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Corte Suprema de Justicia, segundo asedio, mismo personaje

Este pasado jueves, aupados por el presidente –sí, en minúscula, pues el cargo le quedó grande–, con arengas y con permisos, esa pequeñísima minoría violenta que le copia decidió secuestrar a los magistrados de la Corte Suprema.

Francisco Santos
10 de febrero de 2024

Recuerdo como si fuera ayer aquel 6 de noviembre de 1985. Estaba trabajando en El Tiempo como periodista y me tocó ver y escribir sobre el asalto guerrillero del grupo en el que actuaba el hoy presidente de Colombia, Gustavo Petro, que dejó como saldo 101 muertos, entre ellos 11 magistrados de la Corte Suprema de Justicia (CSJ).

Veinticuatro años después era embajador en Estados Unidos y recuerdo ver en la televisión cuando se iniciaba la toma del Congreso en Washington. Ahí mismo saltaron los recuerdos e inmediatamente llamé al Presidente Iván Duque para que sacara un comunicado condenando el hecho. Muchos asesores me pidieron que esperara, que no sabíamos qué estaba pasando, pero no había duda alguna para mí, era un ataque frontal a la democracia que no podía pasarse por alto ni un segundo. Duque lo entendió y sacó inmediatamente el comunicado, uno de los primeros países en hacerlo.

Este pasado jueves, aupados por el presidente –sí, en minúscula, pues el cargo le quedó grande–, con arengas y con permisos, esa pequeñísima minoría violenta que le copia decidió secuestrar a los magistrados de la Corte Suprema. Es un secuestro –con una petición igual a la de un secuestrador, unos piden plata, otros piden la elección de una fiscal de bolsillo– que me recordó estos dos episodios trágicos de la democracia que viví personalmente.

No sé si los jóvenes de hoy entienden que con lo sucedido este jueves se comenzó a resquebrajar la democracia. En el 85 querían obligar a la Corte Suprema a hacerle un juicio político al Presidente Belisario Betancur y ahora en 2023 quieren obligarlos a elegir una fiscal de bolsillo con la que Petro pueda arrestar a la oposición y convertirse en dictador.

Afortunadamente, la Corte la preside un hombre especial, un jurista hecho a pulso que no le debe nada a nadie, un hombre que hizo carrera en la rama judicial y se superó gracias a su estudio, a su sabiduría, a su tesón y a su cumplimiento del deber. En este momento tan difícil de la Justicia, el magistrado Gerson Chaverra mostró de lo que está hecho, defendió la independencia de la Corte y no se arrugó.

Chaverra sacó a relucir su casta. Actuó como la gran magistrada Fanny González Franco, asesinada por el M-19 (grupo al que pertenecía entonces Petro), quien en la última conversación con su hermano Otoniel, ya secuestrada por los que sabemos, ante la pregunta de si pediría clemencia a los terroristas le contestó: “Yo no vine a la Corte a llorar o a suplicar clemencia. Muero defendiendo la Justicia… Muero, pero no me doblego”. Tenía 51 años cuando fue asesinada por el grupo de Petro y había sido la primera mujer nombrada magistrada en la Corte Suprema de Justicia.

¿Qué viene? Lo primero es que no hay garantías para nombrar fiscal con este presidente que se cree emperador, que vivió del terror y que solo sabe aterrorizar. Así como la Corte Suprema duró casi dos años sin nombrar fiscal con el Presidente Álvaro Uribe y esperó a un nuevo Gobierno –incluso cuando Uribe cambió la terna dos veces–, ahora solo serían dos años y medio para que cambie el Gobierno y tengan una terna que respete la independencia de la Justicia. Lo de hoy es vergonzante, tanto así que hasta ahora siguen calladas las ‘valientes e impolutas’ candidatas, cuando deberían condenar con toda la fuerza lo sucedido y llamar las cosas por su nombre. Están bajo la cobija de Petro, quien las necesita para llevar este país hacia la dictadura.

Una salida es cambiar la Constitución y darle esa potestad a la CSJ para que nomine la terna y entonces es el Presidente quien nombra. Solo se demoraría un año ese proceso. Las mayorías para este cambio están, más cuando lo que está en juego es la democracia. No sé si los partidos Conservador, Liberal, Cambio Radical, de La U y el Centro Democrático quieran acabar como el Copei y Acción Democrática en Venezuela. Pero vamos por ese camino si no reaccionamos en este momento con todo el vigor y toda la fuerza.

Finalmente está la calle, que es el otro escenario donde debemos reaccionar ya y con la misma fuerza de esos pocos vándalos que lograron secuestrar a la Corte Suprema. No les quepa la menor duda de que esta es una prueba y que la primera línea y la guardia indígena están listos para más. ¿Los vamos a dejar? O vamos a ser capaces de enfrentarlos. Ya no hay más tiempo y si estos señores se creen dueños de la calle, pues hay que mostrarles que no lo son.

Hago un llamado a las reservas y a los ciudadanos que están comprometidos con la democracia y con la libertad que activemos nuestras capacidades para defender a la Corte Suprema de Justicia y de una vez por todas demostremos que somos mayoría y que nuestra democracia no nos la arrebatan. No es hora del miedo o del temor. Es hora de defender la Patria.

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