Home

País

Artículo

Foto: Ingimage | Foto: Ingimage

ANÁLISIS

“Me contaron que fuiste al Psiquiatra”

Una enfermedad limita las posibilidades de llevar a cabo un trabajo en condiciones corrientes; no obstante, en el caso de las enfermedades mentales, prácticamente las anula, más por los estigmas creados a razón del desconocimiento que por la incapacidad que generan.

1 de junio de 2016

Decir en Colombia que una persona tiene cáncer, diabetes, lupus o hepatitis es motivo de alarma, de inquietud, de trabajo fuerte por encontrar pronto un eficaz y definitivo tratamiento para erradicar la enfermedad.  De cuidados máximos para quien la padece, de términos casi de compasión para quien los refiere aún en un estado de mínima gravedad.

Pero si una persona es diagnosticada con esquizofrenia, bipolaridad o demencia, las cosas son a otro precio. Inmediatamente adquiere una especie de código de barras que queda impreso en su ser, que genera temor, rechazo, marginación y hasta vergüenza, no sólo por parte de quien la padece, sino sobre todo de quienes están a su alrededor.

Es claro que una enfermedad, cualquiera que sea, limita las posibilidades de llevar a cabo un trabajo en condiciones corrientes; no obstante, en el caso de las enfermedades mentales, prácticamente las anula, más por los estigmas creados a razón del desconocimiento de lo que implican, que por la incapacidad que en verdad generan.

La problemática que gira alrededor de la salud mental en Colombia está en aumento y la tarea que tienen entre manos, especialmente quienes informan, es de enorme responsabilidad.

Recientemente, nuestra Facultad de Comunicación, junto con la de Medicina y la Clínica Universidad de La Sabana, con el apoyo de la Fundación Carter, realizamos un evento denominado “Información, estigma y salud mental” , dando continuidad a un trabajo que desde hace ya varios años venimos desarrollando, en aras de lograr una mejor información.

Si bien, tuvo muy buena asistencia, no contó con la misma difusión que quizá otros eventos de un corte similar podrían haber tenido. Ello, es quizá, muestra de lo que pasa con la salud mental en Colombia: a pocos les importa, aunque con las cifras y datos que arrojan los estudios, deberíamos empezar a preocuparnos un poco más, pues usted que hoy lee este artículo o alguno de los de su casa, podría ser uno de esos 120 millones de personas que en el mundo sufre de depresión, una enfermedad que ya incluimos en nuestra jerga cotidiana, y la usamos de la manera más errada posible; pero que puede llegar a ser el detonante de una de esas difíciles situaciones que hoy agobian y apenan a miles de personas en el planeta.

Según la periodista especializada en temas de salud mental, Clauss-Ehlrsa, en el año 2020, la depresión ocupará el segundo lugar de enfermedades en el mundo. El segundo. ¿Y quién los va a atender si hoy el 70 por ciento de la población tiene acceso a menos de 1 psiquiatra por cada 100.000 personas y el 55 por ciento tiene acceso a menos de 1 neurólogo por cada 1.000.000 de personas?

Esto último también deja ver que las cosas son graves. Al estigma que tienen los pacientes con enfermedades se suma los estigmas que también sufren los especialistas en ellas. Según la doctora Yahira Guzmán, tampoco son muchos quienes gustan y se animan a especializarse en ello porque se presume que estos médicos casi que cargan con las mismas cruces que los pacientes.

Fernando Lozada (nombre cambiado) trabajaba en una empresa como contador. Desde muy joven se vinculó a la organización en la que ya llevaba 10 años de labores, cuando empezaron sus síntomas más que evidentes, de que algo en su cabeza andaba mal. Empezó a pensar que lo llamaban del “más allá”. Su búsqueda cada día resultaba infructuosa. El no sabía qué le pasaba, acudió donde curas y brujos, el día a día se lo llevaba pensando en el llamado y de la contabilidad de la empresa, poco. Así que sus amigos al ver la situación le recomendaron ir al psiquiatra. Acierto enorme, pero pecado público.

Una tarde, al llegar de la cita, y haber empezado un primer acercamiento al tratamiento, su jefe le dijo a grito herido delante de sus compañeros: “me contaron que fuiste al Psiquiatra”, una frase lapidaria, que causó jocosidad en algunos y prevención en otros.  Allí se inició el calvario. El famoso “bulling” que hoy ronda los colegios y del que tanto se preocupan propios y extraños, entraba en su empresa y recaía sobre él. Fernando empezaba a ser una víctima más de haber sido “acusado” de ir al psiquiatra y haber sido diagnosticado con una de las cientos de enfermedades cuyos nombres, síntomas y efectos o no conocemos o los empleamos para hacer chistes.  Su vida laboral llegó a su fin en poco tiempo a la par que su matrimonio también se derrumbaba y sus hijos lo dejaban ante la vergüenza de tener un papá con una enfermedad mental.

Con el tiempo y después de estar casi en la calle, Fernando encontró apoyo de una asociación y de personas que trabajan en la recuperación de pacientes con estas enfermedades. Ha empezado a llevar una vida normal, con los tratamientos y la medicación del caso; pero el tiempo ha pasado factura y ya le resulta difícil volver a engancharse, más cuando en su hoja de vida hay un limbo que a veces no debe o no quiere mencionar.

El año pasado el Ministerio de Salud reactivó, después de 15 años, la Encuesta de Salud Mental en Colombia, un instrumento que arrojó que uno de cada diez colombianos sufre algún problema mental y en este contexto, la depresión y la ansiedad son los principales trastornos mencionados. Aún más duro: los adolescentes entre 12 y 17 años encabezan los problemas mentales en Colombia. Y habría más cifras… pero es tiempo de pensar y sobre todo, de actuar.

Por: Adriana Patricia Guzmán de Reyes