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La fiebre tecnológica del crédito nos invade

La fiebre del crédito parece expandirse como una sombra sobre las familias, ya no solo en el mundo occidental capitalista, sino también y muy peligrosamente, sobre economías supuestamente más intervenidas. Un análisis de Salomón Raydan.

16 de septiembre de 2019

En la “comunista China” por ejemplo, el nivel de endeudamiento de las familias ha crecido de manera consistente y alarmante durante los últimos años. Según el informe del “The People’s Bank of China”, el crecimiento de los préstamos de consumo a corto plazo aumentó de 19,9% interanual a principios de 2017 a 40,9% en octubre de ese mismo año.

Esto ocurre no necesariamente porque la economía está creciendo y la capacidad adquisitiva de las familias está aumentando. De hecho, en el caso chino, tal y como lo ha dicho el Fondo Monetario Internacional, la economía se está desacelerando.

Desde hace unos años he venido señalando que esto es consecuencia directa de lo que llamo “La fiebre tecnológica del crédito”, impulsada fundamentalmente por el muy fácil acceso al crédito de una variedad de plataformas bancarias, empresas de fintech, prestamistas uno a uno (peer to peer), crowfunding, además de otros canales que no están regulados. 

Algo similar puede estar sucediendo en América Latina sin que ni siquiera nos estemos dando cuenta, pues tal y como lo señalan algunos informes, estos préstamos no pasan por canales “formales” y, por lo tanto, no se llevan estadísticas claras de los mismos. Las consecuencias de este fenómeno pueden ser muy graves en el mediano y largo plazo.

En el caso colombiano según estudios de la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (Anif), ya para el año 2017, el nivel de deuda de algunas familias podría estar comprometiendo un alto porcentaje de los ingresos de esa familia. Según una Encuesta de Carga Financiera y Educación Financiera (Iefic) elaborada por el Banco de la República y el Dane, ya para el 2017 la carga de la deuda había llegado a 18,4%. Esto significa que, en promedio, por cada 100 pesos de ingreso, los hogares encuestados tuvieron que destinar 18,4 pesos para pagar las cuotas de sus deudas. Si bien esta cifra no es alarmante, es bueno tenerla en constante observación. 

Ahora bien, esta fiebre no es nueva, solo que ahora tiene el apoyo de las tecnologías que permiten endeudarse al “toque de una pantalla”. Al inicio de la industria del micro crédito, las únicas organizaciones que se atrevieron a “dar crédito a los pobres” fueron ONGs porque utilizaban fondos venidos de la cooperación, que muchas veces no debían ser retornados.

Más adelante se desarrollaron dos estrategias orientadas a, por un lado, expandir la cobertura y por el otro, a lograr “sostenibilidad”. La primera de ellas denominada “Up-grading” procuró que algunas de las ONGs que habían mostrado mayor capacidad para entrar en el negocio, se les apoyara para desarrollar tecnologías y metodologías que los llevaran a la eficiencia y la rentabilidad.

La otra, denominada down-grading, buscaba que algunos bancos tradicionales, se especializaran en microcrédito para así poder expandir la base de fondos requeridos para enfrentar la creciente demanda, que no era posible sostener desde los organismos de cooperación.

Esto no siempre fue bien ejecutado y en algunos países, especialmente aquellos de alta población micro empresarial como Bolivia, se generó una enorme competencia por alcanzar los mismos clientes.

Muchas de las ONGs, algunas convertidas en instituciones micro financieras reguladas y otras que aun podían acceder a fondos de cooperación, presionadas por las mismas metas de cobertura y sostenibilidad, desplegaron un ejército de oficiales de crédito con la misión de ofertar créditos a cualquiera que apareciera en el camino con alguna pequeña empresa.

Una de las consecuencias fue un sobre endeudamiento enorme de la población, que no solo terminó hundiendo en la pobreza a muchas familias, sino que generó una cartera morosa que al final dio al traste con muchas de esas ONGs y con algunas de las nuevas Instituciones microfinancieras.

Sobre endeudar a la población ni es nuevo ni es una buena práctica. Es importante que las autoridades, pero también la sociedad, estén alerta frente al surgimiento de una competencia irracional por parte de ofertantes muy diversos, generalmente apoyadas por nuevas tecnologías.  

La regulación, si bien puede ayudar, será difícil y de poca eficacia. Lo que toca es tratar por muchos medios, de educar a esa población que muy posiblemente acceda impulsada por la facilidad, sin medir sus verdaderas capacidades de endeudamiento.  

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