Finalmente, el tema de los niños y los jóvenes. El hijo de la secretaria en la película, a quien sancionan, le hace la vida imposible a la profesora, le pone el curso en contra, logra el apoyo de otros cursos, le roba el computador y hasta le pega. Cuando es expulsado del colegio por golpearla, no lo acepta y va a clase como si nada. Tratan de convencerlo de que se debe ir a su casa, pero no acepta. Lo dejan solo en la clase y no se va. Al final, en una fantástica escena que lo dice todo, la policía lo saca sentado en su silla sin tocarlo, como si fuera un emperador coronado. Eso lo dice todo.

Ver profesores golpeados por alumnos en colegios ya no es nada raro. El respeto hacia la clase, hacia los compañeros o hacia el profesor hoy se ha perdido. Los jóvenes, unos seres egocéntricos que lo reciben todo y no dan nada, forman parte de esa nueva sociedad que está quebrada. Todos somos responsables, pero, la verdad, en especial, los padres que no asumen la educación de sus hijos como toca.

¿Se imaginan cuál va a ser el futuro de estos niños en un mundo donde la inteligencia artificial y los robots los van a reemplazar en pocos años? El problema apenas empieza y, la verdad, no veo ningún cambio relevante en el horizonte. Dios nos libre de lo que viene, aunque yo, por lo menos, ya no voy a estar.

Noticias Destacadas