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Bienestar

Vivir con poco: el auge de la vida minimalista

Cada día más personas deciden deshacerse del exceso y quedarse sólo con lo esencial. ¿Qué tan difícil es lograrlo en un mundo lleno de tentaciones? Así ha sido la experiencia de quienes han intentado no gastar y vivir con lo mínimo.

21 de septiembre de 2018

A mediados del siglo XX el legendario arquitecto y diseñador alemán Ludwig Mies van der Rohe popularizó la frase “menos es más”. Un pensamiento enfocado en la arquitectura minimalista que no tardó mucho en convertirse en una filosofía de vida: la de reducir al mínimo todas las cosas y despojarse de los excesos para concentrarse en lo verdaderamente esencial.  

Aunque la idea suena descabellada en pleno siglo XXI, cuando el consumo hace parte de la cotidianidad, la tendencia ya ha empezado a colarse entre algunos escritores, empresarios y figuras públicas. Esta semana el turno fue para la periodista de opinión del New York Times Lisa Prior cuya columna titulada “Recomiendo inmensamente unirse a este culto” se volvió viral. En su texto la escritora hace pública su experiencia de “recortar gastos” y reconsiderar sus “hábitos burgueses”. Invita, además, a experimentar en carne propia la satisfacción que produce hacer esos recortes.

La autora dice que “el adoctrinamiento comenzó suavemente. Con un podcast aquí, un video de YouTube sobre minimalismo allá y luego una vida libre de deudas, frugalidad y nada de desperdicio”, Cuenta que al transformar pequeños hábitos de su vida logró liberarse del constante estrés y agobio inconsciente que le producía la cultura del consumo. “En lugar de pagar clases de baile, ahora bailo y en lugar de llevar a mis hijos a costosas exposiciones de museos para aprender de naturaleza, ahora pasamos más tiempo en la naturaleza”, dice.

Pero Prior no es la primera -ni será la última- persona en vivir esta experiencia. Recientemente, la escritora estadounidense Ann Patchett también contó en un artículo del mismo medio la experiencia que vivió cumpliendo el propósito de pasar un año sin hacer compras innecesarias. Al igual que Prior, Patchett aseguró que fue mucho más fácil de lo que imaginó. “Mis primeros meses sin compras estuvieron llenos de alegres descubrimientos. Se me acabó el colorete para labios y antes de decidir si era una necesidad, busqué en los cajones de mi escritorio y en los bolsillos de mis abrigos. Encontré cinco”, escribió.

Luego del reto Patchett comprobó que el deseo por algo material no tarda mucho en desvanecerse y que al cabo de un tiempo el mismo hábito de dejar de comprar permite cuestionarse sobre la inutilidad de comprar tanto. “Cuando pude ver las cosas que poseía y las que realmente eran importantes me quedé con una sensación intermedia de asco y humillación. ¿En qué momento adquirí tantas cosas? ¿Habrá alguien más que las necesite?”, pensó. Patchett también asegura que el truco no está en dejar de adquirir cosas, sino en no salir de compras. “Eso incluye no divagar en la sección de descuentos. Significa que los catálogos deben ir directo a la basura bajo el precepto de si no lo veo, no lo quiero”.


Esta nueva tendencia del “evangelio del ahorro” tiene adeptos en todo el mundo. De hecho,  ha dado lugar a una serie de movimientos que tienen como filosofía el minimalismo, es decir, la tendencia a reducir las pertenencias físicas y necesidades al mínimo. Dos de sus grandes difusores son los estadounidenses Joshua Fields Millburn y Ryan Nicodemus, antiguos empresarios exitosos que desde 2010 abandonaron sus carreras en el mundo corporativo y se dedicaron a construir una nueva vida a través de esta filosofía.

“A los 30 años, habíamos logrado todo lo que se suponía que nos haría felices: carreras de seis cifras, autos de lujo, casas sobredimensionadas y todo lo que atesta cada rincón de nuestras vidas impulsadas por el consumidor”, describen. Y sin embargo, con todo eso, no estaban satisfechos. “Trabajar 80 horas a la semana solo para comprar más cosas no llenó el vacío. Solo trajo más deudas, estrés, ansiedad, miedo, soledad, culpa, y depresión”, agregan. Lo peor de todo era que no tenían control de su tiempo, y por lo tanto, no controlaban sus propias vidas.

En 2009 y gracias a los conceptos del minimalismo lograron hacerlo. Pero su idea sobre este hábito va mucho más allá de deshacerse de las posesiones materiales. “Los minimalistas no se enfocan en tener menos, menos y menos. Nos enfocamos en hacer espacio para más: más tiempo, más pasión, más creatividad, más experiencias, más contribuciones, más satisfacción, más libertad. Despejar el desorden del camino de la vida ayuda a rehacer esa habitación”.

A través de podcasts, blogs, libros y ahora un documental disponible en Netflix que lleva el mismo nombre: Minimalism, hoy Millburn y Nicodemus inspiran a personas de todo el mundo adoptar la frugalidad como estilo de vida. Han llegado a más de 20 millones de personas y su proyecto The Minimalists se ha presentado ante prestigiosas empresas y facultades como Harvard Business School, Apple, Google y SXSW.

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Marie Kondo es otra de las figuras representativas de esta corriente. La famosa japonesa cuyo libro ‘The Life-Changing Magic of Tidying Up’ se convirtió en un best-seller porque su método “KonMari” ayuda a las personas a deshacerse de todo aquello que realmente no necesitan en un periodo de seis meses. Basada en la filosofía oriental, el feng shui y el coaching inspiracional, la escritora motiva a sus lectores a despedirse de sus pertenencias haciéndose una sola pregunta: ¿Este objeto aún me provoca alegría?


Foto: Marie Kondo. 

Según Kondo, identificar lo que provoca alegría no sólo ayuda a renunciar más fácilmente a aquello que es superfluo sino que fomenta el aprecio hacia lo que se tiene, a mantenerlo ordenado y a abrir un camino hacia el autodescubrimiento, la vida consciente y la realización.

En una época donde muchos viven agobiados por las deudas, los créditos y mejorar el salario para poder comprar aquello que se desean, la columnista del New York Times, asegura que es un alivio saber que hay algunos rincones del mundo y de las redes sociales donde “alguien se emocionará con la idea de no renovar su automóvil o no usar una tarjeta de crédito”.

Al mismo tiempo hace una fuerte crítica a la sociedad actual que ofrece muy pocos incentivos emocionales por no gastar dinero, pero en cambio, premia y asfixia con mensajes muy bien diseñados a los que sí lo hacen. “Nos llegan mensajes a nuestros hogares "invitándonos a solicitar tarjetas de crédito. Instagram nos ofrece imágenes de personas con vacaciones más agradables, ropa más moderna y más alimentos fotogénicos, lo que puede hacernos sentir insatisfechos con los nuestros”.

Para aquellos que deseen luchar contra ello, Prior les recomienda ver y seguir de cerca unos buenos ejemplos: En YouTube el canal Fun Cheap or Free o el blog y canal de la asesora financiera australiana Canna Campbell, que ofrece una visión glamorosa de la vida minimalista, aún llevando un buen bolso. “Cuando ves a otras personas haciéndolo no gastar se siente más un desafío creativo conectado a un propósito, en lugar de una privación”, concluye.