JOSÉ EDUARDO GÓMEZ

Lecciones muy actuales de la crisis financiera del fin del milenio

Las crisis financieras, por duras que sean, siempre dejan importantes lecciones y oportunidades de aprendizaje muy valiosas. Un análisis de José Eduardo Gómez*.

25 de marzo de 2020

A los estudiantes que he tenido en los cursos que he dictado de econometría financiera y de economía bancaria durante los últimos once años, siempre les digo que nuestra gran crisis financiera no fue ni la de 1929 ni la Crisis Subprime de 2008-09.

La gran crisis financiera que vivió Colombia fue la que se dio entre 1998 y 2000, que se concentró en el mercado hipotecario pero que sacudió de forma importante al sistema financiero del país en su conjunto y que afectó de manera muy perversa el desempeño económico en general. Varias entidades financieras quebraron y otras tuvieron que entrar en procesos de integración horizontal o vertical como estrategia de salvamento ante la inminencia de la quiebra. 

Producto de dicha crisis, cerca del 20% del activo del sistema financiero se contrajo en términos reales y las autoridades económicas, monetarias y financieras tuvieron que tomar medidas extremas, muchas de ellas novedosas para su momento, con el fin de evitar el colapso general del sistema financiero y de la economía. El desempleo se disparó y la recesión fue larga. Varias medidas de política pública tuvieron que tomarse para salir de la crisis, como la ejecución del programa de salvamento de entidades financieras a través de Fogafin.

Pese al dolor que generó dicha crisis en la población colombiana, cuyas raíces fueron estudiadas por varios de los antiguos macroeconomistas que tenía el país (especie en vía de extinción, lastimosamente), ésta también nos dejó valiosas lecciones. En un artículo que escribí con Juan Pablo Zárate y Adolfo Cobo hace unos ocho años, mencionamos algunas de ellas. En esta corta columna no pretendo hacer un listado de dichas lecciones ni señalar cómo puede cada una de ellas servirnos para salir delante de los grandes desafíos que nos presenta la coyuntura económica y financiera actual, impulsada en buena medida por los efectos de la expansión del coronavirus en el mundo y por la guerra de precios de los principales países productores de petróleo. En estas cortas líneas simplemente pretendo plantear que, en mi opinión, con las medidas que se tomaron a partir de las duras lecciones aprendidas durante nuestra crisis financiera de finales del siglo veinte, más las que han venido tomando las autoridades económicas y financieras por estos días, el sistema financiero del país estará en la capacidad de mantenerse estable durante estos tiempos de turbulencia generalizada.

Desde mi punto de vista, el avance más grande que se ha dado en procura de la defensa de la estabilidad financiera del país ha sido el fortalecimiento de la supervisión financiera en cabeza de la Superfinanciera. Tras la crisis de 1998-2000, las antiguas superintendencias Bancaria y de Valores se unieron en una única entidad con el fin de poder supervisar y tomar medidas prudenciales sobre el sistema financiero en su conjunto. Esta fue una gran medida, muy sabia. Por ejemplo, tras la crisis Subprime varios expertos han sugerido que Estados Unidos debe avanzar hacia un sistema de supervisión financiera unificada. Nuestro país se adelantó a esas recomendaciones con varios años de ventaja.

La Superfinanciera se ha fortalecido significativamente a lo largo de las últimas dos décadas en términos de capacidad técnica de sus funcionarios y en términos de la adopción de modelos estandarizados para el manejo de los distintos riesgos financieros, siguiendo los lineamientos desarrollados por los expertos de los comités de Basilea. Esto ha permitido que la supervisión e identificación de riesgos se haga de manera más oportuna y que se avance en estrategias de fortalecimiento de la resistencia de las entidades financieras ante momentos de estrés económico. Para citar solamente dos ejemplos, las entidades financieras hoy en día cuentan con esquemas sólidos de provisiones (que, además, son contracíclicas) y con un capital adecuado que les permite absorber debidamente choques fuertes.

El país cuenta con una Red de Seguridad Financiera, en la que participan el Ministerio de Hacienda, la Superintendencia Financiera, Fogafin y el Banco de la República. En este comité se discuten medidas a adoptar para mejorar la estabilidad del sistema financiero, tanto de forma precautelativa como de forma curativa. Los miembros de este comité y sus asesores son expertos en temas de economía financiera. Además, muchos de ellos cuentan con la experiencia de haber vivido en carne propia la crisis de finales de siglo veinte. Este comité existía desde antes de la crisis Subprime y fue decisivo para la toma de medidas que evitaron que dicha crisis golpeara más fuerte a nuestro país, como la implementación de depósitos al crédito externo y a las inversiones de portafolio de corto plazo. Estas medidas ayudaron a que el país se preparara para evitar una reversión súbita de flujos de capital y fue determinante para evitar la toma excesiva de riesgo cambiario por parte de varios agentes de la economía. En este sentido, los límites a las exposiciones cambiarias de los bancos impuestos por el Banco de la República (PP, PPC y PBA) también resultaron muy útiles, como lo muestran los trabajos de Andrés Murcia y Esteban Gómez.

La crisis financiera de finales de siglo veinte también ayudó a que el Banco de la República comprobara la importancia de ofrecer facilidades extraordinarias de liquidez a bancos solventes pero ilíquidos. La función de prestamista de última instancia del Banco se ejercitó durante ese periodo de forma activa, y hoy en día la entidad está en muy buena capacidad de volver a ejercerla de manera adecuada y oportuna.

Por limitaciones de espacio no puedo seguir enumerando lecciones y medidas. Pero, en fin, se han hecho las cosas bien. Adicionalmente, las medidas que han anunciado en fechas recientes la Superfinanciera y el Banco de la República me parecen muy acertadas para el momento. Medidas prudenciales que van a ayudar a que los bancos estén en mejor posición para enfrentar la volatilidad e inestabilidad actuales, y que dan la tranquilidad de flujos de liquidez en pesos y dólares que permitirán a las entidades financieras seguir operando en buenas condiciones. Estoy convencido de que, en lo financiero, estamos preparados para salir adelante.

*Ph.D. y Profesor Asociado, Escuela Internacional de Ciencias Económicas y Administrativas, Universidad de La Sabana