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Café: más que bonanza

El aumento del ingreso cafetero no solo beneficia a los productores, sino también a toda la economía por el mayor consumo de este sector.

4 de marzo de 2005

Cuando Gabriel Silva, gerente general de la Federación de Cafeteros, afirma que no hay bonanza cafetera tiene toda la razón. El aumento de los precios de hoy se debe en parte a cambios estructurales en la caficultura mundial, así como a situaciones coyunturales asociadas con el boom de los commodities en el mercado mundial y la depreciación del dólar en el mercado financiero internacional. Esto es contrario a lo que sucedía en ocasiones anteriores cuando los precios internacionales del café subían temporalmente y a niveles extraordinarios por cuenta de problemas climáticos en Brasil, ya fueran sequías o heladas, y luego caían una vez la producción se normalizaba.



La sobreoferta

Para entender lo que está pasando con el café, es preciso remontarse a la década pasada y a los innumerables esfuerzos que hicieron los países productores para compensar el impacto causado por la terminación del pacto de cuotas en 1989.

De hecho, hacia 1994/95, en medio de la gran crisis de la caficultura mundial, se inició un período de rápido crecimiento de la producción mundial, inducido esencialmente por Brasil y Vietnam. En cinco años, la producción pasó de un poco menos de 90 millones de sacos al año a casi 117 millones de sacos, lo cual generó un excedente, a partir de 1996/97, que fue llevando al desplome gradual de los precios.

En un comienzo, el mayor impacto sobre los precios se sintió sobre los cafés arábigos lavados o suaves (producidos en Colombia y Centroamérica y parte de África) en la medida en que la mayor oferta, en gran parte compuesta por café robusta y arábigo no lavado de buena calidad, pero de menor precio que los lavados, iba siendo utilizada por la industria torrefactora mundial para sacar gradualmente de sus mezclas, los cafés suaves de mayor costo. De hecho, se creó una nueva tecnología que permitía obtener muy buenas mezclas utilizando menor cantidad de café suave.

El resultado no se hizo esperar. Los bajos precios pagados para los cafés suaves, insuficientes para cubrir los costos de producción, llevaron a la disminución de la producción de este tipo de cafés, particularmente en África y Centroamérica. Colombia fue la excepción pues mantuvo estable los niveles de producción, alrededor de los 12 millones de sacos al año.



La escasez

A partir de 2002, el balance mundial entre oferta y demanda cambió. Después de una cosecha extraordinaria entre 47 y 53 millones de sacos en Brasil en ese año, al año siguiente, la producción se redujo casi a la mitad, al llegar a 28,8 millones. De la misma manera, en 2004, cuando se esperaba de nuevo una gran cosecha, la producción llegó apenas a 38,2 millones de sacos, 10 millones de sacos por debajo de la cosecha de 2002.

Varias razones explican este comportamiento de la producción brasileña. De una parte, 2002 coincide con la gran devaluación de la moneda brasileña, el real; la cual fue aprovechada por los exportadores de este país para exportar los excedentes de café acumulados durante años. Así, es posible que parte de estos excedentes se haya contabilizado como producción, ampliando la cifra de ese año, ya que de hecho, no se sabe a ciencia cierta cuál fue el volumen real de la cosecha 2002/03.

De otra parte, la sequía de finales de 2003 que en un primer momento se pensó que no tendría grandes consecuencias, terminó afectando la cosecha 2003/04, que se esperaba fuera más alta dado el ciclo bienal de la producción de café en Brasil.

Por último, en Brasil los grandes empresarios del agro responden rápidamente a las fluctuaciones en los precios internacionales de los productos agrícolas, al sustituir unos cultivos por otros. En este caso, el aumento de los precios internacionales de los commodities en 2003 y 2004 los llevó a arrancar café para sustituirlo por granos como la soya, cuyo precio estaba disparado.

Así, a la reducción de la producción de Centroamérica y África se sumó la de Brasil. La producción total en el año cafetero 2004/05 se estima en 114,1 millones de sacos, apenas suficiente para atender el consumo mundial, mientras que para 2005/06, teniendo en cuenta los primeros estimativos de la cosecha de Brasil entre 30,7 y 33 millones de sacos, se calcula que la producción mundial llegará a los 107 millones de sacos, 7 millones por debajo de las necesidades del mercado.

En términos de la industria torrefactora mundial, que procesa el café que viene de los países productores, el faltante de 7 millones de sacos es particularmente grave en la medida en que está representado por cafés arábigos no lavados de Brasil o naturales y arábigos lavados. En otras palabras, en el mundo hay abundancia de café robusta y escasez de los otros cafés que son vitales para las mezclas. Esto sin tener en cuenta los inventarios existentes en las bolsas de futuros de Londres, Nueva York y Sao Paulo que siempre pueden ser utilizados.



Cambian los precios

El desajuste entre la oferta y la demanda previsto para este año y especialmente para el entrante empezó a sentirse en los precios desde 2004. Para los tostadores, la reducción de la producción de Brasil y en particular de los cafés arábigos no lavados que se venían utilizando en las mezclas fue bastante traumática pues tuvieron que recurrir nuevamente a los cafés suaves de gran calidad, pero de mayor precio. Ante esta nueva demanda y la menor oferta de este tipo de café, los precios de los suaves empezaron a reaccionar. De hecho, el arbitraje o diferencial en la cotización entre los cafés suaves y los robustas se empezó a ampliar desde mediados de agosto de 2004 al punto de que hoy está en US$0,83, el doble del valor que tenía en ese momento.

En valores absolutos, la cotización de los cafés suaves ha crecido 50% en los últimos cinco meses, en tanto que la de los cafés naturales de Brasil ha aumentado 34% y la de los robustas se ha mantenido prácticamente estable. Colombia, el principal productor de café suave del mundo, por supuesto es el gran beneficiado de este aumento de precios.



La presión de los fondos

Una explicación del aumento de los precios del café en los últimos meses quedaría incompleta si no se incluyera el papel determinante de los fondos de inversión en la fijación del precio. La participación de los fondos en los mercados de commodities se ha ampliado en los últimos años, en la medida en que los otros mercados han perdido volatilidad, que es la razón de ser de estos fondos, debido a las bajas tasas de interés.

Estos fondos operan con base en escenarios alrededor de los cuales abren y cierran posiciones. Su gran oportunidad está en la volatilidad, pero dentro de un rango de precios y, por tanto, procuran mantenerse en un mismo eslabón el máximo tiempo posible. En el cambio de eslabón pueden perder plata. Así, los fondos, que por cierto invierten millones de dólares, son en parte responsables de los precios y en ocasiones son también quienes retrasan el acomodo de los precios a los fundamentales.



Colombia se ajusta

El aumento de los precios del café a partir del último trimestre de 2004 y que según los expertos podría extenderse al menos por dos años más es particularmente benéfico para los productores colombianos, gracias a los avances en productividad logrados en los últimos años y a los cambios en la política cafetera.

En 1999, la Federación de Cafeteros inició un programa para aumentar la productividad de la caficultura colombiana, mediante un incentivo por palo renovado equivalente a casi el 20% del valor. El programa fue exitoso pues el área sembrada en café se redujo de 1,1 millones de hectáreas a 830.000, a la vez que la producción se mantuvo estable. La producción pasó de 12 a 20 sacos por hectárea entre 1999 y 2004. De la misma manera, la edad del parque cafetero se redujo de 7 a 4,7 años. El aumento en productividad permitió mantener e incluso mejorar el ingreso de los productores, a pesar de los bajos precios en el mercado internacional.

La crisis y la mala situación de los cafeteros sirvieron también para que en 2002 se modificara por medio de la ley 788, la forma de calcular la contribución cafetera, que es el porcentaje sobre el precio que el caficultor debe entregar a la Federación de Cafeteros para el funcionamiento del gremio. Este porcentaje, que con anterioridad a esa ley se establecía discrecionalmente por la Federación, quedó fijo en un máximo de US$0,06 por libra, cada vez que el precio superara los US$0,60 y en US$0,02 cuando el precio estuviera por debajo de este valor. Adicionalmente, a partir de enero de 2006, la contribución será de US$0,01 adicional cada vez que el precio llegara a US$0,95. El centavo adicional tendrá como destino el Fondo de Estabilización, que precisamente se está estructurando en este momento.

El efecto combinado del aumento en productividad y la disminución de la contribución cafetera se ha traducido en el aumento continuado del ingreso del caficultor. El primer impacto se sintió en el ingreso que este recibía por hectárea cultivada, el cual pasó de $1,9 millones en 1999 a $2,3 millones en 2001 y a $4,1 millones en enero de 2005, gracias además al aumento en el precio interno de café y a la menor contribución cafetera.

Sin duda, como lo afirma Gabriel Silva, no estamos en ninguna bonanza cafetera. Sin embargo, para un sector que durante 15 años vivió una de las más agudas crisis de su historia, el aumento de los precios y en particular de sus ingresos tiene consecuencias muy positivas. De hecho, el aumento en el ingreso no es nada despreciable y si se tiene en cuenta que del café viven más de dos millones de personas, el impacto del aumento en la capacidad de compra de este sector sobre el consumo es significativo.

De otra parte, un precio del café por encima de un dólar como el que se verá probablemente en los próximos meses, es el doble del que había cuando se tomó la decisión de limitar la contribución cafetera a US$0,06. Era un precio de crisis. El gran avance en su momento fue permitirle al caficultor recibir hasta un 92% del precio, es decir, por fin se estableció un vínculo directo entre el productor y el mercado internacional. Esto no puede echarse para atrás, aunque los precios vuelvan a los niveles de bonanza. La historia no puede repetirse, pues el café con sus altibajos es de los caficultores.