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OPINIÓN

La revolución necesaria

En poco menos de tres siglos, la humanidad ha experimentado cuatro procesos de evolución tecnológica que elevaron de manera espectacular sus niveles de bienestar material y la esperanza de vida. Estos cuatro episodios son reconocidos como revoluciones industriales y actualmente atravesamos la etapa de auge de la cuarta, a la vez que se gesta una quinta. Esta última es especial, pues permitirá que la trayectoria de progreso colectivo no se detenga ni se revierta. Un análisis por Carlos Andrés Pérez Ramírez, director económico y de competitividad de la Cámara de Comercio de Cali.

17 de julio de 2019

La incorporación de los motores de vapor en procesos industriales y agrícolas a mediados del siglo XVII en Reino Unido representó el primer episodio de impulso sostenido de crecimiento económico, el cual benefició a un porcentaje amplio de la población de Europa y EE.UU. Posteriormente, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, el aprovechamiento de nuevas fuentes de energía como el gas, el petróleo y la electricidad, permitieron que más regiones en el mundo se beneficiaran de la modernidad tecnológica. Más recientemente, hace menos de cinco décadas, los avances de la electrónica y las telecomunicaciones generaron nuevas alternativas para la producción de bienes y servicios.

Actualmente, ante la ampliación significativa de la capacidad de almacenamiento y procesamiento de información digital, las empresas de todos los sectores afrontan el desafío de adaptación de tecnologías como la inteligencia artificial, la robótica, blockchain, impresión 3D y el internet de las cosas, entre otras, en sus procesos de diseño, abastecimiento, producción, mercadeo, comercialización y distribución. Esta cuarta revolución industrial ha permitido que personas y compañías de cualquier lugar del mundo, con el conocimiento y las herramientas adecuadas, puedan gestar empresas globales.

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La historia muestra que los desarrollos tecnológicos promueven cambios socioeconómicos sustanciales que benefician cada vez a un mayor porcentaje de la población. La quinta revolución industrial nos beneficiará a todos, incluso a las futuras generaciones.

Hace pocas semanas, varias de las principales capitales europeas registraron máximas temperaturas históricas y todo parece indicar que este año registraremos un récord de concentración de dióxido de carbono en la atmósfera. Los efectos de casi tres siglos de prosperidad humana son cada vez más evidentes en el planeta. El cambio climático, la extinción acelerada de especies vegetales y animales, así como la contaminación del aire y de los océanos, son solo algunos de los problemas que enfrentamos. 

Pero no debemos confundirnos, los enemigos no son la producción y consumo masivos de bienes y servicios. Los altos niveles de bienestar alcanzados en economías como las europeas, EE.UU., el sudeste asiático y un par de economías latinoamericanas se reflejan en mayores posibilidades de consumo. Pero este afortunado modelo requiere urgentemente un ajuste.

Durante la primera revolución industrial, la contaminación del aire en ciudades como Londres, Liverpool y Manchester presionó a las grandes fábricas a adoptar fuentes de energía más limpias, lo cual aumentó su productividad y benefició a millones de personas. Igualmente, la electrónica y las telecomunicaciones permitieron el desarrollo de modelos de negocio que han mejorado la calidad de vida de miles de millones de personas.

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Los bionegocios, entendidos como las actividades productivas y de comercialización de productos y servicios de base biológica, representan la quinta revolución industrial. Esta revolución, como las anteriores, mejorará nuestra calidad de vida y permitirá que algunas compañías triunfen en un futuro cercano, como lo hicieron Watt, Ford, Sony y Amazon.

Las empresas agrícolas, manufactureras y de servicios soportadas en la aplicación de la biotecnología, la bioinformática, la producción de bioenergía, el desarrollo de biomateriales e ingrediente naturales serán las más valoradas por los consumidores.

Este escenario representa una gran oportunidad para países y regiones que cuentan con dotaciones superiores de recursos naturales, pero demanda conocimiento y tecnología apropiados para poder aprovecharlos. Las empresas deben anticiparse y ajustar sus estrategias y modelos de negocio. Este no es un asunto de responsabilidad empresarial, sino de supervivencia corporativa.

Muchas empresas desaparecerán, como lo han hecho millones a lo largo de la historia moderna. Otras sobrevivirán y llegarán aquellas que sepan adaptarse o liderar el cambio.

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Los autos del futuro serán autónomos, propulsados por motores que utilizarán energías renovables, estarán interconectados, serán fabricados con materiales reciclables o biodegradables, serán más baratos y transportarán a personas que vivirán mejor que las anteriores generaciones. Los bionegocios son los negocios del futuro.

Por Carlos Andrés Pérez Ramírez, director económico y de planeación de la Cámara de Comercio de Cali