JULIANA SÁNCHEZ TRUJILLO

¿Qué podemos aprender de las start-ups?

Las start-ups están cambiando las dinámicas del mercado y nos dan grandes lecciones para desarrollar mentalidades de innovación.

Juliana Sánchez Trujillo, Juliana Sánchez Trujillo
9 de octubre de 2019

Hoy en día existen dos formas de ver a las empresas: como empresas grandes o como start-ups.

Cuando hablo de empresas grandes, me refiero a compañías ya establecidas que tienen un modelo de negocio probado que se dedican a ejecutarlo. Es decir, que su gestión está enfocada en el mantenimiento del sistema que hace posible ese modelo. Por su parte, cuando hablo de start-ups, me refiero a compañías emergentes, generalmente de base tecnológica, que se encuentran en proceso de validar la propuesta de valor de introducción de una innovación al mismo tiempo que buscan el crecimiento. Sin embargo, este crecimiento no se mide exclusivamente en términos de ingresos, sino también con otras variables.

La comparación va mucho más allá de -decir que la startup es una versión pequeña de empresas grandes, porque cuando el foco se da en crecimiento acelerado, se requieren habilidades diferentes que permitan hacer de la disrupción una constante. Incluso, este modelo, muchas veces implica sacrificar la utilidad en pro de alcanzar el mayor número de mercado en el menor tiempo posible, por tanto, es muy posible que ambos tipos de empresas tengan objetivos diferentes y se comporten de maneras opuestas; mientras la empresa grande busca ejecutar u optimizar la cadena de valor, la start-up se enfoca en descubrir, es decir, en cuestionar la cadena de valor y replantearla de una nueva manera. La idea en innovación, es que tanto los ejercicios de ejecución como de descubrimiento puedan convivir en una empresa, pero para lograrlo, las empresas grandes deben adoptar la mentalidad de una start-up, o al menos aprender algunas buenas prácticas.

Lo primero es que para innovar no podemos centrarnos en un único modelo de negocio, sino en que se debe crear un ecosistema que permita que coexistan diferentes formas de hacer negocios. Las start-ups muchas veces no tienen un modelo de negocio, sino que se encuentran en proceso de descubrirlo, y eso es lo que les permite ser disruptivas y crecer rápidamente. Esto se hace posible porque se basan en las necesidades del mercado y van construyendo su modelo en el camino, sin tener procesos rígidos o estructuras pesadas, además, porque cada nueva idea que surge es prototipada de forma rápida, y llevada a los clientes para validar e iterar pronto.  

Por otro lado, se requiere agilidad. Pero esto va más allá de implementar metodologías como Scrum, Kanban o Lean; pues es ante todo un tema de mentalidad. Las empresas emergentes se enfocan en crear nuevos desarrollos con ciclos de innovación cortos, lo que implica que tengan tolerancia a la incertidumbre y velocidad para iterar rápidamente.

Finalmente, las start-ups entienden que no se las saben todas y por eso viven en un modo beta que les permita probar cosas nuevas constantemente. Además, tienen la apertura para ver el fracaso como una oportunidad de aprendizaje y por eso las fallas se ven como parte natural del proceso de descubrimiento que están viviendo, pues no se trata de perder, sino de aprender.